Lluis es quizá uno de los mejores escritores que han pasado por Recónditos. Los hay muchos, muchos y buenos, pero Lluis, para mi, insisto, es uno de los mejores.
Les dejo su último escrito, créanme, no tiene desperdicio, ni una pizca de desperdicio.
Es triste como la vida misma, porque la vida no es alegre, ni tan siquiera tiene momentos alegres, lo que tiene son dósis pasajeras de conformidad que nos hacen soportar el paso del trayecto en el que estamos por pura casualidad.
Lo dicho, les dejo con Lluis...¡ que cabrón ¡, que bien dice lo que quiere decir.
Hoy, la dirección de la escuela en donde he trabajado a lo largo de este curso me ha comunicado que no cuenta conmigo para el próximo. No ha sido una reunión tensa ni ha habido disgustos. Estaba cantado. Puestos a elegir, elijo cambiar, así que estamos de acuerdo y no hay objeciones ni despecho ni reproches. Cuando me marchaba para casa he recordado el primer día en este colegio. A primeros de septiembre también hacía un calor bochornoso. Mi primer recuerdo es la reflexión que me hice sobre el aspecto de búnker que presenta la arquitectura de la escuela. Como otras muchas. Muchísimas, por desgracia.
El centro está enclavado en el centro de un barrio con mucha inmigración, sobretodo magrebí. Aunque también hay niños y niñas de procedencia latina y alrededor de un 30% de autóctonos, todos castellanoparlantes. El barrio fué conocido años atrás por ser el epicentro de unos conflictos étnicos que dieron mucho que hablar en la prensa, y a día de hoy es uno de los colegios de primaria que se merecen el calificativo de "centro de alta complejidad" que otorga el estado. Por fortuna, si hay tensión étnica en el barrio está bastante dulcificada. No es fácil la convivencia entre humanos pero ahí estamos.
Soy maestro de primaria y mi condición laboral es la de "interino", como en la vida. El maestro interino es un trabajador de la educación que ejerce en calidad de grumete, contratado para una travesía y luego ya veremos. Eso tiene ventajs y desventajas que ahora no voy a precisar. Para vivirlo en paz solo hay que ser consciente de ello, y recordar que esa fué nuestra elección. En no querer ser funcionarios, elegimos la incertidumbre. O la incertidumbre nos eligió a nosotros, qué más da. Lo que me gusta de ésta profesión es todo lo que aprendo cada nuevo curso. Me lo enseñan ellos, esos niños y niñas que van a ser adultos dentro de un tiempo, que aprenden a serlo a veces incluso a pesar de sus maestros. Quizás alguno de ellos será mi médico del seguro dentro de unos años, o mi asistente social o mi cuidador de viejecitos. O el poli que me riñe, o el mangante que me atraca o el revisor del gas que me llama cada cinco años. O el tipo que malvive con su Pirmi y se la gasta en cañas sentado en un una terracita soleada. Y en cualquier caso los ciudadanos del futuro, el futuro de España está en sus manos. Pero, por ahora, en este presente contínuo del adulto, aprendo de su curiosidad, de su buena fe, de su confianza, de su inocencia, de su mala leche embrionaria, de su intuición.
Y de sus sentidos. Cuando encuentro una prenda de ropa extraviada, ellos la huelen y dicen: huele a Francisco. Y es de Francisco. Y si dicen huele a Salma, es de Salma. Eso me fascina y me pregunto: ¿cuándo se pierde esa facultad? ¿Porqué se pierde? ¿Qué otras facultades perdidas me pueden enseñar?
Es gratificante trabajar así, aunque sea a salto de mata y de escuela en escuela. Hay que aprender el significado real y profundo del término "desapego" y hay que trabajarlo en el aula: esos niños y niñas que he querido tanto durante este curso deberán vivir la pérdida de su maestro cuando vuelvan en septiembre y yo debo aprender a vivir mi propia pérdida, la de esas 25 personas de seis y siete años, con quienes tan bien lo hemos pasado juntos. Jugando, charlando, festejando e incluso aprendiendo como se dibuja el trazo de las letras o la descomposición de la decena. Eso no es nada fácil, pero la vida es así y esa va a ser mi última "lección". Aunque a mi el rollo magistral no me gusta nada.
