"No creo que todos los políticos sean estiércol, creo que los que no lo son están fuera de la política" (Francesc Cornadó)

jueves, 25 de septiembre de 2025

La humildad del "hornillo"

Aparato imprescindible en las "cocinas" de las barracas, el hornillo ayudó a un sin fin de chabolistas que sin él la vida les hubiera sido más difícil. Al ser pequeño, manejable y económico, retiró al peligroso y voluminoso brasero de los hábitats, y permitió cocinar con más rapidez los alimentos, dado que el poder calorífico del queroseno era superior al del carbón.         

                                      

Para encender el hornillo había que calentar previamente el tubo de alimentación del quemador, lo que se hacía quemando alcohol en un pequeño recipiente metálico que había alrededor del tubo y debajo del quemador. Una vez calentado el tubo y, por tanto, el queroseno, se encendía  porque el depósito estaba presurizado con aire que se inyectaba en él por medio de una bomba manual integrada en el depósito.


El queroseno se vaporizaba y pulverizaba formando un chorro en el centro del quemador donde se mezclaba con el aire y ardía con una llama azul sin hollín. Aumentando la presión en el depósito la llama se hacía más grande, girando una pequeña llave, se reducía la presión, consiguiendo de esta forma reducir el tamaño de la llama.

Su utilidad estaba demostrada, porque no sólo servía de fogón de cocina, sino para calentar los ladrillos que por la noche se embolicaban en papel de diario para poner en los pies, dentro de la cama, a modo de "bolsa de agua" y así mitigar el frío que se solía colar por las rendijas sin piedad alguna.



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