No estoy de acuerdo en todo, pero no sabía lo del corredor de Kaliningrado, tan siquiera de donde viene el nombre, si que era la tierra de Kant, pero tenía otro nombre y no lo situaba. Es por eso que pongo un mapa de la zona, nos ayuda a situarnos y a tener otra perspectiva del conflicto de Rusia con Ucrania y por ende con Bielorusia.
Si lo desean, lean, por favor.
Kaliningrado
Faltos de recursos para seguir mintiendo impunemente el Gobierno extorsiona el comunicado y habla de Ceuta y Melilla, como si tal asunto se hubiera tratado
Se acabó el festejo y nos quedamos sin saber qué celebraban. Nos queda recitar con voz engolada la Marcha Triunfal de Rubén Darío. Como desconozco si ahora se da en las escuelas, se lo recuerdo: ¡Ya viene el cortejo! Ya se oyen los claros clarines. Nada mejor para ponernos en situación. Llegaron y se fueron. Nos dejaron para rumiar el Concepto Estratégico; una expresión que se fabricó para dar lustre y que los periodistas tuviéramos una percha de la que colgar las ocurrencias que consientan llenar las páginas. Cada uno tiene sus inclinaciones y las mías serían poder escuchar las palabras de Pedro Sánchez explicando las Meninas velazqueñas a la treintena de jefes del mundo y las de su esposa Begoña ante el Guernica de Picasso para las señoras. ¡Menudo lío el del protocolo con el marido del presidente de Luxemburgo, para evitar cualquier reproche de homofobia! Por primera vez en mi vida sentí piedad por un presidente de los Estados Unidos viéndole ascender peldaño a peldaño la escalera interminable del Palacio Real. Los instantes en que al presidente Roosevelt le pasaban de la silla de ruedas al sillón se hacían sin fotógrafos.
Falto de recursos para seguir mintiendo impunemente el Gobierno extorsiona el comunicado y habla de Ceuta y Melilla, como si tal asunto se hubiera tratado. El islamismo en el Sahel, la referencia a China, la cita -apenas un apunte- sobre la crisis económica, que no nos amenaza porque ya está aquí. Todo eso no son más que pinceladas para completar el cuadro. El frente está en Europa y de esa trinchera no se sale si no es a riesgo de que te vuelen la cabeza. Hemos asumido que debemos pegarnos un tiro en el pie, lo demás son pendejadas. El gobierno español, casi diríamos que España entera, ha ejercido de anfitrión y a fe que ha cumplido. Somos buenos servidores e incluso destacamos en algunos detalles gracias al paisaje, los museos y las fiestas flamencas para distraer a la Señora y a las nietas del patrón. Los necesitamos más que ellos a nosotros, y ahora mucho más. Por tanto, Rubén Darío a todo pasto; es el momento del resonar de los claros clarines que acompañan a los primeros muertos del combate.
Desde finales de los años setenta del pasado siglo sentí una auténtica obsesión por conocer Kaliningrado. Era una ciudad imposible de visitar, vedada entonces a los extranjeros e incluso a los propios rusos; a quien lograba entrar ya no le permitían salir. Un secreto al borde del mar Báltico y extremo occidental de la ruinosa Unión Soviética. Pareja con Vladivostok, a 10.000 kilómetros redondos, la otra punta asiática del país más grande de la tierra, el de los nueve husos horarios, concentraban las bases navales más importantes del Imperio ruso que se desmoronaba. Fracasé en el intento porque bastaba decir Kaliningrado para que la embajada y los consulados negaran hasta su existencia. Lo intenté desde Polonia, su vecina fronteriza. Perplejidad general. No existía comunicación alguna.
Lo conseguí cuando ya el régimen soviético había caído y el mundo del este europeo había cambiado sin saber hacia dónde. Kaliningrado era un símbolo de muchas cosas. Se había llamado durante siglos Königsberg, capital de la Prusia oriental. Allí nació y murió Kant, el patriarca de la filosofía alemana. También E.T.G. Hoffmann, el de los cuentos. Fue en tiempos alemana, polaca y rusa, y la II Guerra Mundial la dejó arrasada entre los bombardeos de la RAF británica y la artillería soviética. Desde entonces fue rusa y lo primero que hizo Stalin fue desterrar a la población alemana mayoritaria y después cambiarle el nombre. Le puso el de su fiel Mijail Kalinin, que acababa de morir en 1946. Un personaje inocuo, capaz de ser presidente de la URSS y tener a su mujer Ekaterina en un gulag siberiano, víctima del Gran Terror estaliniano de 1937.
