Recuerdos nada nostálgicos.

Ya ves, pasan los años como gotas de rocío, y uno empieza a recordar...

 

...de las faldas plisadas, de color azul,

...del olor a lavanda que esparcía mi vecina, la "Dori", cuando bajaba sorteando las piedras que querían representar escalones;

...del chausón número 20, el de la calle Urgell, con asientos enfrentados, plastificados de verde.

...Y del segundo tramo del funicular de Montjuic. 

...De sisar una moneda roñosa de cobre a mi madre, La Pepita, con valor de 2´50 Ptas, para gastármela en una Damm, en el bar del Antonio, con las barracas a mis pies.

...De aquellos baños que doblegaban  la ducha inexistente en compañía de otros tan escasos de recursos como yo, en una fuente proscrita que utilizábamos como piscina, casi frente a la recta de tribunas. 

 

Y  de "El Grabao", el de la Urbana, llevándose la ropa que dejábamos bien escondida, pero que él, con su olfato de perro perdiguero, se encargaba de encontrar...

... Y así, bajar en calzoncillos y descalzos a recogerla en la comisaría del que fuera Pabellón de Periodistas, allá por la Exposición del 29, entre las risas de los del salacot.

Me acuerdo de apedrear las ventanas que no tenía el estadio, pero que nos las imaginábamos, sostenidas por aquellos caballos grandiosos de un olvidado Pablo Gargallo.

De sisarle al encargado la mitad del dinero del hielo para refrescar el botijo.

Y de aquellas sonrisas pícaras, junto a mis amigos, cuando bajábamos por Vilá Vilá, para ver los afiches de El Molino.

...De las dos marcas más famosas de "heladeras", la "Camello" y  "El Pingüino".

...De darle una peseta al "hielero" y pedirle por dos,

y de sus risas, compinchándose conmigo.

Me acuerdo. Pero me estoy quedando sin la "a". Ahora "me cuerdo". 

Me doy memoria.

Ningún tiempo pasado fue mejor.