La Esther Niubó se complica la vida. (Lluis Bosch)

 Copio del blog de Lluis Bosch esta entrada porque creo que tiene mucho fondo, y que él, como profesional del sector de la enseñanza en activo, da esa visión que nos falta a los que nos informamos por los diarios.

 A la Esther le han nombrado Consejera de Educación y Formación Profesional. No me gustaría estar en su piel. Aunque casi todos los nuevos cargos lo tienen complicado, la Esther lo tiene difícil. Son muchos años de dejadez y mole. No se trata siquiera de los pésimos resultados en las pruebas PISA, que hay que valorar siempre con perspectiva: al fin y al cabo, estas pruebas se las inventó la OCDE y no responden a los criterios políticos. No se trata siquiera de eso: se trata de un sector esencial para la ciudadanía que se ha ido degradando por falta de interés y de presupuesto.

Hace poco, en una charla a docentes, se nos rezó y nos dijeron que los docentes nos instalamos en la cultura de la queja: nos quejamos de la falta de recursos humanos y económicos y, en consecuencia, bajamos los brazos para que le demos las culpas al de arriba. Eso es falso, pero al mismo tiempo me pregunto qué hacen los de arriba, ¿qué han hecho hasta ahora?: es que quizás no son ellos quienes han abrazado la queja como excusa perfecta? La culpa es de Madrid, no tenemos dinero, etc. El principal trabajo de la nueva Consejera es conseguir los máximos recursos para su consejería, aumentar su presupuesto.

El sistema educativo público catalán tiene tantos retos que resulta una tarea halagüeña priorizarlos. Apunto 10, por la manía del sistema decimal que tanto nos gusta y porque tenemos cinco dedos en cada mano.

1- ¿Qué hacemos con la escuela concertada después de tantos años de subvencionarla y de favorecerla? ¿De verdad que, en nombre de la libertad (siempre la canción de la libertad), hay que continuar con el régimen del concierto en perjuicio del público?

2- ¿Qué hacemos con el fracaso escolar y el abandono, que continúan en cifras escandalosas?

3- ¿Qué hacemos con el agotamiento y la desmotivación de la docencia, encharcada en aulas demasiado pobladas y enfrentada al descrédito social? ¿Qué hacemos con esta fatiga crónica que arrastra una docencia que ve como su vocacionalidad topa con el desinterés del gobernante?

4- ¿Qué hacemos con las bajas (o bajísimas) expectativas de futuro de un alumnado que, desde edades pequeñas, intuye la avería del ascensor social que antes ofrecía la educación? ¿Qué hacemos con una población graduada que mira más allá de las fronteras cuando quiere prosperar o que se plantea que más valdría hacerse influencer y cotizar en Andorra?

5- ¿Qué hacemos con la disyuntiva entre competencias y conocimientos? ¿Cómo se transmite el valor del conocimiento y de la cultura, cómo se aumenta aquel acceso a la cultura que antes la clase trabajadora consideraba una mejora personal y colectiva y que nos hacía mejores personas?

6- ¿Qué hacemos con el machismo reactivo y los conflictos de género que ha devuelto a las generaciones más jóvenes por consecuencia de unas iniciativas mal enfocadas y elaboradas desde despachos que están a años luz de las aulas?

7- ¿Qué hacemos con la segregación escolar y con los centros gueto de las periferias? ¿Qué hacemos con los centros premium de los barrios más bendecidos? 

8- ¿El modelo de la inmersión lingüística es realmente un modelo de éxito? ¿No sería necesario un estudio un poco más serio y una aproximación a la realidad real de la opción lingüística que se aprobó hace 25 años, cuando la sociedad era muy diferente a la actual? ¿Cuándo toca hacer un estudio científico de verdad sobre sus resultados?

9- ¿Qué hacemos con el modelo de oposición al cuerpo docente, inspirado en esquemas que parecen más propios del siglo XIX?

10- ¿Qué hacemos con el desgarro de propuestas metodológicas que asolan la educación y que plantean una oferta pública dispersa y caótica? ¿La autonomía de los centros y el decreto de plantillas eran buenas ideas?

La Esther lo tiene complicado y hay personas interesadas en que no se salga. Pero está bien que sepa que hay quien confía en ella, y quien espera el retorno de los valores de la socialdemocracia después de muchos años de nacionalismo estéril y de abandono deliberado. La ciudadanía, por más reacia que sea a un gobierno que no es de su gusto por los motivos que sean (patrióticos o de clase) sabrá valorar las reformas y la aceptación de los retos que tiene ante sí. 

Esther: cuando de aquí a cuatro años te plantes delante del espejo y le preguntes: ¿Yo hice una mejor educación para la ciudadanía?, espero que el espejo te responda: Hiciste todo lo que estuvo en tus manos.