Se cogen puntos de media.
Ese fue el letrero con el que la Engracia innauguró su lugar de
trabajo, una barraca cercana al pasaje
que daba de bruces a la carretera de Montjüic.
Sobre papel cuadriculado y letras al cartabón, quedó señalado
el recinto donde las mujeres podían solventar problemas que de otra forma no
habría manera de arreglar.
Lejana a nuestra chabola, la pequeña tienda de la Engracia no
fue competencia, sino una referencia
para agrandar la clientela.
La una cosía y arreglaba ropa, mi madre; la otra, medias.
La Engracia tenía todo a su favor. Todo menos su nombre.
Gruesa, alta y desgarbada, mantenerse dentro del área de
influencia de su alitósis era todo un riesgo.
Pero al igual que las
moscas y no sabiendo el porqué, la Engracia empezó a tener una clientela que
empezaba hacer cola antes de que abriera a las ocho de la mañana, de tal
manera que al tiempo de ir a buscar agua a la fuente se hacía tanda para sus
composturas.
Composturas que debían de ser inmediatas, tan inmeditas que a la pregunta de que para cuando querían la entrega contestaban como por regla aprendida : "para ayer".
Generalmente no había dinero para dos pares de medias y el
que había, si estas se estropeaban, era
utilizado para reparar lo irremediable.
A veces, no pocas, no se sabía que era lo primordial, si
rellenar las damajuanas debajo del caño de la fuente o el conseguir que la
Engracia pudiera estar contigo para escuchar el porqué de aquel descosido en
una media nueva y con sólo un agarrón.
Y de allí las aventuras, porque los agarrones no sólo venían
de tropiezos casuales.
Las ganas de explicar sin dejar entrever daba pie a todo tipo
de especulaciones.
Habían, sin lugar a dudas, enganchones en las medias que
eran más de género humano que maquinaria ajena.
Ser hijo de la Pepita, la modista de la CNT, me otorgó la libertad de estar cerca de aquella mesita que cumplía funciones de
mini taller con derecho a ciertas escuchas.
Aprendí que habían diferentes tipos de media, no sólo las de
nailón, sino que la licra y la seda, estas casi imposibles de dejarse ver, eran
deseadas por aquella clientela que empezaba a ser fidelizada.
Y supe de otras más atrevidas y casi desconocidas a mi vista,
eran las de costura, pero era más que extraño que estando presente, ninguna mujer
abriera la boca para explicar cuál fue el incidente que provocó la carrera.
Y la Engracia tuvo éxito.
Tanto que acabó abriendo los domingos por la mañana haciendo
competencia a Don Sebastián, el cura que por aquel entonces, y por poco tiempo,
llevó la parroquia a la que decían debíamos deber y obligación de no faltar.
En más de una ocasión Don Sebastián se encaró con la Engracia
por abrir los domingos a la mañana con la excusa de que los días señalados por
el Señor eran prohibidos para el trabajo. Pero la Engracia, que se sabía los
secretos de todas y las andanzas de casi todos, le contestaba que la vida era
para dar ejemplo y no consejos, a lo que el cura se retiraba como tocado por arte
de magia.
La fama de la Engracia fue creciendo en proporción a los
enfrentamientos con la iglesia, ganándose el respeto del vecindario que ya no
dudaba en confesarse delante de una minúscula máquina que tenía un halo mágico
para las mujeres y dejaba boquiabiertos a los hombres.
De tal manera que la técnica ganaba cada domingo la partida
al espíritu, cosa que a Don Sebastián le ponía de los nervios mientras que a la
Engracia le dejaba indiferente.
Quizá por eso, o porque la arregladora de medias sabría
alguna cosa más, vaya uno a saber, Don Sebastián estuvo poco tiempo al frente
de la parroquia, cosa que a el Grabao, a su hermana la Azucena, a Pata Palo, al Mochuelo y a mí nos vino como
agua de mayo, porque Don Sebastian tenía el corazón tan corto como sus manos de
largas, tanto que entre nosotros le llamábamos “el sobón”.
A la Engracia le gustaba enseñar, de tal manera que a la
Azucena, la hermana de el Grabao, la tentó para un aprendizaje.
De allí salimos todos con lo básico aprendido y lo elemental aprobado.
No hubo cuento, encuentro, diálogo, carta o cita que nosotros
no supiéramos.
Y entre otras muchas cosas, empezamos a entender el porqué de
las pesadas largas de Don Cipriano, al que jamás se le pasaba un equilibrio en
su báscula de pesas, menos cuando se tropezaba con la Jacinta, a la que siempre
añadía un contrapeso en forma de patata al aligerar el plato esbozando una
enigmática sonrisa.
