Capítulo XXII
Era sabido que con la espantada de mi padre, mi madre y yo quedábamos en inferioridad de condiciones.
Pero en las barracas nada era lo que parecía, y lo que
parecía no servía para nada.
De la noche a la
mañana, Pata Palo se nos presentó con un pequeño fogón de kerosene. De parte de
mis padres, nos dijo.
La cocinilla, significaba un adelanto cualitativo. Pequeña, eficaz,
más económica que el brasero y mucho más limpia, aportaba la garantía de poder
calentar rápido los ladrillos para meterlos en la cama en las noches de frío,
que eran casi todas.
Los sabañones era la palabra mágica que unía
todas las diferencias, el fogón era una
baza importante a tener de nuestra parte.
Sólo un pequeño inconveniente, su mecanismo. El kerosene,
altamente inflamable, debía tratarse con precaución, y la válvula de escape del
pequeño contenedor del líquido no podía permanecer obturada, porque se corría
peligro de que reventara como las “Otto”, la bomba de mano italiana que había
le había tocado de refilón a Pata Palo.
Esa fue la advertencia
que nos dio y de la cual tomamos buena nota.
Además, según Pata Palo, y por boca de su padre, aunque
aparentara una gran máquina, era frágil y debía de adoptarse una serie de
precauciones antes de ponerlo en marcha.
Cerrar herméticamente el boquete de la introducción del kerosene; darle presión, y evitar interferencias que prendieran al mismo tiempo cuando encendiéramos los "mistos" en el quemador.
Otra de las recomendaciones fue proteger la pared de la chabola con
unas latas, de manera que el calor que desprendiera el fogón no recalentara la
madera.
Consejo que se llevó a rajatabla.
A la obligación diaria de rellenar los quinqués e ir a por
agua a la fuente, se me añadió la de
limpiar cada día, antes de encender, la válvula de escape del hornillo.
Misión que se cumplía sin rechistar, pues en casa en todo se
iba a medias, salvo en las cuestiones íntimas, donde mi madre fajaba corto y yo
mentía largo.
Para evitar malos entendidos con don Cipriano, el tendero,
decidimos ir a comprar el kerosene con una botella de Anís del Mono, que así nos
lo recomendó Pata Palo por boca de su padre. Nos aseguró que eran las únicas
que cumplían con la cantidad del litro, porque las demás, según él, estafaban
en el contenido.
La llegada de una innovación en aquel recinto plantado encima
de la montaña siempre era bien recibida. A veces las noticias iban tan rápido,
que parecía ya habían llegado antes de producirse.
Como con otras cosas, pasó con la máquina de café que
adquirió el Rufino, el marido de la peluquera para su bar, una Olímpica de dos
brazos, según él pura tecnología punta fabricada en el barrio del Poble Sec,
a escasos centenares de metros del negocio.
Por lo que contaba, la habían traído en un camión, por la noche, desde la calle Rosal para tenerla instalada a la mañana siguiente, a
primera hora. Los últimos metros, según la Gloria, la peluquera y mujer del Rufino, tuvo que ser transportada a mano, porque el
vehículo se negó a subir la cuesta de tierra en el tramo final.
Para el estreno de la máquina, aquella mañana todo el mundo tomó carajillo pero nadie pagó
el importe del café, solo pagó el correspondiente al coñac.
Con la excusa pedí un café, a la espera que el Rufino fuera condescendiente y se le escapara, con la alegría del momento, un chorro del Tres Cepas.
No me defraudó.
Con la excusa pedí un café, a la espera que el Rufino fuera condescendiente y se le escapara, con la alegría del momento, un chorro del Tres Cepas.
No me defraudó.
Al Rufino, pasado un tiempo se le
fueron haciendo los antebrazos de boxeador.
Su técnica se hizo famosa.
Terminó hamacándose en las barras de la Olímpica para hacer el café, de tal manera que podía estar levitando hasta la última gota cogido de los antebrazos.
Su técnica se hizo famosa.
