Aquella mañana el taller se volvió a quedar a oscuras, nadie se extrañó. Venían siendo habituales los vuelos al atardecer sobre el cielo de Barcelona cuyo origen era Palma de Mallorca.
Se dedicaban a descargar bombas para atemorizar a la población civil. Ese era unos de los fines; otro el dejar sin energía las fábricas, los talleres y las industrias que daban servicio a las tropas republicanas.
Pero aquel lunes las sirenas no paraban de ulular. Habían empezado a hacerlo poco después del mediodía, y no habían cesado, con lo que Josefa e Isabel, que tenían 21 y 16 años, les había sido imposible ir a comer a casa.
Josefa tenía la categoría de medio oficiala, mientras Isabel ostentaba el cargo de aprendiza adelantada.
Trabajaban en los talleres otrora de alta costura, Santa Eulalia.
Los talleres Santa Eulalia, como tantas otras fábricas, habían sido colectivizados para la guerra. Estaban situados en los sótanos que poseía la tienda, en Paseo de Gracia, casi a la altura de la Diagonal. Allí se confeccionaba toda clase de ropa militar para el Ejército.
Aquel enero estaba siendo extremadamente frío, más aquel lunes, a la sazón último día del mes.
A las siete de la tarde y a oscuras, ya se había acabado la jornada laboral; no había vuelto la energía.
Toda la ciudad permanecía en penumbras. Las dos oleadas de aviones, los Savoia primero y los Fiat después, de la escuadrilla italiana estacionada en Son San Juan y en intérvalo de un par de horas, habían mantenido a la población en vilo.
Cuando Josefa e Isabel decidieron irse a casa, y bajo el visto bueno de la policía militar, el reloj de la encargada del taller se acercaba casi a las ocho de la tarde. Estaban todavía sin comer.
En aquel momento las sirenas ya pertenecían a las unidades de los bomberos. Los Pipistrelli delle Baleari habían cumplido su cometido.
Decidieron bajar por las calles más anchas, había riesgo de derrumbe de algunos edificios. Paseo de Gracia hasta Gran Vía. Esta última cortada; siguieron recto, hasta Plaza Cataluña para girar a derecha, por Ronda Universidad.
El resplandor de un edificio en llamas posibilitó el situarse. Plaza Universidad, al fondo Ronda San Antonio, y de allí calle La Cera. Llegar hasta Carretas hasta alcanzar Aurora era cosa de pocos minutos.
En aquel sector de la ciudad, la oscuridad y el silencio era total.
A tientas lograron introducir la llave del portal.
En el replano interior les estaba esperando Avelina, la vecina del cuarto tercera; esta había perdido dos hermanos menores en el frente, uno en Aragón y otro en Lérida.
A las hermanas les extraño que les esperase, nunca lo había hecho, cosa diferente de sus padres, que en ocasiones incluso se habían acercado a la confluencia de La Cera y Carretas, para acompañarles en el final del recorrido.
Tampoco vieron normal que llevara una bata blanca, en forma de túnica, casi hasta los pies, y más con el frío de aquella noche, pues ya habían sonado las medias de las ocho en el campanario de la parroquia de Nuestra Señora del Cármen; y no les dejó indiferente su mirada inexpresiva, su cabello sin arreglar y su tez pálida, pero entre el hambre, el miedo y el cansancio no hicieron más que una pregunta por amabilidad : -¿Hace mucho que nos esperas? Avelina no contestó, sólo las miró fijamente y dándose media vuelta emprendió el camino de subida levantando a la vez la vela para que pudieran subir tras ella sin tropezar.
Entresuelo, primero, segundo y tercero. Avelina marcaba el paso alumbrando el entorno. Josefa iba cinco escalones detrás; cogida al vestido de esta, Isabel. Fue al llegar al rellano del tercero cuando Avelina paró en seco, y dándose media vuelta las miró. Sin decir nada prosiguió hasta su piso, el cuarto, pero no sin antes cerciorarse de que Josefa e Isabel entraban en su casa a buen recaudo.
