Ciertos detalles atmosféricos
eran de alta fiabilidad. Uno podía sacar conclusiones sin temor a equivocarse.
Si la densidad del humo en el ambiente era alta, significaba
que la brisa venía del basural, al otro lado de la ladera, y que no habría
peligro de lluvia inminente. Si por el contrario, se escuchaban las sirenas de
los barcos dormidos en el puerto, se podía ir pensando que el tiempo estaba llamado
a barruntar lluvia.
Así, las mujeres del
entorno, se preparaban para lo uno o
para lo otro.
El humo era molesto pero útil.
Ni moscas ni mosquitos se atrevían a interferir en nuestra vida. A pesar de que se contaba con una máquina espectacular para tales menesteres : el Flit.
Ni moscas ni mosquitos se atrevían a interferir en nuestra vida. A pesar de que se contaba con una máquina espectacular para tales menesteres : el Flit.
Invento del que nadie
supo dar razón, pero que por arte de magia se puso de moda en todo el barrio y
que por un secreto que no sabría descifrar se nos hizo imprescindible.
Sustituyó al matamoscas, arma mortal pero brusca, que pasó desde
aquel momento a ser arquetipo del pasado.
Y todos predominaban por lo moderno.
El Flit era mejor comprarlo suelto y en una droguería.
Cerca del mercado de San Antonio, al otro lado del Paral lel,
y tropezando con lo que era los Almacenes La Esperanza, evitábamos los precios
de don Cipriano.
Cuando se iba a por Flit se había de prescindir del Zotal. O
lo uno o lo otro.
Si por aquellas despuntaba la lluvia, las mujeres cambiaban
de planes. A sabiendas de que los críos se
iban a quedar en la vivienda y de que esta, al contar con un espacio reducido, preparaban
en su mayoría, y para la merienda, flan, generalmente del Fumanchú, que así le llamábamos nosotros, pero
que en la sobreimpresión del sobre, en amarillo chillón, ponía Flan Chino El Mandarín.
El flan Chino El Mandarín era más barato que el Potax y su
caja contenía más sobres que este.
Para mí madre no había comparación.
Para mí madre no había comparación.
Por el barrio no pasaba el hombre del cornetín como en el del
Raval. El hombre del cornetín iba con un caballo y arrastraba un carro que daba tumbos encima
de un empedrado desigual, anunciando la recogida de la
basura. Siempre después de las seis de la tarde.
Todo lo que
trasportaban de Barcelona, lo inservible, lo abandonaban casi a la puerta de casa, al otro lado
de la montaña.
Los vecinos nos veíamos obligados a utilizar el ingenio para
hacer desaparecer lo primero que creó el ser humano: la basura.
La mayoría aprovechaba
la bajada diaria en búsqueda del tranvía para dejar por el camino el paquete envuelto
en papeles de estraza con los restos del día anterior. Otros las enterraban, los
menos las quemaban.
Las botellas no. Eran todas devueltas y aprovechadas una y
otra vez, menos las del champán, que esas las compraba el padre de Pata Palo
junto con los trapos, los diarios y el cartón.
En los tiempos en que todo en casa era normal, y antes de su
desaparición, el hombre que se acostaba
con mi madre, mi padre, se afeitaba cada noche a la luz del quinqué con una
máquina que para que funcionara se le había de colocar una hoja de afeitar. Palmera
se llamaba.
Al caer la tarde se sentaba frente a un espejo triangular,
uno de los cantos siempre estuvo roto, y allí junto a una cacerola de agua
caliente, la misma que después se utilizaba para calentar la leche, introducía la brocha con forma de pincel hasta dejarla empapada.
Se humedecía la cara, la mezclaba con un producto del que
salía una espuma blanca, sin fin… Y es allí donde se producía el milagro. Una faz rasurada y un olor a limpio.
Ni mi madre ni yo teníamos nada que objetar.
Aquello era un rito y por lo que decía el Grabao, todos los
hombres lo hacían y a uno no se le podía considerar hombre hasta no haberse
afeitado por primera vez.
El Grabao lo intentó, pero lo único que sacó de aquel experimento fueron unos
cortes, unos granos posteriores y la bofetada que le arreó su padre por haber
malgastado una hoja de afeitar, que según las propias palabras de la Azucena,
su hermana, eran de las “extranjeras”.
En las barracas, doy fe, las caricias y el dinero siempre escasearon
por un igual.
Recuerdo un terremoto pequeño en las falda de esa montaña ,digamos que yo estaba en la barraca empezando la subida 50 metros de las piscinas dejando el cole a la izquierda justo la falda de la misma, el cole no existe pero si las piscina.salut
ResponderEliminarTus textos debieran ser de lectura obligatoria para tanto niño mimado -y niña- de esos que pueblan el presente y se quejan de todo. Un personaje creo que de Ruth Rendell resumía sus aspiraciones vitales en intentar no hacer daño a nadie, intentar que no se lo hicieran a él, no pasar hambre, no pasar frío y no quejarse.
ResponderEliminarComença a ser hora de parlar ja de donar forma a aquests textos Miquel, estic amb Júlia, haurien de ser de lectura obligatoria. Ja en parlarem...
ResponderEliminarsalut
Por los años 60 y algo, JESÚS PECECILLO,el poblado de barracas que estaba que estaba bajo la piscina, sufrió un deslizamiento.
ResponderEliminarHubieron muertos y parte de aquel poblado desapareció.
No hace mucho pasé por allí y pude recordar borrosamente donde estaban situadas. Alguna señal queda, como escaleras interiores bajo los matorrales.
