SÁBADO, 24 DE DICIEMBRE DEL 2016 - 13:28 CET
Las paradas de libros del mercado de Sant Antoni eran todas juntas como un animal vivo. La criatura más fascinante, imprevisible y, dentro de su especie, la más antigua de Barcelona o acaso del planeta. Un ser libre, acosado ahora por el más ladino de los cazadores: la reforma urbana. La misma que, como siempre, una vez hubiera cobrado y despedazado su pieza, despreciaría la carne muerta y comerciaría con la piel arrancada en forma de postales conmemorativas, de libros con muchas fotos en blanco y negro, de reproducciones 'vintage', y exhibiría su cabeza disecada en el lugar más visible a modo de sádico homenaje. Pero todavía ese animal que era el mercadillo luchaba por escapar... Barajando semejantes ideas se había levantado aquel domingo el señor Jaume Corberó, vecino del Bon Pastor y escritor de novelas retirado. La inmensa mayoría de ellas, tal vez unas doscientas, firmadas con el seudónimo de James Corby; la inmensa mayoría de ellas, publicadas en la colección Safari ('Los tigres tienen hambre', 'Infierno de marfil', 'El guardián entre el centollo'... ); la inmensa mayoría de ellas, emergiendo ahora en Sant Antoni como pecios, como restos de un antiguo naufragio entre precipicios de libros, farallones de tinta. Al señor Corberó, cuando se conocía su apellido, siempre le preguntaban si estaba relacionado con el famoso fabricante de cocinas, y él encogía sus anchos hombros y respondía invariablemente que pudiera tratarse de otra rama familiar, pero que ambos eran... desde luego Corberó.
El señor Corberó pensó que lo más auténtico del mercado eran los carros que traían y llevaban los libros
Ya se imaginaba el señor Jaume Corberó que ese domingo no se habrían instalado todas las paradas; pero como le habían dicho que aun y todo siendo el día de Navidad también abrirían, madrugó relativamente, se afeitó despacio con aprensión de cortarse, se masajeó con Floïd Vigoroso, contempló en el espejo su orondo rostro con el compañerismo de los solitarios, se guardó doblada en un bolsillo del chaquetón de cuero una bolsa del súper y salió a ver libros. Libros usados que llegan de nuevo como si volviera un amigo de antaño, la amistad es un pájaro migratorio. Libros leídos por ojos desconocidos, pasadas sus páginas por manos que nunca van a tocarse. Libros que han sido llevados en otros bolsillos, dormidos en otras camas, leídos en otras sillas. Pero son nuestros, nos pertenecen de un modo privado porque ya han sido humanos. Nada más interminablemente humano que el inmenso mar de libros revueltos de Sant Antoni. Tempestad de vidas y de biografías. A lo que el señor Jaume Corberó iba los domingos al mercado de Sant Antoni era a vivir. Las palabras son lo más parecido que tenemos a la vida, porque son lo más inmortal que hemos creado.
'EL MAESTRO DEL JUICIO FINAL'
En la parada de un librero gordo que nunca hablaba, el señor Jaume Corberó sintió curiosidad por 'El maestro del Juicio Final', una novela de miedo y misterio de Leo Perutz, autor que ahora estaba volviendo por la puerta grande a ponerse de moda, y la pescó con sus dedos consumidos y todavía rápidos. Se puso las gafas de vista cansada para leer lo que decía en la solapa. No admitía que se le hubiese fatigado con tanto como le quedaba por ver. Porque no era gran cosa lo que habían contemplado sus ojos, salvo la torre de Londres y la sede de Scotland Yard durante un corto viaje hacía más de medio siglo, todo el cine del mundo, eso sí, y los miles de folios que entraron por el carro de su máquina de escribir. Pero estos venían siempre en blanco.
