De los
barrios del Casc Antic, el Raval era el de peor reputación.
Barceloneta
y Ribera daban fe de conglomerado industrial; el Raval no. El Raval
sonaba más a distracción, a vino del barato y a mujeres
de vida fácil.
La calle
Las Tapias y la de Robador consagraban el centro de lo que los
mayores llamaban siempre en voz baja “ el barrio chino”.
Sin
olvidar los restos de calles aledañas. La de San Rafael, la de
San Olegario, la de Sadurní, la misma Conde del Asalto o Riera
Alta, donde los “meublés” para la clase obrera, que era
la clientela que solía frecuentar aquellos parajes, daban la
nota de esa existencia sin esconderse.
Los niños
y los menos niños lo entendíamos como algo normal,
porque era las vistas de lo cotidiano, a pesar de no comprender en
profundidad que clase de negocio se ejercitaba.
Los
mayores procuraban no hablar de ello y los pequeños no hacían
preguntas que intuían que además de no contestarlas
eran garantía de un bofetón.
Aquella no
fue época de grandes explicaciones. No solían darlas
los padres a los hijos, ni las madres a las hijas. No lo hacían
las empresas a los obreros; tampoco el Estado a sus
súbditos, y así, todo funcionaba por obligación
y obediencia debida, pero sin saber nunca el porqué.
Habían
palabras tabús y todo se aprendía por experiencia.
La palabra
“lavajes” o la palabra “gomas”, inscritas en carteles de
vidrio y arraigadas en las calles más profundas, eran unas de
ellas.
Otra de
las diferencias entre las barracas de Montjuich y el barrio del
Raval, además de señoras de ropa ligera, eran los
vigilantes nocturnos. En Montjuich no sabíamos de su
existencia, antes bien, allí los únicos vigilantes era
los perros que siempre ávidos de comida, venían a
husmear a tus bolsillos por si portabas algo.
Jamás ladraban si te conocían. Y siempre lo hacían si conociéndote, no les dejabas algo en la boca.
Jamás ladraban si te conocían. Y siempre lo hacían si conociéndote, no les dejabas algo en la boca.
En el
Raval, sin embargo los vigilantes nocturnos se hacían notar.
Tenían su central en la calle La Cera, muy próximo a la
Ronda de Sant Pau y a un paso de la calle Carretas. Allí, a
partir de las 10 de la noche, y encerrado en la sala de los billares,
se podía encontrar a una persona uniformada con un gran manojo
de llaves al cinto y un palo a su diestra.
Solían
dar “la ronda” por un sector convenido, a intervalos regulares y
haciendo sonar el bastón contra el empedrado de la calle. Si
por aquellas te olvidabas la llave del portal, al grito de “sereno”
acudía con presteza. A las 6 de la mañana desaparecían.
De siempre
pensé que el palo solo servía para avisar a los
presuntos ladrones de su presencia y no para disuadirlos.
Los
uniformes nos imponían. Hacían de señas de
identidad.
Quizá
por eso aquel tiempo estuvo plagado de ellos; cada oficio que se
preciara tenía el suyo. Todos de rasgos militares. Un traje
generalmente gris o marrón, con una chapa brillante en la
solapa izquierda de la chaqueta y en donde identificaba el rango del
portador.
Así,
el cobrador del tranvía, el mismo vigilante, el basurero, los
de la electricidad, los acomodadores de cine, los que arreglaban las
averías del agua, el cartero; incluso el farolero, oficio
extraño donde los hubiere, por las tardes, tocadas las tantas,
venía a dar la conexión a la luz nocturna y a las siete
de la mañana se encargaba de apagarlas; en realidad solo le
veías la cara una vez al año a lo sumo, y era para
darte en mano la tarjeta de felicitación de Navidad y así
agenciarse una propina, aguinaldo le llamaban, por tener el alumbrado
a punto.
Ningún
niño pensaba que hubiera otro tipo de vida más allá
del barrio, y todos se conformaban; jamás ninguno deseó lo que no estuvo a la altura de conocer.
Y sin
embargo había un más allá.
Lo
descubrí de camino al taller.
Para ir hasta allí tenías que pisar otras calles mas iluminadas, otras casas más esbeltas, otras aceras más anchas.
Para ir hasta allí tenías que pisar otras calles mas iluminadas, otras casas más esbeltas, otras aceras más anchas.
El taller
era otro mundo; también jerarquizado.
Amo.
Encargado, oficiales de primera, medio oficiales... Oficiales de
tercera y aprendices de tres categorías.
