Hay personas que saben expresar lo que a mi me sería imposible. Una de ellas es Lluis, de Mil demonis. He hecho un corto y pega y la he insertado hoy, domingo, a modo de aperitivo.
Si pueden leerla, háganlo, disfrutarán.
Hi ha persones que saben expressar el que a mi en sería impossible. Una d'elles és Lluis, de de Mil demonis . He fet un curt i pega i l'he inserit avui, diumenge, a manera d'aperitiu.
Si poden llegir-la, facin-ho, gaudiran.
El día 1 de diciembre fue
un día de apariencia fea, de frío húmedo y tristeza. La tristeza quizás la
llevaba yo, pero lo demás me lo encontré, igual como te pasa con tus apellidos.
Ese día, por la tarde, me subí a un tren en dirección a Barcelona para reunirme
en cónclave con el Club de los Recónditos. Era el día de la presentación en
público de la primera edición en papel de este blog.
Escritores recónditos... La idea surgió de Miquel y de Francesc, dos mentes que nunca cesan de pensar, y empezó a concretarse en su blog "Escritores recónditos". Hace ya bastante tiempo me llamaron para participar en él, y yo me presté. Recuerdo que era a finales de curso, posiblemente en primavera (lo digo por el atuendo que llevo en la foto que documenta la reunión). Nos encontramos en el jardín medio romántico medio burgués del Ateneu de Barcelona, charlamos un rato, nos reímos y yo, a la vuelta, perdí las llaves de mi casa. Tardé más de dos horas en convocar al cerrajero de urgencias, que me cobró unos 500 euros por romper la puerta y luego reparar el estropicio. El cerrajero tenía algo de bovino y a la par de judío. Si existen los toros judíos, deben ser muy parecidos a mi cerrajero nocturno.
¿Qué es un escritor recóndito? les pregunté a mis admirados amigos. Creo que carraspearon un poco, se miraron de soslayo. "Son los escritores poco mediáticos", dijeron al fin. Bueno, en ese caso, les respondí, estoy de acuerdo en figurar en vuestra lista. Por lo visto, algunos de los escritores a quienes proponen figurar en su compendio rechazan la oferta, y yo creo que es porqué la palabra "recóndito" les sugiere marginalidad, miseria, maldición o, incluso, toxicomanía. Yo creo que todos esos conceptos ocultan al verdadero monstruo que acecha tras el término: el fracaso. El fracaso es bello, poético y sobrecogedor cuando sucede a los demás, es como el suicidio valiente, como el héroe patriótico. Pero todos queremos verlo en las páginas de una buena novela rusa, en la pantalla del cine o en el hijo del vecino fanfarrón. Jamás en carne propia.
El escritor recóndito ¿es recóndito por elección deliberada o por dejadez? ¿lo es por una cuestión de principios o de impotencia? Jamás lo sabremos.
Cuando yo era muy joven (sobre los 16 y un poco más) escribía poesías y me reunía en un bar de barrio con otros colegas del instituto, todos poetas. Éramos poetas tremendamente recónditos y además furiosos, llenos de rabia y de rencor. Cuando nos poníamos a hablar de poesía solíamos tratar a los escritores "consagrados" de imbéciles, de hijos de la gran puta para arriba. Les deseábamos una muerte atroz tras una enfermedad cruel. Escribíamos sobre ello. Ya por aquel entonces, yo añadí a algunos de mis textos vengativos y llenos de mala leche al señor Jordi Pujol, por entonces autoproclamado Muy Honorable y Potestad de la Sardana.
Pasaron los años y nuestro club de poetas rabiosos proseguía indemne, cabizbajo, con la mueca del odio torcido ya fosilizada en el rostro. Nos agarrábamos al fin de la adolescencia, aunque los asideros eran cada vez más escasos, más escuálidos. Los dueños del bar del barrio envejecían y eran cada día más descuidados, más guarros. El café estaba realmente malo. Los vasos de cerveza siempre sucios y el aperitivo de la casa, progresivamente aguado, sin vergüenza ni disimulo.
-Anem malament de quartos -gemían. Eran mayores y se terminaron las osadías de antaño, cuando se iban los fines de semana a Andorra para mantener el estraperlo de pornografía y paquetes de Winston.
El mundo se esforzaba en proveer de argumentos nuestro odio por él.