Las palabras son lo más parecido a la vida, porque son lo más inmortal que hemos inventado
Para el señor Corberó, lo más auténtico, lo más genuino del mercadillo, eran los carros donde traían y llevaban los libros. Cabía dentro de cada uno una parada entera; bien calculado, unos 500 o 600 kilos de papel. Eran muebles de museo, antiguos y maravillosos, ahora con la madera carcomida y el hierro viejo, veteados con remiendos de otras maderas como la chaqueta de un vagabundo. Pero es que leer es lo más vagabundo. Acaso les hiciese falta una restauración, algún cuidado para que no se echasen a perder irremediablemente. En realidad se había perdido un montón, encima se trataba de los más antiguos, cuando los libreros fueron exiliados a una carpa en la cercana calle Urgell al empezar las obras del mercado. Los comerciantes que, por vejez o cansancio, renunciaron a proseguir con las paradas fuera del recinto se desprendieron de ellos, y acabaron destruidos a hachazos porque ya no hacían falta. Ahora quedaban apenas sesenta carros, que entre semana se guardaban en los almacenes de la calle Borrell y del pasaje de Sant Antoni abad. Algunos modelos estaban inspirados en un tipo de carro popular en Alemania. El señor Corberó recordó cuando su madre le advertía que, si no estudiaba, el día de mañana sería un 'camàlic', uno de esos que empujan carros, y pensó que quizá no debió de esforzarse lo suficiente pues se había pasado la vida empujando el carro de la máquina de escribir. Pero tampoco se arrepentía de no haber servido más que para los libros. Con ellos el mundo era mejor.
Las fotos están realizadas en el 2009. No han salido a la luz porque no había habido oportunidad. Hoy, con el relato de P.A. en El Periódico, creo, es el momento.
Bona història, l'he llegit mentre esmorzava a el Periódico, les fotos i són addients.
ResponderEliminarSALUT!
He fet de tantes de fotos del Mercat, FRANCESC. I ara era l´oportunitat de posarles .
ResponderEliminarAquestas son primicia.
L´historia és bonica, molt bonica.
Una abraçada
Salut, company.
Varias cosas. Una, que no me digas que todo el entorno de los puestos de libros se ha modificado para mal. Tengo recuerdos imborrables de mis visitas al mercado abierto de libros interminable, no he visto mejores precios en ningún lugar de este predio denominado España, ni tal variedad ni tal calidad física y de contenidos de eso otrora llamados libros (el término se va perdiendo poco a poco, hay gente que te mira raro cuando pronuncias el vocablo) ni tal enrolle con propios y foráneos del negocio, si te brindas a ello obviamente. Otra, que participo de la sorpresa de Andújar sobre el comentario de pasada sobre un libro de Leo Perutz, un autor que se publicaba en mi infancia y que posteriormente y durante décadas ya no se encontraba por ninguna parte, hasta que Muchnnik recuperó algunos títulos, y justo entonces, no hace ni mucho ni poco porque uno,yo, ya no sabe qué edad tiene, tengo, pude entrar en la obra de ese checo, matemático y escritor que lo hacía en alemán, de origen sefardí -¿a que suena Perutz, como a qué suena Canetti, apellidos que huelen y saben a castellano expulsados por judío de esta finca de unos pocos llamada España?- y me fascinó. Afortunaamente he visto algún título reeditado recientemente. Y otra, la calidad literaria y humana de Pérez Andñujar -su crónica de la Merçé, sin ir más lejos, me encantó- que como colaborador de periódicos da gusto seguir y corres a ver qué cuentan, como Gregorio Morán, Millás, Vicent o Javier Marías, por citar de los más conocidos.
ResponderEliminarEn fin que me quedo con la frase lema del escritor en ese artículo: "Leer es lo más vagabundo". Solo con conciencia de errantes se puede andar con cierto ánimo esto dinámico y perpetuamente cambiante denominado Vida, aunque algunos utilicen la Cultura, en todas sus acepciones y manipulaciones, para esclavizarla. Feliz domingo, cada día renace y muere dentro de nosotros nuestro verdadero Yo, o al menos uno de ellos, y eso sí que es Natividad personal y explícita y no el margen atávico y encorsetado de los mitos cristianos.
Un abrazo, Miquel. Leer es lo más vagabundo, sí señor. Y vivir.
No tengo la calidad que tiene Pérez Andújar, FACKEL, ya sabes que soy un gorrión de vuelo corto, pero que cuando vi aquellos carros desvencijados en los patios del mercado, pensé que era muy triste que no supiera escribir con una calidad mínima para expresar en un relato las vivencias y los miles de títulos que han transportado.
