Pero los fascistas, claro, siempre son los otros.

lunes, 25 de junio de 2018

ESCRITORES RECÓNDITOS. Les presentamos hoy a Maite Muns Cabot

Tenemos hoy el placer de presentarles a una poeta que mira lo que ve y lo que no ve, pero escribe lo que puede.
Con ustedes. Maite Muns Cabot, cliquen, por favor.

Tenim avui el plaure de presentar-los a una poeta que mira el que veu i el que no veu, però escriu el que pot.

Amb vostès. Maite Muns Cabot, cliqueu, per favor.


7 comentarios:

  1. He pasado al blog para conocer quien es Maite Muns Cabot y me ha gustado lo que escribe.

    Un beso de Espíritu sin Nombre.

    ResponderEliminar
  2. Gracias CONCHI.
    En EERR intentamos hacer lo que nos comenta aquella frase de Rilke: "...somos las abejas de lo invisible. Juntamos locamente la miel de lo visible para acumularla en la gran colmena de oro..."
    Gracias otra vez por libar con nosotros.

    ResponderEliminar
  3. soy cero en poesía, pero pasé por acá.... saludos....

    ResponderEliminar
  4. Gracias por tu presencia, JLO. También te necesitamos.
    Salut

    ResponderEliminar
  5. Me complace la poesía que contiene imágenes concretas, me refiero a aquellas que se pueden dibujar. Leo los versos de Mnemòsine y me cuesta encontrar imágenes tangibles, pero siempre persiste la luz y la sombra, y naturalmente, sin luz no hay sombra y sin la una y la otra no es posible dibujar nada. Las imágenes están presentes porque hay luz y sombra. Nuestro ojo y nuestra sensibilidad se activan bajo el universo de la luz y con la proyección de las sombras, aunque estemos cautivos en una caverna.

    Cuando construimos una metáfora, ya sea poética, discursiva, descriptiva o de cualquier otro tipo, lejos de demostrar nada, lo que hacemos es explicar el mundo utilizando un lenguaje mostrativo. La metáfora explica, pero no demuestra, es una expresión de luz, en tanto que expresa aquello que vemos, una incitación a la reflexión y, porque no decirlo, a la emoción. Insisto, la metáfora no es una explicación analítica.

    Los claroscuros, las veladuras, las penumbras, el claro de luna (el maldito claro de luna), el “plein air", etc, son expresiones de luz, como lo son de la representación de la sensibilidad humana, aquí podríamos referirnos a la “noche oscura del alma” a la “alegría que pasa” al “tiempo perdido”, a la certeza del dolor y, en definitiva, al camino que recorren los hombres y mujeres de este mundo bajo la capa del sol.

    Francesc Cornadó

    ResponderEliminar
  6. Matèria congènita i Tot lament és fang son dos libros que se presentan juntos en un estuche. Al ver este estuche pienso enseguida en un mundo de dualidades, en las realidades que se presentan de dos en dos: el pan y la sal, el bien y el mal, la uña y la carne, la sed y el hambre, los pobres y los ricos, los amigos y los enemigos; pero también la razón y la emoción.
    Al leer los dos títulos,
    Matèria congènita i Tot lament és fang
    Todo parece confirmarse. Matèria congènita me reporta a conceptos mesurables, tangibles, biológicos: coses concretes. En cambio, Tot lament és fang, arranca de entrada, en algo intangible: el lamento. Algo que nace en el espíritu, que no podemos medir y que puede ser tan grande como la maldad de una Erina o tan contenido como el amor carnal de un anacoreta.

    Aunque el lamento se torne barro (fang), no no deja de ser una realidad extra-física, que la poeta transmuta en materia térrea, una materia que no es congénita, sino mineral y geológica.

    Por un momento, viendo el título de los dos libros pensé que me iba a encontrar con una visión clásica y en el otro libro una introspección romántica. Otra dualidad poesía clásica-poesía romántica. Pero no, no, la cosa es mucho más rica y compleja. Nos encontramos con unos poemas que transitan constantemente de una mirada sobre la realidad hasta la emoción palpable. Esta alternancia la encontramos en uno y en otro libro, siempre combinado, enriqueciendo las visiones de la realidad con la fuerza de la metáfora y las emociones planteadas como una sustancia del tiempo y del espacio.

    Recuerdo las palabras de Safo:
    “Apenas te veo así un instante, me quedo sin voz. Se me traba la lengua. Un fuego penetrante fluye por debajo de mi piel. No ven nada mis ojos y empiezan a zumbarme los oídos. Me cae a raudales el sudor. Tiembla mi cuerpo entero. Me vuelvo más verde que la hierba. Quedo desfallecida y es todo mi aspecto el de una muerta...”

    La poeta griega se expresa directamente sin intermediación: la piel que quema, el sudor que cae… Todo es palpable.
    En los poemas de Maite Muns encontramos también el pálpito de la realidad y de este pálpito nace el verso.
    La poeta navega rumbo a un romanticismo tangible que me recuerda algunos versos de Alfonsina Storni o de Catalina Coronado o incluso de una Elizabeth Barret enamorada. Pero por el rio donde navega se refleja una constante psicológica, quizás nocturna, pero no con la nocturnidad de los Himnos de la Noche de Novalis sino más bien una reflexión callada a la manera de Silvia Plath.
    En este tránsito que va desde la constatación de la realidad más o menos mesurable hasta la intimidad, Maite Muns demuestra una magnífica valentía. Esta cualidad es la que más aprecio de su poesía.
    No en balde, siempre exigimos que el mundo que nos rodea y nuestras relaciones sociales sea presididas por la razón y pedimos a los poderes públicos que sean racionales, pero nosotros, en “lo más profundo de la misericordia de nuestro corazón”, queremos la emoción y nos comportamos emocionalmente delante del amor y la belleza.
    Francesc Cornadó

    ResponderEliminar
  7. Poco tengo que añadir, FRANCESC CORNADó, en realidad nada.
    Todo queda expresado y de manifiesto. Todo queda tan bie expuesto que no hago más que hacer de eso, de expositor.
    Gracias, muchas gracias por esta explicación tan bien argumentada, y que, a mi entender, hacía para conocimientos parcos como el mío, mucha falta.
    Un beso

    ResponderEliminar

Francesco Queirolo. Capilla de San Severo. Nápoles

  En no pocas ocasiones compartimos el título de esta obra, inmensa, por cierto, de Francisco  Queirolo.