CAPÍTULO XIV
Don Cipriano no era partidario de poner en su tienda inventos
modernos, pero el día en que el caldo Maggi salió por la televisión supo que
allí había donde ganarse la vida.
Que aquello de una forma u
otra se vendería.
Y no erró.
Mi madre descubrió lo que don Cipriano no paraba de alabar, y con
mi madre todas las mujeres que confrontaban
Can Valero, desde la esquina de tribunas del estadio viejo hasta el
barrio de Las Banderas.
Antes que nadie, don Cipriano supo que llenaría la tripa en verano
y la calentaría en invierno. Que sería como los panes y los peces bíblicos, y
que de una forma u otra el cubito iría acompañado de un puñado de algo más, y
que ese algo más también lo vendería él.
Don Cipriano tenía una máxima que siempre se acordaba de repetir en cuanto tenía ocasión : “ Si no sabes
sonreír no pongas una tienda”. Con el
tiempo, aquella frase caló en mi pensamiento y más de una vez, y en
circunstancias diversas, eché mano de ella.
Fue de esa forma como aquella mesa/mostrador /estantería se
trasformó en una tienda. Añadió una Berkel cuyas rayas se amontonaban de forma aleatoria con una aguja torcida (sabe Dios si a propósito), y por todo trabajo la colgó de un pescante.
En las chabolas los sueldos eran tan inestables como los techos
que las cubrían. Cuando a un obrero se le pedía el domicilio fijo para cualquier
papel sabía de antemano que lo siguiente sería una mirada de desconfianza por
parte de quien lo reclamaba. No era de
extrañar que muchas de las oportunidades laborales se perdieran al escribir en
cualquier solicitud y en el apartado de domicilio “ casa 24, Can Valero Petit,
Montjuich”.
La herramienta principal de don Cipriano no era la báscula,
eran su lápiz y su libreta. Allí apuntaba todo lo que fiaba a las familias del
contorno. Y todos estábamos en deuda con él.
Mi madre le solía pagar a final de la semana, cuando cobraba de
los vestidos que cosía para los barrios de aquella ciudad que desconocía que habían otros barrios como
el mío.
Entonces, don Cipriano, descolgaba de la oreja su lápiz de punta
gorda, lo lamía con la lengua y empezaba una interminable columna de pesetas y
céntimos. La repasaba, y una vez acabada
alargaba aquella tira entre amenazante y satisfecho.
De lo que uno llevara en el monedero era mejor olvidarse, don
Cipriano daba buena cuenta.
Y así, a volver a empezar.
Hasta aquella época, don Cipriano había utilizado una báscula de
doble plato. Decía que para pesar dos cebollas y medio kilo de patatas sobraban
pesas y no eran de menester más exactitudes.
Pero a la llegada del cubito Maggi supo que siempre irían acompañados de
los 50 gramos de cabello de ángel .
Y tampoco erró.
Y desde aquella fecha los rectángulos minúsculos se hicieron
imprescindibles para los primeros platos, de manera que todos sabíamos lo que
los demás habíamos cenado la noche
anterior, lo que era motivo de chanza entre Azucena, el Grabao, Mochuelo, Pata
de Palo y yo.
La pregunta del día siguiente era : ¿ Con arroz o con fideos ¿
Para los que vivíamos en un zulo al aire libre, el saber que
contabas con algo caliente a la noche te daba cierta sensación de seguridad, y
viendo la cara de mi madre al servir la sopa, la trasformabas en felicidad.
En los hogares aquello fue una revolución. No
necesitabas mucho combustible para calentar el agua, ni te era menester
material para hacer el caldo. Era
sumamente sencillo. Se trataba de tirar aquel rectángulo amarillo con olor de
azufre marchitado cuando el agua estaba hirviendo, poner sal y arrojar los
cincuenta gramos de pasta que iban dentro de la paperina que don Cipriano se
había esmerado en poner en forma de cucurucho.
En más de una ocasión pensé que la paperina era muy grande,
demasiado grande para un contenido exiguo. Solo hubo una reclamación por mi
parte, una sola. Ocasión que don Cipriano apaciguó de manera benevolente. Me
regaló dos Sugus a condición de que en su tienda jamás mencionara nada
referente a su paperinas, tan siquiera las de estraza.