ResponderEliminarEran viejos y obsoletas, pero eran la señas de identidad de "toda la vida" de un oficio que se está perdiendo.
Hoy los libros no se llevan. Las tiradas son de 100 ejemplares, hablo de lo "normal". Los editores no se ganan la vida y apuestan a lo seguro; los pisos son pequeños, y para postre, como argumento final, en las tablets no se acumula el polvo y en los libros si.
Yo vivo rodeado de libros, los libros acumulan polvo, luego yo, vivo rodeado de polvo...pero FACKEL, polvo soy, y en polvo me convertiré.
Un abrazo , buen amigo. Te me cuidas y gracias por pasarte por aquí.
Y a vivir....Salut
Polvo enamorado quevediano, como yo...al menos de los libros, de lo otro no entro, jaj.
ResponderEliminarSalut mientras permanezcamos errabundos.
La mejor manera de tomar el pulso de una ciudad son sus mercados, sentir como late el corazón de la paradas. Y los domingos los libros que aparecen alrededor del mercado, alrededor del verdadero corazón de la ciudad. Magnífico cuento de Navidad.
ResponderEliminarFeliz Navidad
Francesc Cornadó
Magnífico FRANCESC CORNADó.
ResponderEliminarCuando escuché su pregón me vi reflejado. Y hoy, al leer este cuento, se me han vuelto a aparecer los fantasmas del tiempo.
Lo bueno de Pérez Andújar, creo, es la credibilidad de sus personajes.
UN abrazo y Feliz Navidad, amic.
Salut
Entrañable historia. Aviva el recuerdo de otros tiempos: esas librerías antiguas de las grandes ciudades, las "librerías de viejo" que muchos conocimos y que hoy son un reducto, una pequeña sombra de lo que fueron. Me viene a la memoria esa acotación de "Luces de Bohemia" de Valle Inclán, cuando Max Estrella llega a la Cueva de Zaratustra para recuperar unos libros que se malvendieron, y describiendo el lugar leemos: "rimeros de libros hacen escombro y cubren las paredes". Parece una pincelada expresionista, un aguafuerte de Goya. Las carretas de la lectura son una imagen tétrica que conduce a esas otras de la Edad Media donde sacaban los cadáveres de los apestados, amontonados, como esos libros viejos que pocos se llevan.
ResponderEliminarUn saludo.
El Mercat de Sant Antoni, tot ell, forma part de la meva vida d‘una forma indestriable i indisoluble, del meu paisatge físic i mental, visual i emocional. El que li passi és per a mi una qüestió personal.
ResponderEliminarLlarga vida al Mercat de Sant Antoni!!!
Recuerdo esos carretones de viejo pino gallego y ruedas de hierro colado haciendo ruido por las aceras al caer las dos de la tarde en el mercado dominical, retirándose hacia almacenes y locales donde dormirían cargados hasta el siguiente domingo.
ResponderEliminarHace algún tiempo que he dejado de frecuentar el mercado de los domingos. Durante años había trazado un mapa mental de los puestos que consideraba interesantes : viejas revistas de historia ( tengo la casa llena ) documentación gráfica para mis maquetas, novelas interesantes relativamente nuevas en otros, clásicos editados décadas atrás en otros.....
Cuando trasladaron a los libreros a la carpa de la calle Urgell me sentí incómodo, habían trastocado "mi" orden, y me costaba localizar a mis paradistas favoritos.
Después vino la saturación de libros en casa, las estanterías rebosan y no queda un solo palmo libre donde colocar algún tomo más, de tal manera que fuí amenazado "amablemente" para no invadir mas terreno con papel impreso.
Y odio deshacerme de mis libros.
Descubrí hará unos cinco años el libro electrónico, que fué una solución para esquivar la saturación de tomos por toda la casa. Y a pesar de algunas reticencias iniciales, me "pasé" al formato electrónico plenamente.
Me permite almacenar ingentes cantidades de lectura en el disco duro ( eso si, haciendo copias de seguridad en un disco externo ) y seguir leyendo con voracidad.
