En nuestra vivienda no hacía falta despertador. En las
contiguas, tampoco.
A partir de las cinco de la mañana, bajaban de los
Tres Pins las primeras andanadas de mano de obra.
Desfilaban por el sendero que concurría a la ciudad, y que
bifurcaba por un lado, a la izquierda, hacia a la Plaza España, y por el otro,
en línea recta, al Paral lel.
El sonido de las voces y las premuras de las prisas tapaban
toses mal apagadas.
La mezcla de imprecaciones solo superadas por las quejas,
se empezaban a escuchar al tropiezo de las chirucas contra lo que quería
recordar un pavimento que solo llegaba a barro prensado. Y entre juramento y juramento, el silbido del tema de moda:
Soy Minero.
Fue con el tiempo que las cosas dejaron de valer perras
gordas para empezar a cotizar en pesetas y en duros.
Cuando el champú llegó en forma de máquina automática al
colmado de Don Cipriano, el revuelo fue tan grande que las existencias se le
agotaron en media mañana.
El nombre de máquina expendedora era tan extraño que solo por
utilizarla éramos capaces de repetir la compra un par de veces.
Fue el champú Sindo, que venía envasado dentro un plástico
trasparente en forma de rombo y al precio de una peseta, el que inauguró el
automatismo en la tienda de don Cipriano.
Insertar la moneda, ponía en el mando de instrucciones, y
hacer girar la palanca hasta que salga el producto.
Funcionaba.
Aquella bola acristalada quedaba toda la noche a merced de
quien la quisiera utilizar. Así, dormían al raso innumerables bolsitas de
champú, y con él, el dinero de las que
ya no estaban.
Nunca se tuvo constancia de que faltó ni lo uno, ni lo otro.
Y del éxito de aquella máquina a la sombra del colmado, la
del estanco, expuesta como aparador en la puerta exterior del establecimiento. Celtas
cortos y largos. Bisonte. 46 y Ducados; Rex.
1 X 2 y Lola. Kaiser de cartón duro… Todo con los precios puestos tras el cristal. A once pesetas el rubio, a duro los normales, y a cuatro pesetas los Celtas cortos.
En Can Valero, nadie
hizo desaparecer nada, y si algo desaparecía, se volvía a encontrar por si solo.
Desprenderse de cuatro pesetas era mucho desprenderse, aunque
fuera por un paquete de tabaco. Eso lo sabía la Virtudes, vecina de la
chatarrería de Don Genaro, el padre de Pata Palo.
La Virtudes tenía un puesto callejero en el Raval. Entre Rondas de San Pablo y la calle la Cera,
chaflán Escolapios.
Una mesa plegable con un vidrio por mostrador y en donde solo
y a la vista del público, vendía chucherías y caramelos mentolados. Le acompañaba siempre una silla, también plegable, y un
abrigo que hacía las veces de almacén.
A la no vista del público, y en su abrigo plagado de secretos,
La Virtudes llevaba tabaco de todas las clases y que vendía por unidades.
A un real el Celtas corto y a cuatro el rubio americano. Cuatro reales no sonaba tan caro como una peseta.
La Virtudes fiaba.
No había en el colegio quien no le debiera dinero.
Y no había dinero que no hubiera pasado por mano de La
Virtudes.
La Virtudes también vendía cerillas, piedras de mechero y
unos globos envueltos en papel de estaño que nosotros jamás pudimos ver, pero
que sabíamos de su existencia porque, como decía mi madre, las cosas más se
saben cuanto más se quieren esconder.
Jamás nadie nos explicó para que servían unos globos que no
te dejaban ver y con los que no se podía jugar.
Azucena, su hermano el Grabao, Mochuelo, Pata Palo y yo,
llegamos a la conclusión de que aquella era la prueba definitiva de que los
mayores eran gente rara, y que a veces, para evitar males mayores, no se les
debía de contar toda la verdad.
Buena conclusión. Yo tampoco te lo sabría decir qué eran esos globos envueltos en papel de estaño.
ResponderEliminarPreservativos no creo, no?
Me río porque lo del papel de estaño para la estaca suena demasiado a caza de Vampiros no?
Ahora que, con lo raritos que son los mayores no me extrañaría...
Petons :D
aquestes bossetes romboidals les recordo d'un xampú de color de whisky, però crec era un altre nom que ara no em ve al cap.
ResponderEliminarsalut
GEMMA, si, eran condones, preservativos que se les llama ahora, y que los empaquetaban por unidades en papel de estaño, llamado después papel Albal (por su localización de fábrica) y ahora, mas modernos y a la "page" papel de aluminio.
ResponderEliminarY en referencia a los mayores, después de muchos, años sigo pensando lo mismo que en aquella época y ahora con más base, experiencia le dicen
Salut
Una abraçada.
Si las de ou i brea FRANCESC PUIGCARBO, més la marca primera a Barcelona en aquestes máquinas va ser la del Sindo.
Salut
Salut
¡Buenos días Miquel! Ahora por motivos de trabajo no dispongo de mucho tiempo para publicar y mucho menos para visitar blogs; pero el leer un pedazo de tú historia no tiene precio. Así que sigue contando esa parte de tu vida que aun siendo cruda el escritor que llevas dentro ha sabido retener lo mejor de ella, pues la describes deliciosamente encantadora.
ResponderEliminarUn abrazo amigo en la distancia.
Intento poner bajo la excusa de lo pasada, lo que nos fue presente.
ResponderEliminarGracias por estar CANELA 988
SALUT
No he dejado nunca de visitarte ni de leerte.
ResponderEliminarUn fortísimo abrazo.
Una vida esclava la de los de tienda de niños, eso si es ganarse el pan céntimo a céntimo. Los que conoci, vivían en la tienda siete días por semana diez horas al día y ninguno fue rico.
ResponderEliminarUn abrazo PEREZ MASSó, un abrazo
ResponderEliminarAhh TEMUJIN...en todas partes cuecen habas que se decía en los pueblos.
Un abrazo
salut
Tinc a casa bosses de Sindo per estrenar. Els temps retingut dins d'una bombolla.
ResponderEliminarDels globos en vaig tenir notícia pel oncle, que només em portava 14 anys. Després vaig descobrir que el meu pare també en tenia i els hi vaig començar a robar... per necessitat. La vida va començar a somriure aviat.
jejeje ¡¡¡ vaja ¡¡¡
ResponderEliminarSalut ENRIC H MARCH...