Fue apoyado en la baranda del puente de San Saturio cuando Marcelino se dio cuenta de su error.
Inadvertidamente había traspasado media España para visitar la ermita soriana, la de San Saturio. En el camino se encontró con un temporal de lluvias, y con él, la sorpresa de cumplir casi los cincuenta años.
En ese casi medio siglo de vida la visión que se cernía delante sus ojos le hizo comprender que la vida podía ser vivida sin desesperarse.
Estaba a pies del Duero. Toda una amalgama de objetos eran empujados por el agua en su desesperación por encontrar una vía de escape. Las lluvias torrenciales de días anteriores habían logrado superar el cauce, y este, desbordado, iba buscando aliviaderos.
Troncos de magnitudes considerables, ramas, cañas...todo lo que la corriente podía arrastrar y que estuviera a su alcance era presa del mismo furor. Todo era trasladado hacia un destino incierto.
Observó también, que en ese mismo tramo los "zapateros", insectos insignificantes que apenas podían pesar un par de gramos, no se retiraban, antes bien seguían en su ambiente. Pensó que su sistema de vida era aquel, el rio, y que este se lo llevaba todo a su paso sin respetar ninguna ley. Consideró que ellos, los zapateros, comían, bebían, hacían el amor, depositaban sus larvas y morían allí, y que a pesar de la corriente, para seguir viviendo en su hábitat, en el único que sabían subsistir, debían mantenerse al margen, siendo allí, en el margen, donde se librarían de toda la vorágine que el sistema les sometía y que él, oficinista mal pagado, en un alarde de ironía apuntó una vez en una libreta.
Recordó algunos de los componentes que él denominaba "sistema": prisas, ruidos, propaganda, atención al cliente -aquí se paró a pensar que nunca supo discernir eso de la atención al cliente cuando es imposible que te cogan el teléfono sino han pasado más de cinco minutos-, aglomeraciones, colas, el trabajo en si, o sea, el miedo a perderlo y el miedo a que el mismo trabajo insoportable se eternice; también el insomnio...toda una lista que aún no tenía acabada pero que intuía le faltaban muchas cosas por apuntar.
Sin dejar de mirar la corriente y a los zapateros caviló sobre el hecho.
Pensó que se le había concedido aquello que había venido a buscar sin poner el pie en la ermita, y que no había casualidades, sino causalidades. Se dio cuenta del mensaje que había recibido y esbozando una leve sonrisa se dirigió a la ermita, sólo unos cuantos metros más arriba, al pie de la montaña; sino tenía más remedio que vivir en el sistema, se dijo, podía mantenerse en la orilla.
Dejar que la corriente arrastrase lo que quisiera, pero no su vida.
Volvió a mirar a los insectos que girando sobre si mismos, danzando sobre otros y bailando sobre pequeñas briznas iban moviéndose con elegancia sobre aquella agua turbia llena de incógnitas.
Iba a dar las gracias. Había encontrado la respuesta.
D'aixó se'n diu prendre la decisió correcta, viure la Vita Beata. Encara que soni a utopia, és posible.
ResponderEliminarSalut
Un estupendo relato.
ResponderEliminarpodi-.
Es cuestión de adaptarse al ambiente.
ResponderEliminarMuy buen texto, Miquel.
Un abrazo
F. Cornadó
Si pudieramos engañar a la tensión superficial y caminar por el agua,pero no,es imposible.Tenemos que pisar en tierra firme,para al menos sobrevivir.
ResponderEliminarSaludos.
Tal vez la casualidad es una manifestación tangencial de la causalidad. Me ha gustado mucho, me ha traído viejas imágenes personales. Graciès.
ResponderEliminarEn los pequeños ríos gallegos del interior son un especie muy abundante, y su presencia es todo un indicador de la salud del agua.
ResponderEliminarUn buen relato sobre nuestra búsqueda de la trascendencia, y de las inesperadas respuestas que podemos encontrar.
Si existe la reencarnación, yo quiero hacerlo en la forma de una lagartija en un balneario.
Un abrazo.
Es molt posible, FRANCESC PUIGCARBó
ResponderEliminarSalut
Simple, pero te aseguro que real, CARLOS PORTILLO -PODI-
Salut
Y relativizar, FRANCESC CORNADÓ
Salut ¡
Ayy CAR RES, cada vez nos lo ponen más difícil eso de vivir..cada vez más.
Un abrazo
A ti por acompañarnos, FACKEL. La ermita de San Saturio la llevo en la memoria.
Salut
jejejeje....No se mucho de estos insectos, RODERICUS, gracias por acotar un poco más. Tengo miedo de reencarnarme en rueda...¿te imaginas toda la vida dando vueltas?...
Cuidate , que quedamos pocos.
Salut