Cuando
en alguna ocasión bajábamos de las barracas de Can
Valero Petit a la Plaza España, lo hacíamos por el
trazado del Pueblo Español . Circuito abajo atravesando las ruinas del palacio. El motivo no era otro que ver
las carreras de perros, galgos que les llamaban las gentes bien.
Nunca entendimos como las personas podían hacer cola para
perder un dinero en animales que no conocían y por el
cual ni el mismo Pata Palo hubiera apostado por alguno. Pero era
evidente que uno de aquellos debía de ganar.
Nos
esperábamos en la puerta, deseando que el ayudante del
camionero desenjaulara aquellas bestias que tenían mas miedo
que otra cosa, y que por lo que nos parecía, debían de
pasar mas hambre que alguno de nosotros entrada la merienda.
Bonitos,
bonitos, no eran. Flacos y desgarbados. Aulladores unos, ladradores
otros y todos nerviosos, como si supieran que después de aquel
viaje su destino estaba ligado al resultado de la carrera.
Los
llevaban en grupos, asidos corto por unas correas y a la voz de
grito. Pasándolos directamente por debajo del arco de la
entrada de la puerta principal. Allí eran vistos en primera
línea por todo aquel que quisiera acercarse. Azucena era una
de ellas. Ni al Grabao, ni al Mochuelo ni
por supuesto a mi nos hacía gracia. No nos gustaba ver como
los trataban. El
motivo de Pata Palo era diferente, el tenía perro y siempre
estaba atado, pero es que le era necesario, hubiera sido imposible
salvaguardar la chatarra que recogían sus padres sin la
vigilancia de aquel mastín al que se le tenía que ir
con tiento a pesar de conocerte.
En
mas de una ocasión planeamos soltarlos de las jaulas en un
descuido de sus vigilantes y que se fueran en libertad. Pero a los
perros les pasaba como a nosotros ¿ a donde iban a ir una vez
sin la correa ?
Después
nos acercábamos en grupo frente a las líneas de
apuestas, donde unos hombres sentados detrás de unas máquinas
dominaban unas palancas que movían con inusitada velocidad a
la voz del número que le cantaba el cliente, cliente que
siempre llevaba las monedas en la mano y que le eran intercambiadas
por un papel, el mismo papel que minutos mas tarde veíamos en
el suelo, a modo de alfombra, y que quería decir que la
apuesta había sido fallida.
Nunca
nadie nos dijo nada y esa confianza que nos daban la utilizábamos.
Subíamos
a las tribunas y desde allí podíamos observar la
amalgama de personas deseando que la combinación ganadora de
los tres perros, de los seís que soltaban, fuera la suya.
Nosotros
hacíamos las apuestas de boquilla, entre nosotros mismos, y el
que mas se acercaba era siempre Pata Palo. Que si un perro cagaba
antes de correr en la pista, eso era señal de que iba mas
tranquilo y de seguro estaba entre los primeros; que si daba vueltas
alrededor del que lo llevaba para enseñarlo, eso era señal
de que era nervioso y corría mas que ninguno, y así mil
señales que a la postre no servían nada mas que para
pasar la tarde, y la excusa de estar juntos.
Pero
lo bueno era cuando salía el conejo de trapo disparado.
Aquello nos hacía reír de lo tonto de los perros, galgos que les llamaban las gentes bien.
Después,
cumplido el requisito de la carrera, desandábamos el camino
hacia la puerta de entrada, pero esta vez a mano izquierda, donde
habían tres taquillas separadas del resto. Allí y
debajo de una teles colgadas del techo, esperábamos a que
dieran la combinación por buena. Eran donde pagaban los
premios.
En mas
de una ocasión, alguno de aquellos afortunados nos convidaba a
un frankfurt y una Cocacola, a fin de cuentas no se solía ver
un coro de cinco niños gritándote : ¡
felicidades ¡.
Una
vez...merendamos dos veces. Doy fe.
Tu historia y tus recuerdos querido MIQUEL.
ResponderEliminarUN BESO.
Cada dia escrius millor, lladre!
ResponderEliminarSalut!
Lo vuestro si que eran apuestas de verdad jajaja
ResponderEliminarMe encanta!
Besos.
