Capítulo XXVII
Pata Palo no solía subir las escaleras que
llegaban a la puerta de nuestra barraca.
Ni esas, ni ninguna, a excepción de unos peldaños construidos por su padre que le abocaban
al recinto donde tenía la chatarrería.
Generalmente éramos nosotros, Mochuelo, Azucena, su hermano "el Grabao" y yo, los que íbamos en su busca.
Quedábamos en las puertas del Funicular,
casi a pie de la carretera de Montjüic, que también hacía de divisioria entre las chabolas de Can Valero Gran y las de Bajo Piscina. Allí, y casi al caer la tarde, si las
circunstancias hacían que no nos
hubiéramos visto antes, cambiábamos las impresiones de la jornada.
Cuando del bolsillo de sus pantalones largos (Pata Palo era el único que los llevaba), salió aquella pequeña caja rectangular con una bandera grabada al margen, quedamos
sorprendidos.
La había encontrado entre los cartones que
su padre se agenció la tarde anterior y dejó amontonados en la chatarrería.
En realidad, el oficio de los padres de
Pata Palo era el de “Trapaires”.
Lo recogían todo y de todo hacían buen uso. A veces se hacían con cosas interesantes, las mismas que tiempo después, sino las habían vendido antes, colmaban las estanterías de su chabola, que por ser, era la que tenía más botellas llenas en la estantería de su cocina.
Lo recogían todo y de todo hacían buen uso. A veces se hacían con cosas interesantes, las mismas que tiempo después, sino las habían vendido antes, colmaban las estanterías de su chabola, que por ser, era la que tenía más botellas llenas en la estantería de su cocina.
El envoltorio era de lo más serio: Agua
del Cármen, decía. Más abajo la bandera de España, que iba de una punta a la
otra. Pero más nos intrigó su interior; una pequeña hoja, con letras más pequeñas y con un texto incluso más complejo
de comprender. Practicaménte indescifrable: Elixir interno y externo.
“Para problemas regulares de la mujer”,
era el párrafo final.
Era imposible, según nuestro criterio, que un jarabe se pudiera
usar para beber y al mismo tiempo que sirviera como una pomada. Y más, ¿ qué
problema eran esos que sólo tenían las mujeres y que los hombres no ?. Y más,
¿qué quería decir regulares ?
Tan
siquiera la Azucena, la hermana de "el Grabao", sabía la respuesta, y eso que en
cuestiones de ciencias, la Azucena era un lince.
Era la única de los cinco que sabía
descifrar sin temor a equivocarse los sabores de las cuatro gaseosas que se
consumían en las barracas: la Gigante, la Stel, la Rumbo y la Casera.
Ella, la Azucena, prefería la Rumbo a las
otras tres. Decía que su sabor era más parecido al limón. A su hermano, "el Grabao", no le parecía mal,
porque entre otras cosas se quedaba con el cromo que venía enlazado en el
cuello del envase, y ni Mochuelo, ni Pata Palo, ni yo teníamos agallas para
impedirlo, porque a "el Grabao" había que irle con tiento.
Quizá también, por que en mí haber existía otro tipo de interés,
jamás desvelado por cierto, para tenerle contento y que no se metiera conmigo
en lo referente a su hermana.
Pero la Rumbo costaba una moneda rubia de 2’50 y
la Gigante era a peseta con cincuenta y
dos perras gordas, y eso en nuestra economía se hacía notar, y en este tema Pata Palo, Mochuelo y yo estábamos de
acuerdo.
La Casera era para paladares refinados, decía Azucena, pero no llevaba cromo, y precio por precio, mejor que no. Y la Stel quedaba relegada, porque según la Azucena, el gas que tenía le producía ardor de barriga y le daba flatos.
La Casera era para paladares refinados, decía Azucena, pero no llevaba cromo, y precio por precio, mejor que no. Y la Stel quedaba relegada, porque según la Azucena, el gas que tenía le producía ardor de barriga y le daba flatos.
Sólo había una persona en la que teníamos
depositada la suficiente confianza para resolver aquel enigma que no dejaba de
sorprendernos, y ese era don Cipriano, el de la tienda.
Convenimos que don Cipriano era un hombre
acostumbrado a tratar con mujeres y que por eso, y sólo por eso, habría oído
hablar de “los problemas internos y externos” de la mujer.
A decir verdad a mí madre jamás le vi otro
problema que lo rojo de sus ojos, pero eso era debido, según ella, a la luz del
keroseno del candil para coser por las noches.
Y debía de ser cierto, porque a otras
madres no les pasaba lo que a la mía, eso si, a las otras madres en ocasiones
les salía alguna mancha morada en la cara, pero eso no era regular, y por lo
tanto no debía ser el problema.
