Los colores de mi bandera.

Barracas de Montjuïc. A la izquierda, Las Tres Chimeneas. 

Vivo en un cuarto piso, a contrasol. En un barrio a la izquierda del Eixample, Sant Antoni. Desde hace un par de años se ven algunas insignias, no muchas en comparación con balcones que no las han colgado, me refiero a banderas esteladas. 

Mi bloque es especial. En el segundo piso tengo una vecina que ronda la cincuentena, donde ella si ha puesto de lado a lado del balcón la enseña catalana.

Cuando digo que mi bloque es especial, me refiero a que si en comparación de las esteladas, conforme a quien no las ha puesto, es grande, más extraño es ver colgada una bandera de España. Y eso es lo que tiene colocado mi vecino del quinto.

Hace una semana que a las 10 de la noche empiezan a sonar cacerolas. Generalmente lo hacen desde las casas que tienen la representación catalana en su exterior. Así, la del segundo piso, saca su juego de cacerolilla y tenedor, y empieza a batir sin compasión aquel minúsculo cubículo, con tanta fuerza que me da la sensación se nos va a desmayar en el intento de sacarle el mayor partido posible de sonido.

El del quinto, pasado el segundo día de batiburrillo, le gritaba diciendo que tenía un hijo pequeño, que este tenía que dormir y que se metiera el ruido por no se que parte (la parte no llegué a escucharla debido al ruido).

Ayer, mi vecina del segundo volvió por sus fueros, con más ánimos si cabe. Y mi vecino del quinto ha optado por tirarle balcón abajo un cubo llego de agua. En esta tesitura llevamos dos días.

Resultado. Yo no he colgado jamás ninguna bandera. Mís trapos son otros, y esta guerra, a mi entender, es política y no personal. Pero la señora del segundo, ajena a mís argumentos, invade mi espacio con su ruido y el señor del quinto, pasa de mís quejas, e invade mi espacio con su agua, porque antes de llegar al segundo pasa por el cuarto.

Total, que el jodido soy yo, simple espectador, por unos y por otros.

Y lo peor, los dos quieren que tome partido, porque los dos dicen estar convencidos en sus argumentos, olvidándose de que a quien están incordiando es a mi, que también soy propietario de parte del inmueble.

He pensado en colgar mi enseña particular, a modo de insignia, pero resulta que lleva algo así como el nombre de un país, Klein, y no deseo hacerle propaganda a nada ni a nadie, por lo que he renunciado.

Pero miren por donde, he topado con una foto de aquellos gallardetes que enarbolaba  mi madre entre dos mástiles, en Can Valero Petit y que además,  daban señas de identidad al poblado.

Aquellos eran mis colores y con ellos, mi bandera.