La casa del pueblo
A pesar de los mil ruegos y de ser casi tema único de conversación por parte de su señora, a Rodrigo nunca le venía de gusto acabar el nombre que en letra de imprenta y con caracteres bien gruesos puso en honor a sus dos hijas en la pared de la fachada central de la casa del pueblo.
Ninguna de ellas decía nada, antes bien, intentaban zafarse de las disputas, generalmente diarias, que sus padres solían sostener.
María, la mayor, comúnmente llamada Mari por todos, se limitaba a desaprobar el hecho con movimientos de cabeza, mientras que Conchita, Conchi, para los amigos, de vez en cuando le decía a su padre que aquello no estaba todo lo aceptable que debía estar, porque siendo cierto que les venía a visitar personas conocidas y de confianza, la que pasaba por delante del portal de la casa se quedaba pasmada ante aquello.
Pero nadie quedaba indiferente.
Cuando después de una larga discusión, Edelmira, su mujer, le conminó a poner las tres letras que faltaban bajo la amenaza de volverse a la ciudad, no si antes pasar por la sacristía de Don Simplicio, el cura con la que su marido había discutido cien veces por lo mismo, Rodrigo se dio por vencido.
Se movió del sofá, fue en busca de una brocha, buscó el bote de pintura, el mismo que había utilizado desde la primera letra y que tenía abandonado en el cuarto de las herramientas, arremangó así mismo con la escalera sita en el mismo lugar, se acercó al terrado y en tres cuartos de hora acabó con el padecer de las féminas.
Fue entonces cuando las mujeres de la casa respiraron tranquilas. Ya no serían la mirada, con sornas ocasionales, del lugar.
Lenta, parsimoniosamente, dando pequeños toques de amarillo albero alrededor de las letras opacas, el cartel se fue acabando de perfilar y haciéndose entendible.
Puso las tres letras que faltaban al final y que había dejado en el olvido durante una temporada larga aduciendo todo aquello que se podía aducir, incluso la falta de tiempo estando de vacaciones.
Ahora se podía leer con claridad, y desde metros de distancia, el nombre completo que había puesto en honor a sus hijas, a la casa del pueblo:
MariConchi
Tiene guasa MariCon, seguro que tenía malas intenciones
ResponderEliminarCansado de tantas procesiones, tambores, torrijas y pestiños.
Saludos
Te aseguro que es es de la vida real.
EliminarSalut
Cachondo el Rodrigo.
ResponderEliminarSalut
D' un poble de Guadalajara, Francesc, una història curiosa.
EliminarSalut
He he he... los hay que la tozudez, les viene de origen, lo llevan en la sangre.
ResponderEliminarTan real, tan real, que incluso me pareció de mal gusto el escribirlo, pero sucedió en un pueblo de la Alcarria, pequeño, donde por razones de lindes en los terrenos de cultivo que dos vecinos tenían colindantes, siempre había puyas entre ellos.
EliminarSalut ¡
Una historia muy graciosa. Un beso
ResponderEliminarMenos para los dos contendientes, créeme, Susana. Un beso
EliminarSalut
Creo que ya has contado esta historia, ¿verdad? En cualquier caso, ¡es muy bueno!
ResponderEliminarNo, esta creo que no, pero con mi memoria y lo desorganizado que soy, todo pudiera ser.
EliminarSalut, PHILFF
De Celtiberia show, recordando la recopilación de Luis Carandell que nos hizo disfrutar tanto. Celebro tu recuperación plena. Un abrazo.
ResponderEliminarGracias Fackel.
EliminarPD: La historia es auténtica, salvo, claro está los nombres.
Salut
¡Hay que ver, qué cosas pasan en la Alcarria!, debe ser cosa de la miel.
ResponderEliminarSalud.
y la lavanda...y la lavanda, Francesc...aquello se pone estupendo cuando está en flor.
Eliminarsalut
Es una hermosa historia, un punto (o dos) carpetovetónica. Conozco bastante la Alcarria, he viajado por allí, no solo va a hacerlo Cela y le cuadra mucho. De hecho, he estado en ese bar MARICONCHI. Tengo pruebas que lo atestigan:
ResponderEliminarhttps://blogger.googleusercontent.com/img/b/R29vZ2xl/AVvXsEju1zU3qUGlwy8KDBNnWagTHPCkQMPW3kYP-W2bcaI5Ro4e60ysZ5QeRZrL6Rq3d4SuMZR2oJISt1e1ami3PWWkBqSCjGXyNvIXVPV2XBzu7WHrjFW9ow0JZUINZeuxWJH2-ECGAC4_pJ9vhN3z2q5LGc_RJU73k0ixtKVRovsbxppeKmMMbwd2w3yHP-gu/s600/unnamed.jpg
Un abrazo.
jajajajajaja...muy bueno, Gran Uribe¡
EliminarSalut ¡¡¡
jajaja
Please read my post
ResponderEliminarSiempre las mujeres importunando a los hombres calmos.
ResponderEliminar(chiste)
Saludos,
J.
Jajajaja
EliminarSalut