Y de aquello, sacamos la conclusión Pata Palo, el Grabao, su
hermana la Azucena, el Mochuelo y yo, de
que para los “mayores” las medias tenían
la posibilidad de abrir más puertas que las llaves del Eleuterio, el encargado
de la fábrica de los jabones.
Me acuerdo de mi prima Encarna, en Sabadell, que ella cogía los puntos de media, ponía la media en un vaso y con un aparatito cogía los puntos de la carrera que se había hecho.
ResponderEliminarAntes se arreglaba todo.
Ahora se tira todo.
Como siempre una buena historia Miquel.
Muchas gracias por compartila.
UN BESO.
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarOndia Miguel que hacías mirando por el agujero de la cerradura? claro que el cura tenia razón de no trabajar el domingo? de lunes a sábado te robaba el patrón el domingo te robaba y engañaba el cura faltaría mas le van hacer competencia y mucho menos las mujeres por Dios? si llego a conocer ese detalle de la cerradura me a punto anda que no se pasaba hambre en la época por culpa del cura? salud
ResponderEliminarQuan jo era menut, al carrer Vilarrubies a Sabadell, hi havia un taller de costura on arreglaven mitges, i hi treballaven SET O VUIT SENYORES. Debia ser un bon negoci.
ResponderEliminarsalut
Y aquello, seguro MTRINIDAD, sería como la peluquería...se sabría todo ¡¡
ResponderEliminarjajaja
salut
Ayyy los curas sobones...tocaban todo lo que se movía JESÚS PECECILLO ¡¡
un abrazo
Era un bon negoci..no posaves amb prou feines material, la inversió era mínima, les reparacions no eren cares en comparació al producte i les mitjanes eren de moda i necessàries perquè les dones totes portaven faldilles i el fred era del que pelava
Era un bon negoci FRANCESC PUIGCARBó
Salut
Ah, quin luxe quan t'obren les portes del gineceu! El que tu expliques magistralment amb doña Engracia, jo ho vaig viure a la perruqueria. Tenir accés als secrets no té preu.
ResponderEliminarjajajajajaja...
ResponderEliminarjusta la fusta, ENRIC H MARCH. Aixó és el que vull dir.
Una abraçada caníbal ¡¡¡
salut
Qué bien lo debiste de pasar haciendo de vogeur en ca la Engracia :)
ResponderEliminarSalut!
Un no es consciente de lo que sabe...hasta que lo sabe utilizar...ERRE. Y esta frase me la apunto, porqu es así
ResponderEliminarsalut
Gracias por pasarte
Qué recuerdo de sopetón con tu relato y la ilustración de las medias Glory. Eran las que usaba mi madre. A escondidas me ponía sus medias y tacones, disfrazada de chica recorría el pasillo de casa cuando estaba sola.
ResponderEliminarNo había vuelto a ver ese enuncio hasta hoy, tú memoria ha rescatado parte de la mía; también en mi barrio existía una mercería donde se "cogían puntos de media"
Sigue.
Abrazos
Mira por donde mi mujer se pagó toda la carrera cogiendo medias.Con su motor en forma de huevo
ResponderEliminarmetálico brillante,que hacía mover una aguja que al final tenía un saliente,con el que sacaba
y metía el hilo en la trama de la media.Claro,que en eso por poco se deja un ojo de tanto mirar
el genero con la luz de una bombillita pequeña.Por eso la carrera casi le cuesta un huevo,mejor
dicho un ojo de la cara.Mujeres de su tiempo,luchadoras.
Saludos.
La vida es para dar ejemplo y no consejos.
ResponderEliminarUna història preciosa!!
Felicitats!!
Me llena de ilusión AMALTEA que te traiga recuerdos...Todos tenemos un montón en el cajón
ResponderEliminarUn beso grande
salut
Ya ves BEN, no sólo fue la Engracia la que sacó adelante su familia...Mira por donde
Y ahora me haces recordar lo de los huevos de madera...ostras para coser calcetines ¡¡¡
Un abrazo muy fuerte
salut
El cura iba loco EL PELETERO...menudo uno ¡¡
Salut i gracies
En cuanto he leído "Se cogen puntos de media" me has trasportado a mi infancia, en la panadería que iba de pequeña estaba ese cartel también.
ResponderEliminarAhhh la memoria siempre nos trae buenos recuerdos AMAJAIAK
ResponderEliminarsalut