El Tríptico, o Contrato y Registro de Aprendizaje, era el impreso necesario e indispensable para que un menor de edad entrase a trabajar y cotizar en una empresa, al menos en 1968.
Constaba de una autorización dividida en tres partes: Acta de nacimiento, Permiso Paterno y Certificado de Salud, todo sellado por el Servicio de Encuadramiento y Colocación de la Sección Sindical de Trabajo de Menores.
En el Gremio de Encuadernación de Barcelona, un aprendiz cobraba 370´26 pesetas (febrero de 1968) semanalmente, en el área de Barcelona, a razón de 48 horas, trabajando de lunes a sábado.
Había empresas que iban a prima, o sea, a destajo, otras que hacían horas extras, hasta 4 diarias, las dos primeras a un precio, y a otro superior las dos segundas.
Hoy, en esta época de fragilidad congénita, nos parece imposible que una persona de quince años pudiera con aquellas jornadas de trabajo, e inclusive, después le quedaran fuerzas para ir a estudiar y hacerse con el bachillerato; sin embargo, es curioso, no nos parece raro que en los tiempos actuales resulta impensable, al menos para un maestro, alzar la voz y contrarrestar un alumno malcarado, rectificar a un adolescente maleducado, o ver como un grupo de muchachos y muchachas de catorce años están visionando un porno en vivo y en directo en el patio del colegio ante las risas de los presentes.
Los tiempos cambian, no hay duda alguna.