Terminó hamacándose en las barras de la Olímpica para hacer el café, de tal manera que podía estar levitando hasta la última gota cogido de los antebrazos.
un plaer llegir aquests fragments en blanc i negre d'una història que tambe ens pertany una mica a nosaltres.
ResponderEliminarsalut
Salut FRANCESC...
ResponderEliminarÉs curiós, si em preguntes el que vaig sopar ahir haig d'esforçar-me, no obstant això, començo a recordar noms i coses de fa 55 anys com si tal cosa i a més ric de mí mateix amb les aventures de tanta simplicitat.
Una abraçada
Muy bien, Miquel, te felicito.
ResponderEliminarSalud
Francesc Cornadó
Muy bueno, Miquel, lo del Rufino es genial! y por la memoria no te preocupes, solo pierdes la reciente. La buena se guarda.
ResponderEliminarSalut
Buen café.salut
ResponderEliminarMiquel: es un relato tan precioso, no por la miseria que refleja si no, porque esta historia que te pertenece y los que somos hijos de esa Barcelona y sobre todo ese sentido del humor entre casposo y sibilino que le da tanta veracidad:es que los buenos modales y las palabras huecas y los nombres fabulosos son para otros momentos.Cuando nombras calles y lugares: se nos hace tan cercano el relato y eso que me he perdido unas cuantas entradas.Aunque yo soy una privilegiada, nací cuando ya eso era historia pero si, que he escuchado a mucha gente de mi entorno(abuelos, tíos, etc): me presupongo sean de tu quinta ,esas hazañas para sobrevivir.-Que pena que no te animas a escribir un libro con todas estas historias que te pertenecen(hasta el título es guay).
ResponderEliminarUn abrazo.
La imatge del Rufino penjat de la màquina del cafè fent braços és magnífica. És curiosa la textura que van prenent els personatges quan es recuperen de la memòria: un detall pot ser suficient per construir-lo sencer.
ResponderEliminarEs puro neorrealismo, la descripción de la vida en las barracas, tu infancia y los personajes que la poblaron son la representación de una época miserable pero también, el testimonio de gente generosa en la escasez, que echaba una mano a los vecinos. Solidaridad de clase y el artilugio del keroseno, era una bomba. Parece de otro mundo
ResponderEliminarUn abrazo grande
Pido disculpas porque hasta ahora no he vuelto a tener línea.
ResponderEliminarSalut FRANCESC CORNADó, gracias por el repaso de lo anterior. tengo problemas con las preposiciones, ya lo sabes.
Un abrazo.
Poco a poco se va perdiendo JOSEP.
Salut
Gracias JESÚS PECECILLO
salut
Ufff , BERTHA, la cosa se está madurando, tiene sus pequeñas complejidades.
Se verá..
un abrazo Salut
jajajaja ENRIC H MARCH...aixó era de traca i mocador...
i al son de:
Rufino cuelgateeeeeeeeeeeee ¡¡¡
i lo de la textura está ben vist, es poc a poc tens raó...
Salut
jajajaj una bomba en potencia..Mas de un incendio fue debido a la mala utilización de estos aparatod AMALTEA..
Un abrazo
gracias por estar
¡ Qué alucinante leer en los tiempos que corren que alguien llega con ayuda sin pedirla! - lo digo por le fogón que os llevó Pata de Palo - ahí no había solidaridad había hermandad ...luego dicen que si la modernidad y ... que si tal y cual... !!!
ResponderEliminar¡¡ Hamacándose en las barras de la Olímpica !! ¿ de verdad una maquina de café podía sujetar a una persona ? jaja ... Mmmm cómo me gusta tu historia MIQUEL y sobre todo ¡qué bien la cuentas!
Un beso grande y feliz finde...
La historia de arriba del funicular no puedo leerla porque no entiendo el catalán y además debo irme pero tb la he visto:-)
Ahhh MARÍA..no es difícil..ya verás..y si, cuanto más miseria las personas más se ayudan ¡¡
ResponderEliminarUn abrazote ¡¡
salut