A ver si encuentro alguna foto de aquel poblado
Salut
Son textos muy simples JÚLIA.
En si es tal como lo explicas.
Las personas eran tan simples como estos textos. No tenían más aspiración que el vivir con dignidad. Faltaba mucha, mucha base, mucha cultura, mucha, JÚLIA, y eso hacía que no se pudieran expresar de otras formas más que a veces las violentas.
¿ Donde era el centro de reunión de los vecinos ?, pues en el bar, porque casa practicamente no tenías, ni espacio, ni comodidad, ni agua corriente, ni wc, ni electricidad.
Pero yo las veía reir. Escuchaba cada mañana la gente que iba a trabajar silbando, ¡ lo prometo ¡.
Hemos de aprender a vivir JÚLIA. esto de la vida es una estafa que se pasa rápido y muchos no hemos aprendido nada.
Un abrazo y un beso
salut
De tot el que narro, la cosa que més m'afecta, ja veus a la meva edat , és el del meu pare.
D'altra banda estic mes que content d'haver viscut allò FRANCESC PUIGCARBó. Diuen que el que no mata et fa gros.
Per a mi va ser una bona escola.
Salut
Miquel, yo conoci el Flan Chino Mandarin y pensaba que era el plato oficial chino, ,mi madre hacia el "guirlache" con azucar y me encantaba.
ResponderEliminarA pesar de la crisis y tal, tenemos tantas cosas que ya no sabemos cual tiene valor y cual no.
Un saludo y haz caso a Francesc, que sabe lo que dice.
Miquel dijo...
ResponderEliminarPor los años 60 y algo, JESÚS PECECILLO,el poblado de barracas que estaba que estaba bajo la piscina, sufrió un deslizamiento.
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No recuerdo los detalles yo debería tener 4 años ,pero si recuerdo que teníamos una palmera , y la amiga de mi madre que me cuidaba en la chabola (su casa) jamas conoció un mono en la Ciudadela que subiese tan alto,la tenia aconjoná ,salut
La leche ¡¡¡¡ JESÚS PECECILLO..
ResponderEliminarBuscaré datos , pero tardaré .
Parece mentira pero hay trozos ue se nos pierden
Un abrazo
TEMUJIN:
ResponderEliminarla leche bíblica....No sabía que por Burgos en los años 65/70 existiera el flan Chino El Mandarín en Burgos y aledaños.
Aledaños por lo pueblos de alrededor lo
Joder que se ha cortado :
ResponderEliminarQuería decir de aledaños por lo que era la capital.
Eso presupone que el Flan Chino no era necesario sólo de Barcelona...
Hablamos de un tiempo en que la AUTARQUIA (palabra que los jóvenes no saben lo que es) se debiera definir, para y por la industria.
Un abrazo¡¡¡¡¡¡¡¡
¿desconocias que China es un barrio de Gamonal?
ResponderEliminarSi, TEMUJIN. Lo desconocía
ResponderEliminarSalut
No recibirías demasiadas caricias de peque pero ahora escribiendo sobre aquello.. las regalas MIQUEL.
ResponderEliminarLeerte los fragmentos en letras de tus recuerdos es como instalarse en en la versión catalana de Cuéntame en tu barrio. Todo, tal cual lo cuentas se ve y siente todo. Desde esas marcas de las cosas pequeñitas del día a día en las que quizá nade reparaba y jo! qué memoria...qué bien ilustran tus relatos.. a esas pinceladas que escribes como quien no quiere la cosa que lo tiñen todo de esa melancólica tristeza sonriente tan típicamente tuya... mil gracias. Cuando edites el libro avísame por favor... te prometo que si puedo voy a su presentación .. ¡palabra! más que nada para presumir de que conozco al autor:-)
Muuchos besos y .. ¡hasta prontito! espero... en cuanto se me pase el miedo a septiembre:))
Todo despacito, sin prisas.
ResponderEliminarNo soy escritor MARIA, soy un narrador copión. Frases cortas y situaciones vividas. ¿ Qué haré cuando acabe sino se describir otras cosas... ?
De momento hay para algún capítulo más, no creo que muchos más, porque sino todo se hace repetitivo, pero las marcas de los productos y las situaciones de algunas cosas dan para un trocillo mas de letras.
Un bso.
Y si, te aseguro que si algún día esto se publica (que llevará a una pequeña revisión y demás)serás avisada...
Un abrazo y gracias..
salut
Yo también creo que estos escritos los tendrías que unificar y dar cuerpo. Un libro de capítulos de pocas páginas. El titulo ya le va bien.
ResponderEliminarOk . FRANCIS BLACK, no me gustaría que mi memoria se debilitara y se perdieran cosillas por el camino.
ResponderEliminarUn abrazo
Salut
Miquel dijo...
ResponderEliminarLa leche ¡¡¡¡ JESÚS PECECILLO..
Buscaré datos , pero tardaré .
Parece mentira pero hay trozos ue se nos pierden
Un abrazo
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He tenido un lapsus,era una higuera por eso me subía
Hi ha dies que encara em torna el record de l'olor de Zotal.
ResponderEliminarEls teus relats no són senzills, Miquel. Mai és senzill allò que és capaç de transmetre emocions. I aquestes emocions són les que permeten que el relat tingui quelcom d'universal. L'experiència transcendeix perquè la lectura la fa comuna. Els teus relats, després de llegir-los, ens fan diferents. Ja no es pot viure sense ells.
Salut ENRIC H MARCH ¡¡¡
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