Cuando asilaron a Ismael Peñaroya Santaolaria sólo le permitieron que se llevara sus apuntes de filosofía.
No eran muchos, se componía de una libreta Din A4 de unas cien hojas completamente acotada de conceptos y en letra de hormiga.
Allí condensaba toda
su vida, la de estudiante y la de curioso.
Adujeron, los hombres que vinieron a por él, una pareja enfundada en una bata gris que en un tiempo pareció quería ser blanca, que a donde le trasladaban había poco espacio y que ese poco
espacio sería compartido con otras personas en sus mismas condiciones.
Atrás dejaba lo único que le importaba, y que le mantenía atado a lo que las personas del entorno llamaban "vida", los libros, y entre ellos los que no hubiera
querido abandonar; La Lámpara maravillosa,
de Valle Inclán; el 2666, de Bolaño, libro del que hubiera querido ser autor; la Política , de Aristóteles; un Fausto, de Goethe, donde nunca le dejó
de sorprender aquella frase que Mefistófeles comenta a Fausto : “cuando no
tengas ideas procura inventar palabras”; una edición de El Quijote en tapa dura
ilustrado por Gustavo Duré, con mil detalles; un pequeño ejemplar de Rafael
Alberti autografiado y que compró una primavera de hace muchos años en el
Teatre Grec, cuando el poeta recitó allí junto a una Nuria Espert colosal en su interpretación; un ejemplar del mejor libro, según él, sobre el impresionismo,
escrito por Paul Signat, el gran discípulo de Seurat, cuyo título era en si toda una promesa: De Eugenio Delacroix al Neoimpresionismo; La Divina Comedia, de
Dante, donde la parte correspondiente al Purgatorio la tenía tan cotejada y
llena de apuntes que apenas eran legibles las palabras del divino; todos los de Juan Eduardo Cirlot, del que poseía la más
extensa recopilación que hubiera; la
Metafísica, de Gabriel Marcel, que para Ismael Peñaroya Santaolaria era el gran desconocido
de la materia y el gran conocedor del problema del ser; la colección de Cole en siete tomos sobre la historia del
pensamiento socialista, libros que, según opinaba, tendría que ser de obligada lectura a todo aquel que quisiera presentarse como candidato a un partido político y, evidentemente, el Mensaje
Reencontrado, de Cattiaux, ejemplar que le regaló un matrimonio amigo, y que
le acompañó durante años en su mesita de noche de donde siempre sacaba tiempo
para abrirlo por una página cualquiera, pues todas le sorprendían como si fuera
una primera vez.
También se hubiera llevado la Antología de Blas de Otero y los poemas, no todos, de Gil de Biedma, pero con este no había problemas porque no le gustaban todos, salvo aquellos en los que se enfrentaba a su vejez mirándose al espejo. Quedaba alguno más en su memoria, quizá el Adbadom de Sábato y el poemario de Leonad Cohen, pero ya no eran tan vitales como los señalados al principio, aquellos si que se los hubiera llevado a una isla desierta.
Hay quien dice que Ismael Peñaroya Santaolaria puso de su parte para que lo "asilaran".
Por lo que parece, desaparecido el vínculo de sus más íntimas relaciones, las
que le hacían pensar cuando opinaban, y
evaporada la cercanía de sus amigos para poder expresarse, se quedó sin nadie
con quien compartir los pensamientos diarios.
Por eso, dicen los vecinos del lugar, no opuso resistencia cuando vinieron a llevárselo.
Hay quien afirma que Ismael Peñaroya Santaolaria pensaba que no debía ser muy lejano el lugar donde lo ingresaban, y que aunque así fuera tampoco sería lo importante, dado que no tenía familiar alguno al que asirse y si lo hubiera tenido no hubiera querido agarrarse.
Él, según los del lugar, siempre pensó que ya había vivido lo suyo y cumplido con la vida, la misma que le jugaba la mala pasada de hacerle estar más tiempo que todos aquellos con los que había coincidido en su generación.
Le bastaban sus apuntes de filosofía y aquella frase que siempre tuvo
dudas de quien la pronunció pero que le daba igual porque era certera: todas
las cosas tienen precio, menos las personas, que tienen dignidad.
Los pocos que vieron su partida comentan que Ismael Peñaroya Santaolaria se caló la boina hasta las cejas y con un tono de voz más despectivo que amable les espetó con un : yo ya estoy preparado. Cuando ustedes quieran.
Este material puede ir configurando otras "sombras" que sí tienen dueño.
ResponderEliminarDemasiado terrible, Miquel. La libreta condensa experiencias, pensamientos, lecturas... es un apéndice de la mente. Y los libros, ¡ay, los libros!, que tanto hemos hablado de ellos.
Un fuerte abrazo
Francesc Cornadó
A Ismael Peñaroya Santaolaria no el varen poder asilar, nomès ho varen poder fer amb el seu cos.
ResponderEliminarSalut
Bon dia Miquel:
ResponderEliminarLo he leído detenidamente y me produce mucha tristeza...
No sabía nada de este señor.
