Por Antonio Argandoña (*)
No es un invento mío; lo leí en Keynes, hace muchos años, y supongo que él lo había leído de otros antes. Al rentista, o sea, al ahorrador, lo estamos matando ahora, poco a poco, casi con dulzura, pero con perseverancia, en este mundo super endeudado.
¿Cómo se quita uno la deuda excesiva en la que ha incurrido en el pasado? Una solución es dejar de pagar, pero eso es demasiado costoso: pierdes el piso, acabas ante el juez, tus amigos te retiran el saludo… Puedes negociar una quita, una rebaja de la deuda, un aplazamiento del pago, un tipo de interés más bajo… si el acreedor está dispuesto a esto. Puedes pedir que otros se hagan cargo de la deuda: que tu suegro pague la mitad de tu hipoteca, o que los países ricos de la zona euro acepten hacerse solidarios de la deuda de los periféricos. Lo que se recomienda es practicar la austeridad: tratar de ingresar más y de gastar menos, vamos, apretarse el cinturón. No nos gusta, claro. O vender patrimonio para poder pagar.
Los países tienen una solución mejor (para ellos): la expropiación, total o parcial. Por ejemplo, provocando una inflación no esperada, que permite al deudor devolver la deuda en una moneda depreciada, a costa del acreedor. O mediante el mantenimiento de unos tipos de interés muy bajos durante mucho tiempo, con la colaboración de la Reserva Federal primero, del Banco de Inglaterra y el de Japón después y, más recientemente, del Banco Central Europeo. Así es como el acreedor va muriendo de inanición.
Y esto lo alabamos, quizás porque estamos pensando en el pobre propietario del piso, que lo va a perder, o en el país que tiene que practicar políticas restrictivas porque la deuda exterior, pública o privada, es demasiado alta. Al otro lado ponemos siempre al pérfido banco o al malvado fondo internacional. No se nos ocurre pensar que, detrás de estos, están los ahorros de, por ejemplo, los pensionistas de un país. Que a veces somos nosotros mismos (no se olvide que el Fondo de Pensiones de la Seguridad Social española está colocado casi íntegramente en la deuda pública española, política poco recomendable, porque es poner todos los huevos en la misma cesta, ya que el gobierno que debe pagar las pensiones es el mismo que debe pagar al Fondo con que se cubrirán las pensiones si el gobierno no paga).
Hace tiempo me pregunté por qué los alemanes siempre se oponen a las políticas de mutualización de la deuda pública europea (que todos los países sean responsables de la deuda de todos), o porque se preocupan por la inflación, o por qué no les gusta que el Banco Central Europeo aporte miles de millones a los bancos para que los tipos de interés se mantengan muy bajos. Respuesta: porque la posición neta de Alemania es la de acreedor, o sea, porque son esos ahorradores o rentistas cuyas colocaciones remuneramos a tipos de interés muy bajos.
(*) Antonio Argandoña es profesor emérito en los departamentos de Economía y Ética Empresarial.
Recibió su doctorado (summa cum laude) en Economía por la Universidad de Barcelona en 1969. Catedrático de Fundamentos del Análisis Económico (jubilado), ha impartido clases en las universidades de Barcelona, Málaga y Navarra.

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