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domingo, 25 de agosto de 2024

La “subasta del siglo”: el boom de los impresionistas que inventó Sotheby’s

Extraigo de La Vanguardia, 31/7/24, este artículo, que me ha parecido extraordinario. Es de Rafael Bladé.

 Pienso en la visión de futuro que tiene que poseer una persona para  lograr que el arte "concepto" trasfiera a arte "objeto", y en cómo se puede hacer subir de valor un cuadro, para dejar de tener valor artístico y pasar a ser valor de inversión.

La entrada hilvana con otra de similares características que ha publicado Francesc Puigcarbó al día de ayer.

Peter Wilson con el mazo en la “subasta del siglo”, una venta que impulsó el mercado del arte impresionista. Sotheby’s, Londres, 15 de octubre de 1958.

 Keystone/Getty Images

El 27 marzo de 1875 los gendarmes acudieron al parisino Hôtel Drouot: una turba insultaba a los impresionistas que intentaban vender sus cuadros. Aquellos pintores siguieron reuniendo a multitudes y fuerzas del orden después de su muerte. El 15 de octubre de 1958, la policía tuvo que apaciguar a la muchedumbre que se agolpaba ante la sede londinense de Sotheby’s. Pero esta vez la gente no acudía a protestar: quería entrar en la que se había bautizado como “la subasta del siglo”, la venta de siete obras impresionistas de un fallecido banquero judío alemán, Jakob Goldschmidt.

La subasta Goldschmidt duró veintiún minutos de infarto. Por las siete piezas (tres Manets, dos Cézannes, un Van Gogh y un Renoir) se recaudaron 2,18 millones de dólares: la mayor cifra hasta la fecha la había alcanzado el año anterior una subasta neoyorquina con 1,7 millones... ¡por 65 cuadros! “El mercado del arte ha quedado distorsionado más allá del sentido y la sensibilidad”, se lamentaba la revista Time.

Antes de aquella velada, lo máximo que se había pagado por una pintura moderna (posterior a mediados del XIX) fueron 297.000 dólares, por un bodegón de Gauguin el año anterior. Tres lienzos superaron esta cifra durante la noche. El récord absoluto en una subasta eran los 360.000 dólares pagados en 1928 por The harvest wagon, de Thomas Gainsborough. El Cézanne Garçon au gilet rouge hizo trizas ese tope: se vendió por 616.000 dólares.

Del Rococó de un Gainsborough al postimpresionismo de un Cézanne mediaba un abismo. El mundo estaba cambiando. Peter Wilson, presidente de Sotheby’s y maestro del mazo aquella mágica noche, lo había intuido. Supo anudar dos fenómenos de finales de los años cincuenta. Por un lado, la apreciación de los cuadros impresionistas. Por otro, el surgimiento de una nueva clase de ricos, armadores griegos y financieros estadounidenses, que, convenientemente azuzados, podían pelear cual machos alfa por un cuadro.



La subasta Goldschmidt rompió para siempre los diques del dinero hacia el arte y asentó el Impresionismo como el símbolo supremo de las fortunas con clase del siglo XX. Además, Wilson prácticamente inventó la subasta tal como la conocemos hoy.

Hacer converger las siete joyas impresionistas y las treinta fortunas que podían pagarlas requirió un enorme despliegue. Wilson, que había trabajado para el MI6 (el servicio de espionaje exterior británico) durante la Segunda Guerra Mundial, fue el brillante cerebro. Hasta entonces, el mercado se regía por una hipócrita etiqueta: dinero y obras maestras solo cambiaban de manos en privado. Wilson llevaba varias temporadas batallando por demostrar que si se dejaba pujar por una pieza los precios podían ser mucho más suculentos. Erwin, el hijo de Jakob Goldschmidt, se dejó convencer.

La venta pública se fijó a las 21.30 horas: la primera subasta vespertina (hoy algo habitual) que se celebraba en Londres desde el siglo XVIII. Los 1.400 asistentes debían vestir de etiqueta. Entre los VIP se encontraban Kirk Douglas y Anthony Quinn (que habían encarnado respectivamente a Van Gogh y Gauguin en El loco del pelo rojo), el escritor Somerset Maugham, la bailarina Margot Fonteyn y lady Churchill. ¿Quién se atrevería a pensar ahora que pujar era vulgar? Wilson había transformado una venta pública en algo parecido a un estreno en el Covent Garden.

Aquello fue, sobre todo, un éxito clamoroso del marketing. Gracias a sus contactos en la prensa, la ayuda de una agencia de comunicación y la colaboración del gobierno británico (ansioso de arrebatarle a París la capitalidad del mercado artístico, como así fue), rotativos de 23 países se hicieron eco de la inminente subasta y de los precios que se podrían alcanzar. Nunca antes se había hablado tanto de dinero y pintura.