Y como que tienes ese cuaderno?
Es para empaparse detenidamente y sin prisa.
Abrazos y besos.
Muy bien,Miquel,el tal,tiene buen gusto.Prefiero ir ligero de ropa,Pedro,no le gusta tanta maleta.
ResponderEliminarSaludos,esta noche se ha podido dormir.
Ya sabes que es un homenaje a ellos. Este señor tenía más libros, todos importantes, FRANCESC CORNADÓ, pero fueron los que primero le vinieron a la memoria. Y si, está configurando otras "sombras".
ResponderEliminarUn abrazote muy grande
Una molt bona observació, FRANCESC PUIGCARBÓ
Salut
Mi niña MTRINIDAD. En realidad la mayoría de las personas somos ese señor. Todos en general tenemos un cuaderno donde apuntamos las cosas, los hay físicos y los hay mentales. Es un cuento, una narración corta que tiene mucho de verídico pero que no es una verdad certera, pues todavía no está comprobada, pero por experiencia de lo que he visto podría dar lugar a cumplirse.
Así que no te pongas triste y vive el dia que empieza , que será muy bello.
Un beso grande
salut
Estamos completamente de acuerdo y no discutiremos por ello, CAR RES.
Ligero de ropa, Si señor
Un abrazo y buen día
Curioso. Ánimo en tu prospección y traducción.
ResponderEliminarPor cierto, es la primera vez que alguien cita en un blog la Historia de Cole. Qué recuerdos me traes. Cuando aún no trabajábamos, lo que habrá llovido, la compramos, editada por FCE, entre un amigo y yo. Yo fui el depositario de los tomos. Y no sé por qué tengo la idea de que faltaba uno, por alguna oscura razón. Tengo que revisarlo. Con mascarilla, destila ya esa pátina para alérgica, y subiéndome a una escalera. Estás en todo, Miquel.
El resto de los títulos citados, a excepción de alguno que no conozco, los comparto también. Salud y literatura.
“Cuando no tengas ideas procura inventar palabras” esa frase se me quedo grabada.
ResponderEliminarLos que no tenemos mucha Cultura pero si creemos tener algo de "entendimiento" nos refugiamos en nuestras experiencias vividas, nuestros errores y nuestras sensaciones. Es difícil saber vivir, pero creo que es más difícil saber morir. Quizás solo saben morir quienes han sabido vivir, no se.
Estaría bien que continuara, en un mundo de mensajes cortos, es bueno tener relatos atractivos.
Un saludo.
Son siete tomos, FACKEL, y creo que el más atractivo es el primero, pero habida cuenta de lo que ha pasado con la antigua URSS tendría que hacerse un nuevo tomo.
ResponderEliminarEs simplemente un homenaje a ciertos libros que no abandonaron el pensamiento del protagonista.
Un abrazo
No hace falta tener cultura, DANIEL, sólo sentido común.
Cuesta mucho saber vivir, quizá sea de lo más complejo.
Un abrazo fuerte
En la referencia de libros y lecturas de Ismael Peñarroya he visto un trasunto de tus gustos y afinidades lectoras, así que intuyo que te proyectas imaginativamente sobre el personaje construyéndolo con materiales que son íntimamente tuyos, de tal modo que revela temores inquietudes reales que son las personales. Una abrazo, Miquel.
ResponderEliminarAciertas de pleno, JOSELU, y hay muchísimos más que se hubiera querido llevar, como el de Julián Marías y su Historia de la Filosofía, pero le fue imposible.
ResponderEliminarUn abrazo y gracias por estar
El libro de su vida, el libro de nuestras vidas ..., lo de la ropa lo dice D. José Mujica hay que marcharse de este mundo ligero de equipaje, grande este ruguayo.
ResponderEliminarSaludos Manuel
" Hay que llegar al final desnudo, como los hijos de la Mar".
ResponderEliminarAntonio Machado.
Y yo añadiría: " Y desaparecer en el seno más profundo del azul eterno".
Un abrazo.
Grande, MANUEL, gracias por acompañarnos.
ResponderEliminarSi RODERICUS, también lo haremos, en una segunda generación nadie sabrá el nombre de los protagonistas de la foto.
Y desaparecer emos de la memòria de todos.
Un abrazo gracias por la compañía
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EliminarMorir no es difícil. Lo que realmente cuesta es convencer al organismo para que no luche más. Y en otras ocasiones, es tan fácil que apenas tienes tiempo de despedirte ( de tí mismo)
ResponderEliminarFalta la "h" de hemos, RODERICUS, perdón, pero escribir por el celular y no revisar, me lleva a estas catástrofes
ResponderEliminarHay quien muere en vida, NOXEUS, eso va por los cientos de iaios que he visto con esto de la pandemia en los asilos. Ya se que un asilado tiene otra connotación, pero hay iaios que los han "asilado" de la vida, creo que me entiendes perfectamente.
ResponderEliminarUno, que es egoísta, le da miedo vivir más que los demás y encontrarse solo. Esto de la pandemia nos ha jugado una mala pasada.
Un abrazo y gracias por escribir