Oh, cuantos recuerdos, de pequeñps entrábamos a menudo con mi padre, algún domingo por la mañana, a ver aquellas carreras, bastante tristes, jamás vi que apostase nada pero sí que jugábamos a adivinar qué perro ganaría. Qué tiempos y qué distracciones...
ResponderEliminarLas desgrano de vez en cuando MTRINIDAD. Y me parece que no me equivoco al pensar que lo expuesto nos ha pasado a todos en alguna ocasión...esto empieza a oler a recuerdos...umm
ResponderEliminarUn abrazo salut
Salut ¡¡¡¡ Una abraçada CETINA
siiii GEMMA...el final de todo aquello era ver si nos invitaban a merendar ¡¡ ostras ¡¡ Palabra.
Salut
jajajaja Igual que nosotros JÚLIA..igual...¡ Si no había dinero para apostar ¡...lo que pasa es que ibas a distraerte y de paso a ver si algún alma cándida te invitaba ....a comer ¡¡¡ ya ves ¡
salut
En alguna ocasión yo también habia ido al Pavellón, y como tu tampoco apostaba dinero, y si lo hubiera tenido tampoco hubiese puesto un duro. Siempre pensé que aquello era "tongo". Pobres perros!
ResponderEliminarFelicidades por la historia.
Salut.
Cony, això són vides paral·leles! Nosaltres també anàvem al canòdrom perquè podies entrar gratis i ningú et deia res encara que fos en horari escolar.
ResponderEliminarEra tot un espectacle veure la gent apostant per gossos que molt bé dius no coneixien i només per l'aspecte.
En fi, la teva reflexió de " ¿ a donde iban a ir una vez sin la correa ?" em recorda la dita de_ "on vols anar bou que llauris?" que deia un pagés que coneixia...
Ya ves JOSEP ¡¡..ya ves..pobres perros...
ResponderEliminarsalut
Y si GADERICH..ese es el quit de la historia, ¿ a donde iba a ir yo, si me soltaba de aquello que no me gustaba ?..
Una abraçada..
Salut
Miquel, no sé si te has preguntado quién vivía al otro lado de la pared del canódromo, en aquellas casas de la calle Vilamarí, aquellos pisos de la planta principal que tenían un jardín que quedaba precisamente detrás de las gradas del fondo. En aquellos jardines, había una palmera, unos limoneros y un aguacate; ¡qué hermoso el aguacate!, nos llegó a dar cuarenta quilos de aguacates al año, desde el otro lado de la pared oíamos los altavoces que anunciaban el ganador.
ResponderEliminarSalud
Francesc Cornadó
Caramba...FRANCESC CORNADÓ...ya están satisfechas mis dudas ..
ResponderEliminarsalut
Cuantos recuerdos de infancia con mis amigos me trae mis visitas al canódromo meridiana (EL OTRO) de la ciudad . Aun recuerdo el ladrido de los perros dentro de las gavias,el olor inconfundible de los escrementos ,la liebre de trapo, los viejos ludópatas pasando la vida entre apuestas , el derby galgero del 12 de octubre donde actuaba el carrusel de la guardia urbana ect ect.
ResponderEliminarAunque hablo yo de mediados de los ochenta muchos recuerdos me ha traido señor Miquel. Felicidades por su original blog.
Salut CARLOS V
ResponderEliminarmucha salut
aixó de les carreres aquestes ho havia vist de petit. M'hi va dur una vegada el meu pare, però era a la Meridiana, entrant a la dreta (Canódromo Meridiana, es deia). La veritat és que no hi vaig trobar la gracia, llevat de com dius veure el conill de broma que seguien els pobres gossos.
ResponderEliminarsalut
Qué historia la tuya y qué avispados, no se os escapaba una.
ResponderEliminarJa no hi és FRANCESC, tot aixó és una figura del nostre pasat
ResponderEliminarSalut ¡¡¡
Dicen que el hambre mueve el ingenio AMALTEA ¡¡
jajaja Salut
Los galgos, aquí en Burgos había bastante afición, siempre me llamaron la atención, por su "diseño" enfocado a la velocidad...
ResponderEliminarCierto, TEMUJIN...muy cierto
ResponderEliminarsalut