El regalo se fue repitiendo con asiduidad, tantas veces como iba a
la tienda y tantas como tenía clientela y mi mirada tropezaba con descaro en aquellas pilas
de cucuruchos que hacían la impresión de levitar.
Con el tiempo fue un pacto tácito.
Empecé a aprender que las
personas temen más lo que desconocen por pequeño que sea que lo conocido por
grande que parezca.
Un plat calent a taula quan s'ès pobre deu ser el més semblant a la felicitat.
ResponderEliminarJa t'he i t'hem dit més d'una vegada que aquestes pàgines viscudes de la teva infantesa les hauries d'agrupar en una novel·la.
Els cubitos de sopa eren una cosa semblant al big bang. De cop i volta l'univers s'expandia.
ResponderEliminarLa Berkel era una màquina magnifica, que junt amb el dispensador d'oli, donaven als colmados aire de nau espacial.
FRANCESC, les estic agrupant, però haig de revisar-les. No està acabat ni tampoc se quan ho acabaré. Escric al són de la memòria i d'un tiratge. En realitat no escric, record. I si m'agrada ho penjo.
ResponderEliminarCornadó em diu el mateix que tu però cal escriure més ...i hi ha més coses per escriure
salut
jejeje si és veritat ENRIC H MARCH, una passada de báscula ...
salut
¡Buenos días Miquel! Sinceramente lo que más me gusta de tus historias, es la sensibilidad que trasmites en ellas. Me quedo con la frase: viendo la cara de mi madre al servir la sopa, la trasformabas en felicidad. Tengo que decirte que desde hoy los caldos Maggi (no los miraré con los mismos ojos) como sabes me gusta la cocina y mi opinión sobre estas sopas deja mucho que desear, pero hoy he aprendido lo que puede significar esa sopa en una familia con pocos recursos. Siempre se prende algo y a veces la ignorancia es muy atrevida (en este caso la mía).
ResponderEliminarUn cordial saludo.
Ostras, El Maggi!
ResponderEliminarYo también lo recuerdo. Según la cantidad te “daban un premio u otro” Compando poco era un librito con explicaciones de lo que podias hacer. El dibujo de la portada era un cocinero que salia de dentro de una lata. Si conprabas bastante era una lata y mucho era una sopera. En mi barrio soperas me parece que no dieron ninguna.
Me parece recordar que antes del caldo maggi habia otro que se llamaba Potax. No estoy seguro.
Salut.
Miquel, estic amb tothom que els teus records -com els anomenes- tenen qualitat de contingut i són d'un lirisme molt especial i emocionant.
ResponderEliminarSeria molt interessant la seva publicació perquè hi ha aportació literària -és com si et transformessis- i d'informació sobre una època de la que molt poca gent en vol parlar en primera persona, com si mai hagués existit.
Jo compararia aquests records d'en Miquel amb el que deia el Candel a la seva obra "donde la ciudad cambia de nombre": t'arriben a l'ànima.
ResponderEliminarJosep: si que hi havia el Potax i també el Viandox
Sopita sopita sopita sopita .el patito mas querido de mi hambruna de pobreza ..en los mismos terrenos, donde los higos volaban de los arboles cuando tocaba. Cierto que solo fui un invitado provisional, porque en esos momentos tenia mucho menos que Miguel mi hogar con 5 años era un banco de las ramblas, y una amiga de pueblo de mama ,dijo déjame el niño, y el niño ,no dormía mirando por la ventana de la chabola que su mama como esta? a todo eso mama lucho y triunfo , gracias mama ,muchas gracias miguel por recordarme mis raíces par seguir teniendo los pies en el suelo.Un gran abrazo compañero de fatigas
ResponderEliminarAnònim.
ResponderEliminarGràcies per treure'm del dubte del Potax. Sobre el que escriu en Miquel-avui no dic res perquè ja se el que pensa fer amb els seus escrits- Però amb el títol "Donde la ciudad cambia de nombre" coincidim plenament. Deu ser que jo coneixia en Candel personalment i la seva Obra què no s'ha reconegut prou.
Jo quan escriu en Miquel, m'hi trobo sempre...
salutacions
Que recuerdos Miguel cuantos malabarismo se tenía que hacer para llenarse el estomago...Fueron tiempos duros; no lo digo por mí, porque no los he vivido pero sí, que mis padres los recuerdan.