Llegó un día en que alguien me propuso escribir cuentos para una revista. Yo acepté, pero no dije nada a los miembros del club de los poetas enfermos. Luego, alguien leyó uno de aquellos cuentos y me invitó a escribir una novela breve, para jóvenes. También acepté. Comprendí que mi silencio no podía prolongarse más y decidí que debía contar la verdad. Me imaginé que mi novelita aparecería en los escaparates de las librerias, que habrían reseñas en la prensa y que quizás me iban a entrevistar en radio y televisión.
Así que tras una noche aciaga, me armé de valor (y de tres o cuatro vasitos de orujo) y confesé mi pecado ante los poetas. Fui automáticamente vilipendiado. Alguno me trató de "patética prostituta" y otros, simplemente, empezaron a despreciarme suavemente. No me invitaban a los encuentros, no respondían a mis llamadas y si aún así yo conseguía hablar con ellos hacían como que el viento soplaba muy fuerte y no se me escuchaba.
-Es que eso es muy grave... -me susurró uno de ellos- Cobrar por tu arte, por tu alma... ¡Qué pensaría Rimbaud de ti..!
Pasaron los años. Yo continué publicando, aunque jamás fui un escritor visible. O sólo esporádicamente, brevemente. Casi como por accidente u omisión. Si aparecí en tv, fue en canales municipales.
Mis antiguos compañeros del club de los poetas que querían ser malditos se hicieron mayores. Dos de ellos lucharon arduamente para ser funcionarios autonómicos. Los dos lo consiguieron, aunque uno de ellos murió poco más tarde y el otro se las apañó para ser pensionista a los 50 años. Otro entró a trabajar en Caixa del Penedès. Otro hizo una carrera discretamente buena como comercial de electrodomésticos de la conocida cadena Kyoto, y luego se pasó a la cosa inmobiliaria.
Bueno, para ser chicos de barrio y jóvenes españoles de los ochenta no está nada mal.
Escritores recónditos... La idea surgió de Miquel y de Francesc, dos mentes que nunca cesan de pensar, y empezó a concretarse en su blog "Escritores recónditos". Hace ya bastante tiempo me llamaron para participar en él, y yo me presté. Recuerdo que era a finales de curso, posiblemente en primavera (lo digo por el atuendo que llevo en la foto que documenta la reunión). Nos encontramos en el jardín medio romántico medio burgués del Ateneu de Barcelona, charlamos un rato, nos reímos y yo, a la vuelta, perdí las llaves de mi casa. Tardé más de dos horas en convocar al cerrajero de urgencias, que me cobró unos 500 euros por romper la puerta y luego reparar el estropicio. El cerrajero tenía algo de bovino y a la par de judío. Si existen los toros judíos, deben ser muy parecidos a mi cerrajero nocturno.
¿Qué es un escritor recóndito? les pregunté a mis admirados amigos. Creo que carraspearon un poco, se miraron de soslayo. "Son los escritores poco mediáticos", dijeron al fin. Bueno, en ese caso, les respondí, estoy de acuerdo en figurar en vuestra lista. Por lo visto, algunos de los escritores a quienes proponen figurar en su compendio rechazan la oferta, y yo creo que es porqué la palabra "recóndito" les sugiere marginalidad, miseria, maldición o, incluso, toxicomanía. Yo creo que todos esos conceptos ocultan al verdadero monstruo que acecha tras el término: el fracaso. El fracaso es bello, poético y sobrecogedor cuando sucede a los demás, es como el suicidio valiente, como el héroe patriótico. Pero todos queremos verlo en las páginas de una buena novela rusa, en la pantalla del cine o en el hijo del vecino fanfarrón. Jamás en carne propia.
El escritor recóndito ¿es recóndito por elección deliberada o por dejadez? ¿lo es por una cuestión de principios o de impotencia? Jamás lo sabremos.
Cuando yo era muy joven (sobre los 16 y un poco más) escribía poesías y me reunía en un bar de barrio con otros colegas del instituto, todos poetas. Éramos poetas tremendamente recónditos y además furiosos, llenos de rabia y de rencor. Cuando nos poníamos a hablar de poesía solíamos tratar a los escritores "consagrados" de imbéciles, de hijos de la gran puta para arriba. Les deseábamos una muerte atroz tras una enfermedad cruel. Escribíamos sobre ello. Ya por aquel entonces, yo añadí a algunos de mis textos vengativos y llenos de mala leche al señor Jordi Pujol, por entonces autoproclamado Muy Honorable y Potestad de la Sardana.