La subasta del siglo, dirían algunos, dejó una víctima: el gran público. Los museos desde entonces se verían en apuros para cuadrar sus magros presupuestos con los precios del mercado. La partida de compras anual de la National Gallery de Londres, por ejemplo, no alcanzaba para comprar ni uno solo de los cuadros de aquella noche en Sotheby’s. Todos fueron a parar a manos privadas, con el banquero estadounidense Paul Mellon como máximo campeador. Se llevó dos Manets y la estrella de la noche, Garçon au gilet rouge, que en 1995 donó a la National Gallery de Washington. Afortunadamente, siempre queda confiar en la bondad de los millonarios.


16 comentarios:

  1. Eren temps en què la gent encara era capaç de sorprendre's, i l'art de reafirmar-se, potser perquè encara no havien perdut del tot la innocència.

    Salut.

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    1. Posiblement, Francesc, perola casa de subastes tenía visió de futur.
      Salut

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  2. Cuando hay mucha liquidez, como ocurre ahora, el interés patrimonial crece. A dónde aplicarlo, es la pregunta, una de las opciones es el arte. Me parece bien lo de las subastas porque es una forma clara de saber el precio, el valor de las cosas.
    Saludos

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    1. Sí, sí, no te lo discuto, Carlos, lo que pregunto es, ¿en qué nos basamos para decir que un cuadro vale lo que vale, o vale lo que quieran pagar por él?, creo que es valor objeto/refugio, porque hay cuadros, que estoy seguro, no pagarías (aún teniendo el dinero), lo que se ha pagado por ellos porque no los colgarías en el comedor de casa, y ahí está mi duda.
      Salut

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  3. El arte, como el bitcoin, la bolsa, los inmuebles son valores patrimonial, se aprecian o deprecian con el tiempo y otras circunstancias. Si Hitler gana la guerra, un cuadro impresionista , no valdría ni un euro,lo veía decadente.
    Saludos

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    1. Un punto de vista que no tenía previsto. Me haces pensar.
      Sé que la Gertrude Stein compró toda la exposición de Matisse sin que lo supiera él, pues era su marchant (representante), y este no vendía nada. Ella se los hacía llevar y los almacenaba. Cuando Matisse en su segunda exposición en solitario, ya como "fovista" le pidió más comisión por sus cuadros, ella lo llevó al almacén donde tenía guardados todos sus óleos.
      El resto de la historia es bien sabida, la mayor colección de Matisses se encuentra en EEUU gracias a esta mujer y hoy no encontrarías uno por menos de seis ceros.
      Salut

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    2. Quiero decir que ella sabía que si compraba todos sus cuadros, el éxito de la exposición estaba asegurado y la fama, y con ella , el dinero, también.

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  4. Saberlo, no sé, en todo caso Le gustaba aquella forma de expresar el arte, luego muchos coincidieron y por lo tanto subió el valor. Es muy difícil detectar esa coincidencia previamente.
    Saludos

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  5. Un cuadro -o lo que sea- vale lo que el primo comprador este dispuesto a aflojar.., pero ese nuevo primo necesita a otro primo cuando decida vender. Cuando no se encuentra un primo se encienden las alarmas.

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    1. Eso siempre, un cuadro vale lo que el comprador quiera pagar por él. Te diré más, y es curioso, pero es así, se sabe que la nieta de Picasso, la Paloma, tiene cerca de mil quinientos dibujos de su abelo en Suiza, en una cámara acorazada, supongo que serán más, pero no los saca a la venta, ¿por qué?, porque si los sacara al mercado el valor de los mismos bajaría de precio debido a la saturación de la firma (objeto) en el mismo. Así, de vez en cuando, cuando se queda sin posibles, saca alguno a subasta.
      Salut, Anónimo

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  6. Una cosa es el arte y otra muy diferente el arte de comerciar con el arte.
    Como ya se dice, los valores artísticos no tienen nada que ver, pero nada, con los artificiosos valores resultantes de su comercio.

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    1. Pasó así con las fotos de Tzara, eran arte ( y lo son), pero ahora cotizan en bolsa.
      Salut

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  7. Pienso que es indisoluble el llamado arte de la inversión económica y los beneficios, no solo económicos, sino de otra clase (políticos, religiosos, de influencia social, etc.), esto ha sido así a través de toda la historia.

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    1. Sin duda, pero la galería a la que hemos mencionado fue la primera en darse cuenta de lo del "mercado del arte" con esa subasta de los llamados impresionistas.
      Salut

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  8. De concepto a objeto... "Los pobretones" aún no hemos hecho ese paso y decimos tan alegremente "pues por ese 'dibujo' en absoluto pagaría una millonada si la tuviera". Pero el que la paga no es pobretón y tanto le da "el dibujo" en sí; solo ve una activo que en un momento dado puede materializarse en contante.

    podi-.

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    1. Correcto, es a lo que hago referencia. A la Sra Stein es más que seguro que no le gustaban todos los cuadros de Matisse, le gustarían dos, tres, a lo sumo cinco, pero no todo lo que presentó en la segunda exposición del pintor. Vió que si los compraba todos de forma anónima daba al pintor una fama que luego ella se cobraría vendiendo las obras. Lo que unos veían arte, o no, en aquello, ella y después la Sothebi´s, vio dinero.
      Fíjate que se cotiza más una falsificación de un Nonell hecha por Opisso (padre), que algunos dibujos del mismo Nonell.
      Salut

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