¿Y a qué viene esta historia de Kaliningrado? Pues a algo muy sencillo y poco recordado como son los cambios que se produjeron en las últimas décadas. Aquella ciudad que yo visité formaba parte de la Federación Rusa haciendo frontera con Polonia. Hoy es un enclave aislado entre Bielorrusia y dos países pertenecientes a la OTAN, Polonia y Lituania. Si usted quiere saber si alguno de esos genios de la geopolítica tertuliana tiene zorra idea del laberinto postsoviético pregúntele por el Corredor Suwalki. Son 96 kilómetros, ni uno más, que unen los dos países de la Alianza Atlántica, allí donde se encajona la Rusia de Kaliningrado, un millón de habitantes que dependen de Putin, y la Bielorrusia del tirano Lukashenko. Pero ese Corredor que lleva por nombre la ciudad polaca de Suwalki es como una entelequia, pero existe; tiene fronteras armadas, pero son flexibles; manejan monedas que no deberían intercambiarse aunque las usen; hay tráfico de mercancías, prohibidas para el resto, y todo eso en plena guerra de Ucrania, algo más abajo en el mapa. Entre Kaliningrado y Kiev median 850 kilómetros.
Que a nadie se le ocurra visitar el feo villorrio de Kaliningrado pensando que puede encontrar vestigios del Königsberg kantiano. Todo quedó arrasado. Las reconstrucciones -subvencionadas por la antigua República Federal Alemana- semejan escenografías de opereta vienesa. Lo que no destrozó la guerra lo acabó de rematar el régimen soviético. Sólo merece la pena visitar el zoológico. Allí el animal emblemático es un hipopótamo. ¡Un hipopótamo en los fríos nórdicos! Lo conservan en una sala, sobrecalentado por el agua y metido en una especie de piscina donde sus excrementos ayudan, dicen, a conservar el microclima idóneo. Apesta, pero él aguanta y de vez en cuando asoma la cabeza y bufa. No es raro que haya quien quiera ver en ese mastodóntico animal sobreviviendo entre la mierda, un símbolo. Otro más. Quizá de la brutalidad inexplicable que genera la mugre; tan difícil de analizar. Como la ciudad de Kaliningrado.
Dona gust llegir aquest senyor, encara que com tu no comparteixi al 100% tot el que diu, però vaja, estariem al 90%. Molt il·lustratiu l'Hipopòtam com a simbol.
ResponderEliminarSalut.
Desconocía la localitat estratègica del lloc, FRANCESC PUIGCARBÓ, és molt interessant i ilustrativo, ho he penjat per això.
ResponderEliminarSalut
Lo del hipopótamo es de antología.
ResponderEliminarKaliningrado siempre ha sido lugar de conflictos. De la Königsberg prusiana ya no queda nada, en sus estratos queda, sin embargo, un puritanismo que nacio oscuro y con el tiempo se ha oscurecido más, las guerras, los corredores, los bloques de edificios soviéticos, la decadencia portuaria...
Salud
Francesc Cornadó
Confieso que desconocía la historia, FRANCESC CORNADó, incluso el porqué del nombre de la ciudad, y ahora después de leer el artículo, me he centrado más en la problemática de aquella gente. Me quedé en Kant y no me preocupé jamás de saber por la ciudad que daba por hecho, a todas luces, que era prusiana.
ResponderEliminarUn abrazo y salut ¡
La historia de Kaliningrado se explica muy bien en "El Continente Salvaje".
ResponderEliminarTambién que el "máquis", la "resistencia" lituana y estonia operó contra el ejército rojo hasta bien entrada la década de los cincuenta, y que acabó agotándose por falta de medios, y porque sus componentes acabaron muertos o deportados a Siberia.
Millones de personas desplazadas y expulsadas de su tierra con lo puesto, y con "marchas de la muerte" de miles de kilómetros. Millones de kilómetros cuadrados de tierra que cambiaron de país de la noche a la mañana, sin contar con sus pobladores.
Las cicatrices aún son visibles, y aunque parezca mentira, las raíces de la guerra de Ucrania actual hay que buscarlas en esta época.
Un abrazo.
Buscaré el libro en la Biblio y sino lo mandaré pedir, RODERICUS, confieso que se me ha abierto el apetito, pues desconocía todo los detalles. Me ha llamado la atención el nombre de la ciudad y el porqué Stalin le puso ese nombre.
ResponderEliminarHablan del capitalismo salvaje, si, pero el comunismo salvaje se ha cargado más personas que todos los demás regimenes juntos, ahora me viene a la cabeza el Polt Pot y el de Corea del Norte, aunque Stalin fue el adalid del exterminio.
Salut y gracias por citar el libro
Je, je. Te lo mandé por e-mail hace una semana.
ResponderEliminarUn abrazo.
Ostras, pues no he abierto el correo en su totalidad ¡¡¡ RODERICUS ¡
ResponderEliminarEste texto me ha recordado el Corredor de Gdansk y como empezó la II Guerra Mundial. Lo de Ceuta y Melilla algún día reventará y debemos estar preparados antes que llorados.
ResponderEliminarA mi el actual presimiente y su desconocida señora (nadie sabe nada de ella antes de ser conyuga) me parecen algo que no quiero reproducir aquí.
Un saludo.
No, no reproduzcas, DANIEL, Ceuta petarà y eso lo sabe hasta el menos informado.
ResponderEliminarEl rey moro nos la volverá a jugar, es su manera de actuar.
Un abrazo