El sujeto de la educación es el niño. No es el método ni es el maestro. No es nada más que el niño. Es el niño el protagonista de su aprendizaje, y yo he tenido el placer de acompañarles durante un curso en su viaje por el mundo. Quizás por esa perspectiva mía, tan privada como pensada pero también, quizás, tan personal, no he encajado bien en un colegio cuyo principal interés -después de cosechar buenos resultados académicos, hay que decirlo- es el asunto de la disciplina y el orden. Que los niños permanezcan sentados y en silencio, que solo hablen cuando el maestro les obsequia, arbitrariamente, con el derecho a hacerlo, y que cuando hablen lo hagan sobre el tema que toca. Parece muy difícil pedir todo eso a un ser humano de seis años. Incluso parece una pretensión contraria a la naturaleza, no solo a la del niño de seis años si no a la propia naturaleza humana. A mi no me parece que se deba respetar la idiosincracia del niño, si no la de la persona. Eso me parece "educación". Cuando la educación incluye la prevención, el respeto, la acogida incondicional del otro tal como es.
Cuando vi la silueta sobria de la escuela en la que he vivido un año pensé lo del búnker. Y ahora, cuando se termina, pienso que es un búnker. En muchos aspectos que no son arquitectónicos, si no de arquitectura mental. En cierto sentido lo he vivido como un fuerte, una posición avanzada en el linde del territorio enemigo: me duele que una escuela que podría ser un laboratorio de convivencia entre etnias y culturas actúe como un fortín numantino. Hay un día en que se celebra "el día de las lenguas maternas" y las familias de otras culturas entran en las aulas para explicar algunas cosas. Pero el resto, los 174 días restantes (el curso dura 175 días), son "los 174 días de la lengua catalana, que nunca es la materna". Hemos decorado los pasillos y las aulas, pero jamás hemos decorado esa fachada austera, murallesca, impenetrable. La fachada siempre muestra ese aspecto de empalizada. A lo largo del curso he pensado mucho en Foucault, pero también en la novela que más me ha gustado de Coetzee, "Esperando a los bárbaros".
Y sin embargo hoy no pienso ni en Foucault ni en Coetzee. Pienso en Malak, que empezó el curso sabiendo escribir apenas su nombre y lo terminó escribiendo un cuento casi dadaísta sobre ratones con nombres humanos que ocupa doce páginas, y pienso en Salma, que no hablaba con cristianos y ahora me cuenta su vida, y en Yahya, que lo suspende casi todo pero lo sabe todo, en Rosa, cuya vida es un via crucis y sin embargo se ríe y se ríe, en Omar, tan entusiasta que pretende ser astronauta, en Jan, que combate su déficit de atención con la valentía del héroe, en Francisco, que carga con las dificultades de la vida con una sonrisa, en Oscar, que se evade cual Philip K. Dick en sus mundos de fantasía, en Assía, que se despide de mi regalándome la receta de una tortilla marroquí y exquisita escrita de su puño y letra, en Marcos, que se ensaya de superviviente en un barrio complejo, en Daira, que sueña con princesas imposibles y buenas, en Steven, que sueña callado en los paisajes peruanos, en Maybelyn, que a veces me suelta una palabra en guaraní, y en la otra Malak, cuando me cuenta como es su casa en el pueblo de Marruecos, y en Rayan, que no se puede contener sus ganas de vivir, en Ada, que quiere saber como es el mundo, en Emily, ensoñada y bailonga, en Alfonso, que por fin se soltó y me dió su alegría infinita con esas carcajadas anchas, tan de negro africano, en Mohamed El Amin, que quiere saberlo todo de los meteoritos, y en la tercera Malak (perdóname el ordinal), que cuenta los pasteles fabulosos que hace su padre pastelero, en Douaae y sus silencios llenos de palabras y de anhelos, en Anás, tan discreto y tan listo, en Ismael, que me enseñó a ser paciente y confiado, en Marc Anthony, que me abraza cuando le reconozco su esfuerzo. Y en Dunya, que se preocupa y lucha para que todo salga bien, para que todos estén contentos, la que siempre pregunta: ¿a quién debo ayudar? (pero en realidad ya lo sabe).