Pero de vez en cuando, aún compro algúna cosa en papel, por rescatar el aroma a tinta recién impresa ( es la única sensación que no me aporta el electrónico ).
De tarde en tarde, voy algún domingo a San Antonio. Por recuperar el placer de revolver algúna parada, por encontrar a mis semejantes en el amor a las letras, y no sentirme un bicho raro por devorar una treintena de libros al año.
Y un vermút en una terraza rodeado del gentío del barrio tampoco está nada mal.
Recuerdo el ruido de esos carros, sobre las dos de la tarde, para ir a sus depósitos secretos, y seguir guardando miles de vidas, de sueños, de tragédias entre sus costillas de pino, una semana más, hasta que algúna mano ávida de historias rescate un libro olvidado el mostrador, y unos dedos acaricien unas páginas cerradas que vuelven a la vida.
Un abrazo.
Del autor que nos indicas, CAYETANO GEA, me quedo con "La lámpara maravillosa", pero si, es verdad, los miles de kilos que han trasportado de cultura no tienen precio.
ResponderEliminarLos libros están cayendo en en el olvido. No hay espacio, ocupan mucho lugar, se pueden llevare en el bolsillo, son caros...pero son libros.
Hoy todo se está caducando a marchas forzadas.
Un abrazo
Que sigui , que sigui, EL PELETERO : Llarga vida al Mercat de Sant Antoni!!!
Salut
Es una sensación que nos pasa a los amantes de los libros RODERICUS. Ese "Y odio deshacerme de mis libros." es compartido, y no puedo hacerlo. Simplemente no puedo.
Salut y un abrazo.
Bonica història per a un lloc tan ple d'històries. Abraçades i bons desitjos per a tots!
ResponderEliminarGracies ENRIC H MARCH.
ResponderEliminarbons desitjos i millor cava ¡
Salut
ResponderEliminarDesprenderse del papel impreso y en formato tomo me resultaba imposible hasta que decidí que todo aquello que no fuese considerado de consulta no me interesaba. Lo leído, leído está, deja su huella para bien o para mal, pero es algo circunstancial al momento. Si marca a fuego se guarda por sentimentalismo, pero seguro que, en mi caso, no lo volveré a leer pero no me desprenderé de él por nada, al menos hasta que se me pase el sentimiento de posesión.
Es una pasión hurgar en los libros de viejo, aunque en mi caso, la búsqueda de la especialización o de lo bien escrito sigue dándome por saco y no me deja disfrutar de la lectura. Se ha convertido en hábito leer con un lápiz en la mano y corregir los textos. Hay demasiado de malo que vende por estar, por ejemplo, catalogado para ciertas edades o porque el tema deriva a un caso que puede ser vinvule.
Los libros que se sugieren para algunos institutos son penosos, vacíos, de escritores de escaso vocabulario y frases cortas... pero eso sí, hablan de los efectos de las drogas, de las aventuras de un chico de la ESO, de una niña que pretende siempre llamar la atención, de el primer amor y, solamente por ese echo son recomendados a chicos y chicas que se están formando. Difícilmente se formarán con esa escasez de riqueza argumentativa o léxica. Da miedo lo que nos viene encima.
Bueno, perdón, me he ido por las ramas, al pensar en los libros de viejo me he ido al instituto :)))
Bon nadal. Beset i cafenet.
Ya me gustaría saber escribir, pero es lo que hay...El dia de Navidad compre dos libros en el rastro, sobre Ramses II, eran viejos, pero más lo era Ramses..
ResponderEliminarUn saludo
Maravillosa y triste a la vez esa historia, cuantos recuerdos en los domingos ir al Mercat con mi hijo y Albert su amigo y nos lo pasábamos bomba, con los libros los tebeos, los cromos, etc.
ResponderEliminarEsos tiempos ya han pasado a la historia.
Un abrazo y esta entrada se me había escapado.
Bon dia i un petonàs.
Bon Nadal, CENSURA SIGLOXXI ¡
ResponderEliminarTambién soy partidario del lápiz en la mano, pero no para corregir, sino para apuntar algo que me llame la atención. tengo todos los libros con acotaciones, y unos me llevan a otros, como en un viaje,
Un abrazo
TEMUJIN, desde que se te ha dado por los raperos, vas descubriendo cada artista que alucino ¡
Ya me mandarás las letras .