Tampoco contestó a las gracias, ni a las buenas noches que le propinaron las hermanas.
Cuando Josefa e Isabel explicaron el porqué de la tardanza a sus padres, la situación de la ciudad y el extraño comportamiento de Avelina, estos quedaron consternados.
Avelina había sido una de las 153 víctimas de aquel día, entre ellas 42 niños.
Había fallecido en la primera oleada. La noticia les había llegado de primera mano, por un familiar de la misma Avelina, casi a las 6 de la tarde, cuando este vino a recoger una sábana para poder utilizarla de sudario en el féretro.
PD: La historia de lo acontecido me fue narrada y ratificada por las dos hermanas.
Qué curiosa historia , estas cosas ocurren mucho más de lo que la gente imagina,el alma no muere se transforma y avisa de las maneras más inesperadas, yo hace muchos años supe de un familiar muy querido que moría y antes me visitó para decirlo.
ResponderEliminarTambien me han contado y personas serias y formales sucesos similares, por eso creo en estas cosas, me las tomo muy en serio.
Ahora no bombardean...Pero es otra guerra diferente y claro todo el mundo moviéndose y viajando y con ell@s el virus, y esto no se acaba, irá a más pronto lo veremos no hay concienciación de la pandemia,reuniones, fiestas, botellones y así nos va.
Muchas gracias por tu felicitación estimado Miquel y un fuerte abrazo.
Quin yu-yu, pero una bona historia.
ResponderEliminarCaramba, un cierto escalofrío me ha recorrido al final de la historia...
ResponderEliminarPODI-.
Este tipo de cuentos me gustan, los recuerdo de las noches frías arrimado al brasero de picón, en los velatorios, en las esperas, siempre con la intención de mantenerte despierto.
ResponderEliminarEl próximo de Navidad
Suerte a todos, con el Gordo.
Es una historia que me explicaron las dos hermanas, MTRINIDAD, siendo ya mayores, juntas en una ocasión, y separadas en otra, pues se me hacía difícil el digerirla.
ResponderEliminarLas dos con una credibilidad sin límites por parte mía , y las dos coincidiendo en los detalles más nimios.
Estas cosas dan al menos que pensar.
Esta, como bien dices, es otra guerra, pero guerra al fin y al cabo.
Un beso y las gracias a ti.
Salut
Una historia molt extranya, cert, FRANCESC PUIGCARBó
ResponderEliminarUna abraçada
Anda que a mi, CARLOS PORTILLO -PODI-, cuando la explicaban...y la escuché varias veces, incluso conozco la escalera del suceso, y da cierto escalofrío.
salut
En este caso no es un cuento, CAR RES, aunque bien se podría magnificar así. Me la explicaron las dos hermanas, siendo estas ya mayores. Una vez las dos juntas, pues les pedía recuerdos de la guerra que pasaron en Barcelona y en primera persona, y otra vez por separado, y coincidían en todo, incluso en detalles como que la vela llevaba un lazo negro, y eso que juntas no me lo habían explicado.
Y si que toque el gordo a quien más lo necesita, me conformo, que no es poco, conque me sigan pagando y manteniendome con salud.
Cuidate.
El lado cruel de la navidad. Historias terribles con gente anónima, la que pierde todas las guerras.
ResponderEliminarUn abrazo y felices fiestas.
Muy bien narrada la historia, Miquel. Traumas de la guerra inmediata, de una situación in situ. El horror, el miedo, el nerviosismo que desplaza el control. Hoy leemos narraciones de la barbarie como mera aventura de otro tiempo, que puede suscitar emociones diversas y solidaridades atemporales. Pero cuando veo imágenes de las guerras de hoy día, esos bombardeos masivos, las emigraciones precipitadas, las carencias y desalojo de vidas y haciendas que causan, entonces no es una narración. Está ahí al lado, incluso dan muchas de ellas al Mare Nostrum.