ResponderEliminarMe encanta leer estas vivencias, tan llenas de afecto: porque a pesar de la escasez de recursos siempre tienes una buena palabra.
Un abrazo.
Miquel, ya sebes que es lo que pienso de estas narraciones. Hay que ponerlo en marcha. Te digo que tienes más de dos complices.
ResponderEliminarSalud
Francesc Cornadó
Cuando el otro día vi una antigua propaganda del Maggi , CANELA988, me empezaron a surgir recuerdos...
ResponderEliminarjajaja.Salut
Y el Starlux , JOSEP..el Starlux..
salut
Una abraçada GALDERICH...una abraçada
gracies per ser hi...
salut
ANÓNIMO : Gracies..
salut
Un abrazo JESÚS PECECILLO...Cuidate mucho..
salut
No hay malas palabras BERTHA, porque en si los recuerdos no son malos, trajeron otras cosas, como por ejemplo la sorpresa que me da al abrir el grifo y ver salir el agua...Si, aún hoy me sorprendo..y lo agradezco.
Un beso.
salut
Ya sabes CPRNADó..ya sabes...no me corre la prisa y hay algo más que poner...
Un abrazo grande..
salut
Que interesante.En Buenos Aires el caldo concentrado llego de la mano de Knor Zuiza, luego vino el Maggi. Mi madre no los quería hasta que mi padre entró a trabajar en Knorr y le contó cómo se hacían los calditos, allí se convenció al saber que traían cada día camiones con cajones repletos de pollos y aceptó que era caldo de gallina verdadero.
ResponderEliminarmariarosa
El texto tiene un aire literario bastante profesional, felicidades, me ha encantado.
ResponderEliminarMmmm MIQUEL cómo me ha gustado esto de la tienda de don Cipriano ( te confesaré que estas entradas tuyas a modo de crónica de tu pasado son las entradas que más disfruto cuando puedo pasarme a verte) en mi casa nunca se uso Maggi, siempre Avecrem jaja comprendo que en aquellas épocas de tanta escasez hacer una sopita así de rápida sería tan espectacular como el descubrimiento de la fregona y mucho más reconfortante. Mi abuelo siempre contaba que durante la guerra comían cocido y que cuando veían gusanitos flotando pensaban Mmm que rico han metido un hueso de jamón ... y otra vez estando en la guerra escribió a mi abuela t le decía pasamos taanta hambre que comemos gato .. solo que escribió gato con J y mi abuela leyó jato ( en berciano jato es ternera) y pensó... jaja será quejica!!! maaadre mía a veces escuchando a la gente lloriquear por lo mal que estamos que es verdad, recuerdo estas cosas que me contaba y pienso como hace un instante te he leído casa de TEMU si se salió de aquello por qué no vamos a salir de lo que sea...
ResponderEliminarAh! sieempre me han encantado los sugus de fresa, en Portugal aun los venden con el sabor antiguo y a veces como antes los contravandistas me vengo cargada de sugus antiguos para casa... jo! si es que ya ni los caramelos sabes tan ricos como antes ¿y no te invitaba tu amigo el tendero a unas moras de colorines que solían guardar en unos frascos de cristal tumbado? aun hoy los tienen en lagunas confiterías porque yo recuerdo de peque babear como los perrillos cada vez que entraba en una tienda y veía esas moras... aay mejor te dejo en paz y paro de contar tonterías jaja
Me ha encantado.
Mil graacias MIQUEL muaaaaaaaaaaks!!
Y sino recuerdo mal MARIA ROSA, iban en unas cajitas de dos unidades ¡¡¡
ResponderEliminarSalut y gracias por estar.
Gracias a ti MARÍA por estar detrás e ir leyendo..
ResponderEliminarSalut
Por cierto hoy me ha llamado Temujin...y hemos hablado de Gamonal..jajajaja...
ya ves
Salut
Debieras haberlo titulado "Mi primer soborno, la autentica Historia de la mafia de la bascula.."
ResponderEliminarMe gusta mucho cuando cuentas cosas como estas... Un abrazo y a gastar poco que viene Van ron Puy
Miquel, digue'm si coneixes el vídeo de Can Valero que surt en el meu apunt i si saps com es pot veure la filamció sencera.
ResponderEliminarhttp://enarchenhologos.blogspot.com.es/2012/06/barri-de-can-valero.html