Pasaron los años y nuestro club de poetas rabiosos proseguía indemne, cabizbajo, con la mueca del odio torcido ya fosilizada en el rostro. Nos agarrábamos al fin de la adolescencia, aunque los asideros eran cada vez más escasos, más escuálidos. Los dueños del bar del barrio envejecían y eran cada día más descuidados, más guarros. El café estaba realmente malo. Los vasos de cerveza siempre sucios y el aperitivo de la casa, progresivamente aguado, sin vergüenza ni disimulo.
-Anem malament de quartos -gemían. Eran mayores y se terminaron las osadías de antaño, cuando se iban los fines de semana a Andorra para mantener el estraperlo de pornografía y paquetes de Winston.
El mundo se esforzaba en proveer de argumentos nuestro odio por él.
Llegó un día en que alguien me propuso escribir cuentos para una revista. Yo acepté, pero no dije nada a los miembros del club de los poetas enfermos. Luego, alguien leyó uno de aquellos cuentos y me invitó a escribir una novela breve, para jóvenes. También acepté. Comprendí que mi silencio no podía prolongarse más y decidí que debía contar la verdad. Me imaginé que mi novelita aparecería en los escaparates de las librerias, que habrían reseñas en la prensa y que quizás me iban a entrevistar en radio y televisión.
Así que tras una noche aciaga, me armé de valor (y de tres o cuatro vasitos de orujo) y confesé mi pecado ante los poetas. Fui automáticamente vilipendiado. Alguno me trató de "patética prostituta" y otros, simplemente, empezaron a despreciarme suavemente. No me invitaban a los encuentros, no respondían a mis llamadas y si aún así yo conseguía hablar con ellos hacían como que el viento soplaba muy fuerte y no se me escuchaba.
-Es que eso es muy grave... -me susurró uno de ellos- Cobrar por tu arte, por tu alma... ¡Qué pensaría Rimbaud de ti..!
Pasaron los años. Yo continué publicando, aunque jamás fui un escritor visible. O sólo esporádicamente, brevemente. Casi como por accidente u omisión. Si aparecí en tv, fue en canales municipales.
Mis antiguos compañeros del club de los poetas que querían ser malditos se hicieron mayores. Dos de ellos lucharon arduamente para ser funcionarios autonómicos. Los dos lo consiguieron, aunque uno de ellos murió poco más tarde y el otro se las apañó para ser pensionista a los 50 años. Otro entró a trabajar en Caixa del Penedès. Otro hizo una carrera discretamente buena como comercial de electrodomésticos de la conocida cadena Kyoto, y luego se pasó a la cosa inmobiliaria.
Bueno, para ser chicos de barrio y jóvenes españoles de los ochenta no está nada mal.
Si señoe....n está nada mal. Un abrazzo !!
ResponderEliminarJa el vaig llegir, en Lluís hi toca, ja ho sabem prou, i a sap explicar-ho molt bé.
ResponderEliminarsalut
Salut, CHORDI...Otro grande para ti.
ResponderEliminarToca , i molt
Salut FRANCESC PUIGCARBó.
Muy interesante este señor, hace tiempo que lo sigo y conozco su trayectoria bloguera.
ResponderEliminarMe gusta que los escritores recónditos, os apiñéis y sobre todo os sintáis felices de vuestra recopilación, de escritor@s y poetas.
Buen domingo y BFDS.
Gracias MTRINIDAD.
ResponderEliminarComienza a ser una gran familia, y ya sabes, a la familia se le ha de proteger.
Un beso y buen domingo.
Muy bueno. Ya había tenido el placer de leerlo.
ResponderEliminarEn lo que dice siempre encuentras algo que te resulta cercano y familiar.
Saludos, Miquel.
Cierto, CAYETANO GEA.
ResponderEliminarUn abrazo en este día lluvioso, al menos por aquí
Salut
I en què consisteix tenir un aspecte de jueu segons aquest bon senyor?
ResponderEliminarShalom!!
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarBuen escritor y mejor persona.
ResponderEliminarEstoy plenamente de acuerdo contigo, ALLAU.
ResponderEliminarEs , sin dudarlo, uno de los mejores escritores recónditos que he tenído el placer de leer, te doy mi palabra. Y como persona no tengo un cuantificador, no soy positivista, ya sabes que soy metafísico, y me quedo con tu medida: mejor persona.
Un abrazo.
Gracias por estar.
Salut