Es curioso que hay objetos que son imposibles de olvidar. Si hoy me preguntan como era la fábrica de galletas Montes en mi niñez, la que estaba en la calle Manso, dudo mucho que me aproximara fielmente a reflejar su edificio. Pero no me pasa con el motocarro que tenían para el reparto del que guardo un recuerdo fiel y del que yo era un ferviente admirador.
Las galletas que repartía este motocarro
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