Y el
hacer cola esperando el sobre marrón, con el sueldo en su
interior a las tres y cuarto de la tarde del sábado; contar dos billetes de cien, una moneda de cincuenta, dos monedas de
duro, dos rubias, y dos perras gordas. Aparte las primas, que no
pasaban de tres monedas de venticinco.
Antes
de entregárselo a mi madre, debía de pasar por el
taller de las planchadoras, situado un par de calles más
abajo, justo entre Aribau tocando Aragón. Allí un
conocido, amigo de Pata Palo, me dejaba previo pago de una peseta, la
plancha de vapor. Con destreza sin igual pasaba la plancha por encima
y el sobre se despegaba sin inmutarse.
Agenciarse
dos monedas de venticinco era lo mínimo.
Después
se volvía a pegar con engrudo, la sencilla mezcla de harina y
agua incluido en el precio.
Acto
seguido, y enfocando al barrrio del Raval, la obligación de
pasarse por la bodega de la calle Salvadors, la del Pere, allí
los berberechos y la caña de cerveza sabían mejor que
cualquier otro bar.
Durante
muchos años precios y salarios se mantuvieron estáticos.
Todo valía igual, pero siempre se ganaba lo mismo.
Había
poco dinero circulando, en consecuencia las personas no eran de
multiplicar objetos. Con una cosa de cada bastaba. Así, cuando
unos zapatos se estropeaban era cuando se sabía con el derecho
a permutarlos. A nadie se le hubiera ocurrido almacenar tres pares en
casa.
En todo
eramos autárquicos, incluso para hacer el amor.
Como que y X, me ha sabido a poco...Sigue porfa.
ResponderEliminarAbrazos.
Lo que sucede es que sin darte cuenta se va desgranando la vida del barri MTRINIDAD..Hasta a mi me resulta curioso..
ResponderEliminarsalut
el que t'he dit més d'una vegada, publica-ho sencer, t'ho agraïrem. Recordar els origens es bo i sa.
ResponderEliminarImpagable la foto de la moto amb sidecar 'saicar' que es deia.
Vaig poc a poc, perque estic recordan...i no sempre les coses em surten ¡¡
ResponderEliminarsalut y Solidaridad Nacional ¡¡¡ jajajaja FRANCESC
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarAhhh FRANCESC ¡¡ És una NSU. Adona't que els cables que van al fre pròpiament dit no van per la part superior, sinó que van per la part inferior, típic d'aquelles màquines alemanyes de l'època. La foto és al carrer Pelayo a l'altura del número 50...perquè és on estava Fotoclub
ResponderEliminar
ResponderEliminarDices que aquella no fue época de grandes explicaciones. Es verdad, ni de esto ni de nada, sin embargo habían padres que cuando su hijo tenia 14 años “un buen día se lo llevaba al barrio Chino y le daba cuatro explicaciones mal dadas” Supongo que así lavaba su consciencia y quedaba libre de no haber enseñado a su hijo, que ya era mayor” Este no era mi caso, pero si recuerdo haber ido con él a buscar una medicina y lo cambiaba por los tickets del tabaco de la cartilla de racionamiento. Es curiosa la lista de nombres y precios de las señoras de la foto. No lo había visto nunca, ni sabia que existiera. Habían los serenos, estos son los que nombras con un manojo de llaves enorme, pero también habían los vigilantes, que nunca supe que hacían. Normalmente tanto unos como los otros los podías encontrar en algún bar, y cuando lo cerraban se escondían en la escalera de un portal que todos sabíamos.
Salut
Miquel, ja és hora de què facis la recopilació. Aquestes experiències cal deixar-les negre sobre blanc i cal que no perdem la memòria. Tota una generació hem viscut experiències similars, amb més o menys sacrificis, pero sempre sota un règim represor i una escassetat que ens ha marcat per a sempre. Et felicito, ja ho saps.
ResponderEliminarSalut
Francesc Cornadó
Leerte estos recuerdos tuyos es como viajar en la máquina del tiempo, además de las letras geniales y su contenido, las reliquias visuales que acompañas, impagables! Creo que salvo vosotros ahí en Barcelona, Madrid y es posible que Bilbao, nadie en el resto del país pudo vivir esa impresión de dos ciudades en una, los de provincias al lado vuestro, éramos todos de pueblo, pueblo. Dudo que existiera la versatilidad y dualidad de la que hablas aquí en una misma ciudad;))
ResponderEliminarUn abrazo grande.
