Jueves, 4 de diciembre 2025. Ambulatorio Ramona Via. El Prat del Llobregat
Uno, aunque está vacunado de la neumo, el Covid y la gripe, no está exento, si tiene niños pequeños, nietos en este caso, de que pueda pescar cualquier virus "de moda" que corra por el patio de un colegio, como así ha sido.
La espera en el ambulatorio, persona de riesgo que es uno, se hizo larga, tres horas y media para que al final te atienda la enfermera porque el médico está saturado, y aquello se asemeja más a La Paloma en una noche de fin de año, que no a otra cosa. Pero no les voy a explicar mi espera, eso no tiene valor alguno, les voy a explicar como he visto funcionar "la cosa".
Podía haber puesto les voy a explicar "de verdad" como he visto funcionar "la cosa", pero no lo he hecho, no quiero explicar "mi verdad", ni puedo ponerles en mi piel (ni lo deseo), ni tan siquiera puedo hacer que se comprenda un situación realmente crítica (se ha de vivir el momento en el momento).
La señora con problemas respiratorios y que va en silla de ruedas, lleva dos horas largas en espera. Por fin la llaman. Empuja la silla una mujer que por lo que nos enteramos después, era su hija. No han transcurrido cinco minutos, y por los chillidos que oímos se intuye que ha pasado algo. Por lo que parece sufre un desvanecimiento dentro del despacho. Inmediatamente su hija abre la puerta y gritando le pide al médico que haga algo, que llame a una ambulancia; el médico le contesta que solo hay una y que tardará para ir del Prat a Bellvitge (hospital de referencia y que se encuentra prácticamente enfrente y no a más de quince minutos), e inmediatamente le hace una oferta: ¿Cómo pretenden ir al hospital, en taxi o en autobús?
Les garantizo que el final fue violento, pero yo también me sentí violentado por la nula humanidad de un médico con el supuesto título de tal.
Abajo El Prat, enfrente, más arriba, se ve la "H" en rojo, el hospital de referencia de Bellvitge
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