A todos ellos no les deseo que sean felices, porqué eso es otro asunto. Espero que sean buenas personas y ciudadanos que sepan defender sus derechos. En el mundo más bien hostil que les espera. ¡Suerte y persistencia,
I sobretot que no escrigui sobre la política. Me l'he guardat com un petit tresor per rellegir-lo, com li dic a Lluís a la seva pàgina.
ResponderEliminarsalut
M'apunto la recomanació del Francesc. Més val deixar estar la política, de fet. És difícil pero ho he d'intentar.
ResponderEliminarHermoso texto, de los que hacen falta.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ho intentará FRANCESC...més crec será complicat.. jajajaja
ResponderEliminarUna abraçada
Amic LLuis..se que la foto que he puesto no es la mejor, ¡¡ pero es que no eres nada guapo ¡¡ y es complicao buscar otra foto más bella ...jajajaja
A mi me gustas así, tal como eres. Y escribe, escribe de lo que quieras..pero escribe.
Una abraçada i gracies per la teva entrada .
Ens veurem aviat.
Salut
Una pasada de bien elaborado . Dice lo que quiere decir, CAYETANO GEA. Dice lo que debe decir un buen pedagogo, tal es como considero a Lluis.
Un abrazote
salut
MIQUEL, és que sense la gorra no recon¡ec al Lluís, amb la gorra dona més bé.
ResponderEliminarSiii, cert, FRANCESC PUIGCARBó. Ara he posat un altre foto...igual de "feote" jajajaja
ResponderEliminarUna abraçada
Perdonad la intromisión en una conversación casi privada.Soy la mamá de uno de los 25 hijos de Lluís, siguiendo el hilo de los comentarios, en un día triste para las familias. Pero me han sorprendido los comentarios sobre la foto... Voy a romper una lanza a favor de Lluís: Ya quisieran muchos hombres guapos ser atractivos como él.
ResponderEliminarJajaja..Está si que es buena PAMELA NAVARRETE.
ResponderEliminarMuy bien por escribir, Pamela.
Gracias por compartir con nosotros el taranna de LLUÍS.
Un tipo extraordinaro...pero no me negarás que guapo, lo que se dice guapo...
Un abrazote y decirte que lo siento pues tu hijo/a se queda sin un buen maestro.
Gracias por estar
Yo creo que la belleza es relativa, como muchas otras cosas... depende de los ojos que miran, y lo que hay detrás. Gracias por las condolencias. Nuestras hijas, e hijos, van aprendiendo poco a poco sobre las pérdidas (y mejor que sea poco a poco, no abruptamente!). La última lección de Lluís es así.
EliminarMi respetada ( y esto va muy en serio por lo que voy a poner a continuación):
ResponderEliminarDice mucho de ti, mucho, mucho, que teniendo, como he visto que posees, cargos de responsabilidad, lleves a tus hijos a colegios públicos. Eso, a lo único que te lleva a pensar es que la persona que escribe lo hace acordes a sus ideas.
Y lo segundo, y por el Lluis y lo que representa para él el colegio, la enseñanza, sus 25 hijos y el futuro que les deparamos. Lluis es un tipo que es un apasionado de la enseñanza. Se que sabes como yo, que cada vez, y en este país, la cosa se hace más complicada, pero él no ceja.
Y entre tu y yo, hace tiempo que he empezado a enamorme de él, nooo, nooo, no por ahí, sino porque me recuerda lo que nos decía Marta Mata ..¿te acuerdas de ella?, otra gran olvidada del sistema, decia: "...Me gustaría conseguir una escuela en la que yo (si fuera una niña) estuviera a gusto, me sintiera querida, escuchada, bien recibida..." No habla de imponer nada, sino de recibir todo.