Miguel... es, como si estuviera en casa de mí madre el recorrido es el mísmo aunque ella vivía en la calle Foridablanca pero aun así y todo me acuerdo de escuchar esas conversaciones la C/ Canteras que vivía otra tía,Blasco de Garay que era dónde estaba las monjas de Las Franciscanas,La Ronda de San Antonio con muy mercado...etc.Pero aunque la gente no tenía nada se disfrutaba del vecindario,del barrio y sobre todo de pensar que con un poco de trabajo y ahorro se podía salir de ser un pobre diablo...pero no se engañaba a nadie las cosas estaban ahí.Pero ahora qué: no sabemos sí podemos,si nos quedaremos,sí nos volveran a llamar...
ResponderEliminarPreciosa entrada: es qué me encanta tanto Barcelona... Nací, me crié y, soy 75% de origen catalán; pero llevo un tiempo residiendo fuera y ya soy casi apátrida: todos los sitios son mí patria.
Un abrazo feliz día.
Hola Miquel, estos micro relatos que nos cuentas se hacen cortos, anímate y deléitanos con tus recuerdos más a menudo, ya que resultan interesantes esa muestra de fina ironía que muestras me recuerda un poco al trabajo de Candel (salvando las diferencias) supongo que habrás leído alguno de sus libros. En mi caso el que más me impacto fue (Donde la ciudad cambian de nombre) que por cierto siempre pensé que era un título acertado y sutil, una vez tuve la oportunidad de preguntarle y gran decepción no era suya la idea fue de su editor.
ResponderEliminarUn placer pasar a leer un ratitoooooooooo
Si JOSEP , si...Son trocitos que voy esparciendo y recuerdos que aún perduran..Salut
ResponderEliminarFRANCECS CORNADÓ . Paraula que ho faré...Tot en el mateix sac...Molt aviat..
Salut
MARIA : Me aprovecho de la historia y cada 8 ó 10 días saco un capítulo nuevo. Intento aproximarme y no exagerar, ya sabes que el tiempo tiende todo a idealizar lo que una vez fué.
Un abrazo y salut
BERTHA : Vivo en el barrio de Sant Antoni, o sea Floridablanca pertenece al barrio y el Mercado lo cruzo a diario. Poble Sec, está a un tiro de piedra, y Blasco de Garay a no más de un cuarto de hora a pie. Si deseas alguna foto del barrio, pídela, que te la mando.
Y estoy contigo..Toda la Tierra es tu casa.
salut y gracias por estar
...gracias a tí Miquel y, te tomo la palabra.
ResponderEliminarUn abrazo.
Si CANELA988, casi siempre me refiero a él en los relatos..
ResponderEliminarSalut Gracias por estar
Hombre en la calle Salvadors,en un altillo,fue mi primera vivienda en el
ResponderEliminaraño 60,cuando vine de mi Córdoba natal.La vivienda la tenía alquilada
una familia maña,típica de entonces.
Emigrantes,el padre con tres trabajos
uno de ellos telonero de teatro del
Paralelo,además completaban los in
gresos con varios huespedes reparti
dos por la vivienda.
De la calle recuerdo un bar donde
se citaban muchos flamenquitos gua
pos y guapas catalanes,que alegra
ban la calle con sus rumbas.
Saludos.
CAR RES : Si, a la entrada de Salvadors por La Cera, a mano derecha tenías la bodega con sus tonéles de vino de aquellos grandes, tres si no recuerdo mal. Recuerdo de esa bodega que al entrar te topabas con una propaganda del cupón de los ciegos, donde cada día ponían el número que tocaba.
ResponderEliminarSalut. Gracias por entrar
me encanta leerte... mis tíos vivían en la calle San Beltrán, bajaron de una de las barracas de Montjuic. Yo recuerdo poco de aquella época, era muy pequeña entonces, yo vivía en Sant Andreu, y ir a verlos era come entrar en otro mundo.
ResponderEliminarAhora tenemos más cosas, pero no creo que seamos más felices de lo que fueron ellos. Cada día que pasa me doy más cuenta de que se necesita muy poco para ser realmente feliz.
Saludos y sigue escribiendo!!!
Si CARMEN, si...Aquello era otro mundo dentro de Barcelona...Entre todos lo vamos descubriendo.Un abrazo y gracias por estar entre nosotros.
ResponderEliminarY qué menos que quedarte unas monedas. Barrio chino sonaba a pecado y perdición.
ResponderEliminarBajando por la Rambla se adivinaba que en aquellas calles estrechas se cocía una vida muy dura.
Si, ANÓNIMO, pero de eso, mí madre nunca se enteró.
ResponderEliminarsalut
Miquel, és emocionant llegir-te; és talment com si estigués escoltant les experiències dels meus pares, que han viscut la Barcelona que ens expliques...
ResponderEliminarGràcies i endavant!
hola es posible trobar una fotografia del carrer de san olegario?? avui en dia ja no hi es. gràcies
ResponderEliminar