Buen año.
Todo cambia, MTRINIDAD. Ya lo han hecho con los sellos ¿quién escribe cartas hoy en día?, y lo han hecho con los discos, todo funciona con lápiz...los libros llevan el mismo camino, el mismo. A quedarse obsoletos.
Un beso y bon día, y tranquila por lo de la entrada, estamos en fiestas.
Salut
Bonito cuento de Navidad lleno de recuerdos y mi duda es ¿ cuando acaben las obras del Mercado de Sant Antoni y las paradas vuelvan a su lugar, tendrá el mismo encanto? .En el caso dels "Encants" se perdió a mi entender ese magia y embrujo que tenían pero se ganó en mejores equipamientos ,frescura y organización .Un Saludo
ResponderEliminarCreo que no, CORREO CORREO. También es verdad que idealizamos las cosas. Nosotros percibimos lo inmediato y todo aquello que fue queda en nuestro interior y lo amalgamamos con la edad en que nos sucedió. Antes, Correo, Correo, éramos 25, 30, 40 años más jóvenes, y ya sabes, el frio más intenso era primavera para lo que deseabamos en un futuro.
ResponderEliminarTe mando un abrazo muy grande y deseo de todo corazón que este año que entra se inunde tu casa con la palabra Paz.
Tuyo
Miquel
MMmm qué maravilla de cuento, cuando leí eso de "...se masajeó con Floïd Vigoroso" me pareció ver a mi abuelo, recuerdo que se ponía este after shave...y también era un apasionado de los libros usados como tu protagonista, sin embargo no recuerdo haber visto jamás un mercado de libros usados a parte del Rastro de Madrid, pero bueno, ahí se vende y compra de todo. Me parece increíble es que aun se conservaran hasta hace poco esos carros y carretones repletos de ellos...lástima que tuviera ese final que cuentas a hachazos, estas fotografías son fantástico testimonio de ellos, parecen como los carros de buhoneros ( ponle a tu nieto la Bella y la bestia esta Navidad jaja me gustan mucho los dibus... Bella leía desaforadamente los libros que les llevaba el buhonero a su pueblo ; ) A veces leyéndoos estas cosas me doy cuenta que la vida en una gran ciudad hace 100 años no tenía nada que ver a la misma vida en provincias o en un pueblo, no sé si mejor o peor, absolutamente diferente.
ResponderEliminarMil gracias MIQUEL, pasado mañana vuelvo a irme y ya no te leeré hasta el año q viene, así que hasta entonces solo deseo q te tomes las uvas con calma, sin atragantarse y que 2017 nos mantenga unidos por las letras como hasta ahora y a ti y a los tuyos os reserve lo mejor, es verdad lo que dice tu cuento... "Las palabras son lo más parecido a la vida, porque son lo más inmortal que hemos inventado "
Mil besos mi querido amigo!!!
Hasta el año que viene ; )
Haré caso de tus consejos MARÍA. Me tomaré las uvas con calma. Pediré tres deseos, sin orden de prioridad. Y pensaré en tres conocidos que han marchado este año y ya no estarán. Las uvas irán por ellos.
ResponderEliminarSobre los deseos, nada que sea de esconder, los tres erán los mismo, así se cumple unos. Salut, salut es mi deseo desde hace algunos años.
Un abrazo y buen año, de todo , todo corazón.
Me duele -como si me arrancaran una uña- que desaparezca el mercadillo donde tantos domingos por la mañana disfruté de lo lindo.
ResponderEliminarHace años que no he vuelto por allí, y me resisto a ir a esa nuevo parque consumista sin alma y tan parecido a cualquier otro. No quiero ponerme nostálgica, pero las ciudades del siglo XXI son áreas comerciales y turísticas sin pizca de interés.
Abrazo
Te entiendo perfectamente, pero es a lo que vamos. El cambio está siendo radical, entra dentro de lo cultural, y es evidente que todo desaparece con una rapidez inusitada.
ResponderEliminarUn abrazo.
Buen año, Anónima.
salut