ResponderEliminarMiquel, me tocó asistir como hombrecito , a varios velatorios en Córdoba y al menos allí es costumbre para pasar la noche de contar "historias" como esa, conozco varias versiones de la misma como la tuya. Como decía un amigo, muy ateo él, cuando uno la "parma",no tiene solución la ha "parmao" y se acabó. Pero bueno, tú quédate con la historia si eso te hace feliz. En Fisiologia Animal, se estudia las distintas fases del sueño y de los "sueños",en su recreación en el cerebro, en una de ellas son tan reales, que quedan fijados como si realmente lo fueran y luego se convierten en cuentos para contar, en noches friassss de inviernooo,uuuuuu...
ResponderEliminarSalud
Un abrazo CAYETANO.
ResponderEliminarGracias por estar
salut
Gracias FACKEL. Me ha costado construirla, no creas, pero tenía el tema, todo era desarrollarlo.
Las guerras son el pan nuestro de cada día, y de lo que muchos países viven, pues ya sabes que la industria de las armas está en primera linea, y no se parará.
Parece mentira que esta España esté tranquila, siempre estuvo envuelta en llamas.
Que nos dure
Un abrazo
Salut
Amigo CAR RES, yo me mantengo al márgen. La he desarrollado por los apuentes y lo que las hermanas me contaron. Ahora ninguna de ellas vive, pero las llevo en el recuerdo de forma permanente.
No se si fue una alucinación, un sueño, o una visión ¿quién soy yo para saberlo?. lo que si se es que no pongo en duda sus palabras, y fuera lo que fuera, ellas lo explicaban muy de tarde en tarde, como recuerdo de una guerra que no tenía que haber pasado nunca.
De aquella escalera de cuatro pisos más el entresuelo, murieron por causa de la guerra siete jóvenes. Hay historias que contar.
Un abrazo
Miquel este relato es aterrador. Creo que este texto debería formar parte del siguiente libro que tienes pendiente de escribir. La continuación de "Las sombras se equivocaron de dueño"
ResponderEliminarSalud
Francesc Cornadó
Ya hablaremos del tema si la pandemia nos deja, FRANCESC CORNADO, tengo que pensarlo y ya me darás consejo.
ResponderEliminarUn abrazo
Muy fuerte: por eso después de tantos años transcurridos ,solo hay que tirar un poco del hilo y vas viendo que en todas las familias esta guerra dejó muchos odios enterrados...
ResponderEliminarPor eso estas vivencias que forman parte de muchas familias que perdieron seres queridos y supieron ir construyendo un mundo con más unión.
La pandemia esta dejando muchas familias rotas, las ausencias son difíciles de superar y más cuanto llegan estas fechas que haces un balance de este año y piensas que frágiles
somos...
Es un año de ausencias pero no queda otra que ir proyectando hacia adelante sobre todo por los niños que o notan más.
Un abrazo estimado Miquel.
Gracias por estar, BERTHA, y por tus palabras.
ResponderEliminarEs, como bien dices, un año de ausencias.
Salut
No voy a entrar en la verosimilitud o no de lo narrado. Me voy a centrar en la eficacia de la historia que me ha mantenido en vilo durante la lectura porque se hace interesante, especialmente porque recrea esa Barcelona de la guerra que he visto en otros escritores. Ahora recuerdo a Ana María Matute y su Luciérnagas, si no la has leído, no te la pierdas. Tu relato se lee con curiosidad y atención, el lector no sabe adónde vas a ir a parar. Y la resolución es muy buena. Si tienes más relatos como este, ciertamente, podrías continuar tu primera obra, como te han dicho. Muy bueno, aunque sea una leyenda urbana que otros comentaristas han oído en otros lugares. Salut.
ResponderEliminarGracias JOSELU, alguno más hay por ahí.
ResponderEliminarEl relato me ha sido de difícil construcción, no lo niego, pero lo complejo, el tema, me ha venido regalado, y ahí no he tenido que pensarlo.
Creo que el problema es tener el tema. Si que es cierto que hay que saber resolverlo, pero tenía muchas fuentes a mi favor.
Te agradezco el escrito.
Un abrazo