La seguridad de don Cipriano en la
respuesta fue contundente:
Las mujeres tienen dos problemas
fundamentales, nos dijo sin titubear y dictando sentencia.
El
primero es el de trabajar en la casa,
que siendo un problema físico –nos explicó con cara de máxima autoridad en la
materia mientras miraba de reojo que no desapareciera en nuestras manos ningún producto de la tienda-, hace que siempre se acaben cansado; y el
otro, y no menos importante, es el problema
de pensar en la comida de cada día, que ese, siendo circunstancial, deriva a un
problema mental y por lo tanto interno, problema que él sabía positivamente que tenían, porque
precisamente se dedicaba a ello en cuerpo y alma y que por eso el Agua del
Carmen lo ponía bien claro en el folleto.
Esa respuesta fue seguida de una
aclamación por parte del grupo.
De allí se explicaba lo de externo e interno, y
aquella era la respuesta.
Otra vez no nos defraudaba y, dejaba claro
que don Cipriano era un hombre de mundo acostumbrado a saber tratar con las
personas.
Jamás supimos cual fue el motivo de que
nos invitara después de su alocución a una bolsa de patatas fritas y a un Sugus
por cabeza (don Cipriano todo lo apuntaba sino llevabas dinero), si por la respuesta tan contundente que hasta
a él le dejó convencido de su saber, o porque al final de la explicación hubo
ese júbilo compartido.
Pàgines viscudes. Quan vaig començat a treballar amb l'aigua del Carmen ens feiem cubates a la feina.
ResponderEliminarSALUT
Qué inocencia de teníais, bonita historia como siempre Miquel.
ResponderEliminarUn beso y bon dia.
jajajaja..aquesta és bona...FRANCESC
ResponderEliminarSalut
Los crios siempre serán crios, MTRINIDAD..así es la vida.
Un beso
Una duda: ¿Trapaires o Drapaires? ¿Con trapo o con drap? El capítulo, magnífico, el libro debe ser editado cuanto antes.
ResponderEliminarComo la mayoría de personas del poblado eran in-migrantes (de Murcia habían muchas), el habla era la castellana -no recuerdo a nadie hablar catalán de todo aquel tinglado de barracas-, y siempre escuché que eran "trapaires"; bien es verdad que deberían haberse denominado "traperos". Pero aquí, y tienes razón, creo que hubo una derivación de la palabra catalana "drapaires", y en vez de drap le antepusieron trap.
ResponderEliminarQue yo recuerde , y ahora la memoria me empieza a fallar, siempre íbamos al "trapaire" y no, ya te digo, al trapero.
De los capítulos anteriores, Francesc ha corregido alguna forma errónea (cuenta que yo no he estudiado estilo ni nada que se le asemeje) pero no ha tocado nada porque dice que lo bueno está en la manera de redactarlo. Me faltan no más de tres capítulos porque he de mirar de redondear el final.
Un abrazo y gracias Albert.
Don Miquel, ya sabe usted que estoy rendido a su prosa.
ResponderEliminarY yo a tus conocimientos...ENRIC H MARCH
ResponderEliminarSalut
Extraordinari, Miquel, escrius de conya!!! Moltes felicitats, és un plaer llegir aquests capítols
ResponderEliminarGracies, EL PELETERO
ResponderEliminarSalut
Un magnifico capitulo que me recuerda el estilo de Marsé en "Un Dia Volveré".
ResponderEliminarLa cantidad de ancianas que recuerdo que hacían su vida mas llevadera con "Agua del Carmen" o con la de los Carmelitas. Pobrecitas mías, ahora las recuerdo con mucha ternura.
Eso, porque no habían descubierto el orujo gallego casero que compartimos Timoteo y un servidor.
Un abrazo.
ResponderEliminarEl agua del Carmen la repartían las monjas a las niñas que tenían "malestar", sin discriminar dolor de tripa, mareo o ganas de escaquearnos de clase para pasar un rato con la monja de la portería. Sobre un azucarillo vertían unas gotas. La primera vez que probé un pastisse me recordó el mismo sabor que el agua del carmen.
Miquel, tu crónica sentimental siempre toca algo sensible de nuestra memoria. Gracias.
fue un gusto leer este magnífico relato
ResponderEliminarsalut
Timoteo es terrible ¡¡¡¡ jajajaja
ResponderEliminarSalut RODERICUS
Gracias a ti AMALTEA
Un abrazo
Gracias OMAR EBNLETRASARTE
Salut
Un fragmento más. Extraordinario. Ya falta poco, manos a la obra y ya está.
ResponderEliminarUn abrazo
Francesc Cornadó
Un abrazo
ResponderEliminarSalut FRANCESC CORNADó