Un beso de lo más efusivo, de verdad.
Gracias por hacernos partícipes de tus pensamientos.
Salut
Gracias por tus palabras, aunque lo de las responsabilidades es algo exagerado, soy una modesta periodista. Elegí la escuela pública, en concreto esta escuela, pero confieso que soy un mar de dudas no porque sea pública, sino por múltiples factores que no vienen al caso. No ayuda el desencaje de una figura como la de Lluís en un centro así.
ResponderEliminarPor lo demás,seguiremos luchando desde nuestras humildes posiciones a ver si un día las palabras de Marta Mata, y los deseos de Lluís, se hacen realidad.Un abrazo a todos.
Qué distinto sería el mundo con maestros como Lluís. Emocionante y auténtico, nos refresca la vida conocer la experiencia de este maestro,un hombre que camina sin muletas ni prejuicios, al paso de su buen corazón y su inteligencia.
ResponderEliminarAbrazos
Nada que decir a lo que nos has aportado, AMALTEA.
ResponderEliminarTu también tienes el placer de conocerle, pero lo explica tan claro, tan sin ambigüedades, tan certeramente conciso que cuando lo lees te pones en su piel.
Un abrazote de lo más cálido...Cuidate mucho ¡¡
salut
Estimado LLuis, te voy a poner unas palabras de Ernesto Sábato, que creo, es uno de los mejores escritores argentinos . No le hizo falta más que escribir cinco libros, cinco, y en uno de ellos, no es menester decir cual, escribió esto:
ResponderEliminar" la inmensa mayoría escribe por motivos subalternos, porque busca fama o dinero, porque tiene facilidad para hacerlo, porque no resiste la vanidad de verse en letras de imprenta, por distracción o por juego verbal. Quedan entonces los pocos que cuentan, esos que señala Kafka, los que obedecen la oscura condena de testimoniar su drama, su perplejidad en un universo angustioso, sus esperanzas en medio del horror, la guerra o la soledad. Son los testigos, es decir, si atendemos a la triste etimología, los mártires de su época. Son seres que no escriben con facilidad, sino con desgarramiento, hombres que un poco sueñan el sueño colectivo, expresando de este modo no sólo sus propias ansiedades, sino las que siente la comunidad en que viven..."
Y eso , amic Lluis, es lo que pienso de tu escritura, de tu modo de ver las cosas, de tu comportamiento y de tu fidelidad para contigo y con los demás, pensando en que los demás son niños, o sea, nuestro futuro.
Gracias.
Salut
Gracias por citarme a Ernesto Sábato, un autor que me conmueve y que no olvido jamás. Le descubrí gracias a "El túnel" y me llenó el alma con "Sobre héroes y tumbas", que debería releer ahora, pasados 25 años de aquélla lectura. Me identifico mucho con esas palabras, lo de testimoniar el drama, la perplejidad o la esperanza.
ResponderEliminarSobre ser guapo, guapote, feo, feote, atractivo... me divierte mucho que se hable de eso (has empezado tu, por cierto). Los tipos vulgares, semíticos, bajitos e introvertidos solo podemos aspirar a interesantes o a encantadoramente tontos, que ya es mucho.
Yo me quedé prendado con Abaddón el exterminador. Una narración escrita en primera persona que cuando la escribió ( lo hizo por el 70 y se imprimió en el 74) fue premonitorio de la situación argentina, con sus desaparecidos (30.000) , sus torturadores (la presencia del Mal es constante en la obra); y su final apocalíptico.
ResponderEliminarHe de volver a leerla pero me temo que no la podré digerir tal como lo hice en mi juventud, ya sabes que me estoy haciendo viejo y eso trae consigo más sentimentalismos.
Y si, estoy contigo, además de lo que has dicho sobre los semíticos, soy gordito y un poco mal hablado...pero me defiendo leyendo...algún arma tenía que poseer.
Un abrazo