La primera vez que robé con conocimiento
de causa rondaba los ocho años. Hubo varias veces, pero le cambiaron el nombre según la circunstancia: sisar, hurtar, distraer...
Fue para las Navidades del 1961.
Los Almacenes El Águila tenían todo
aquello que uno jamás podía alcanzar en el presente ni soñar en el futuro.
Para aquellas Navidades el reclamo fue
verdaderamente sorprendente.
Ni Jorba, ni Almacenes Capitol, ni El Siglo, ni tan siquiera El Sepu con su triste rey mago negro saludando desde una silla encarado hacia las Ramblas podían igualar el esplendor de luz y técnica que habían colocado en la fachada.
Ni Jorba, ni Almacenes Capitol, ni El Siglo, ni tan siquiera El Sepu con su triste rey mago negro saludando desde una silla encarado hacia las Ramblas podían igualar el esplendor de luz y técnica que habían colocado en la fachada.
Una maqueta enorme de un funicular.
Funcionaba a la perfección inundando toda
la parte frontal que daba entre la calle Pelayo y la Ronda
Universidad, de manera que mientras un vagón subía el otro bajaba,
cruzándose en su punto medio.
Era justo en ese momento donde la
expectación se hacía más evidente esperando todos un fatal accidente que a la fin
no se producía, pero que mantenía en vilo a los espectadores a pie de calle.
Para más gozo, todo lo que confrontaba la
acera estaba lleno de artilugios navideños colocados sobre mesas.
Abetos, guirnaldas, serpentinas, estrellas variadas y luces, que de sólo verlas le daba a uno la idea de poner un árbol en casa, por más que en su base quedara un solar vacío sin nada que hiciera el disimulo de un regalo.
Abetos, guirnaldas, serpentinas, estrellas variadas y luces, que de sólo verlas le daba a uno la idea de poner un árbol en casa, por más que en su base quedara un solar vacío sin nada que hiciera el disimulo de un regalo.
De todos es sabido que la abundancia
destruye más que el hambre, y aquello tentaba.
Se
grabaron las guirnaldas en mis ojos.
Azucena fue la que se encargó de
distraer a una dependienta uniformada, más agobiada por quitarse de encima un
personal preguntón que no por la venta a pie de calle.
Y en el despiste, los bolsillos de mi
pantalón escondieron un juego de guirnaldas eléctricas.
La retirada se hizo tan rápida como el
hecho consumado.
Nos abrimos paso con aquel miedo de saber que lo que hacías no era lo correcto, pero que una vez aceptado por los demás ya no podías echarte atrás. Y menos si estaban tus amigos.
Bajamos por las Rondas, doblamos en
Tallers, paramos en Plaza Castilla.
Bajo las arcadas de la iglesia nos
enseñamos cada uno el botín que habíamos conseguido. Pata Palo, una estrella; El
Grabao una caja de serpentinas; Mochuelo una linterna. La renta más cuantiosa fue la mía.
Ahora, lo que había que hacer era alargar
el tiempo, de manera que mi madre estuviera más preocupada por lo que tardaba
que no por lo que traía.
Adrentarse en el Raval y perderse hasta
llegar al Paral lel no era complicado, incluso podía ser divertido si lo hacía
por la calle Las Tapias y me daba una vuelta por el Tio Vivo que hacía esquina
en Abat Sanfont. Después me tocaría subir por Conde del Asalto e ir a cortar
por el lado izquierdo de la piscina, en el entramado de barro denominado Pasaje
las Walkirias y que era tan ascendente que si no ibas bien seguro de pisar podías acabar rodando hasta el Paseo de Montjüic. Una vez arriba y encarando el circuito sólo tocaba andar hasta Can Valero
Petit, pero con esas ya habría pasado más de hora y media.
Llegaría de noche.
Me costó más convencer a mi madre del
hallazgo de las guirnaldas que el trabajo de sustraerlas.
Y dictó una de aquellas frases que me
quedaron grabadas : “a la medida que nos
hacemos mayores nada de lo que hacemos es inocente”; de todas formas, continuó,
no se donde las pondrás, ni tenemos
árbol porque no lo quiero, ni luz eléctrica porque no podemos.
Sin darle a más preguntas, dejó poner las guirnaldas en el saliente de una madera,
alejado del fogón de kerosene y cercana a la puerta que daba a pie de calle.
Al igual que los utópicos, yo vivía el
futuro en el presente.
Pasó la Navidad y se aproximó la siguiente. Las guirnaldas quedaron colgadas en el mismo lugar que las dejé.
Ni yo tenía ganas de quitarlas, ni mi
madre de moverlas.
Tiempo después, mucho tiempo después, me enteré de que aquel
entramado de cables y lamparillas se quedaron en el rincón de la pared bajo la astucia y el consentimiento de mi madre
para recordatorio de lo que no se debe
hacer.
Ciertamente jamás disfruté de ellas. Nunca las vi encendidas.
Miquel, casi no se que decirte con tu historia, la veo bonita y triste, pero no es nada malo a mi opinión lo que te llevaste prestado, lo veo como cosas de niñ@s, travesuras,o algo así, tu Azuzena siempre va en tu pensamiento y que memoria más prodigiosa tienes.
ResponderEliminarMe ha parecido tu relato tierno y lleno de ingenuidad, lo de las luces es lo de menos, tú estabas contento y felíz , aunque no tuvieses ni árbol de navidad, ni luz en tu casa, pero a que eras felíz con tantas carencias, yo tuve muchísimas y fuí muy felíz.
UN ABRAZO MUY FUERTE CON TODO MI CARIÑO Y UN BESO.
NOI, no se que dir-te, però robar és una altra cosa i més per Nadal, encara que com deia ta mare: RES DEL QUE FEM ÉS INNOCENT...
ResponderEliminarSALUT
Pequeños detalles. Son pequeños detalles cotidianos.
ResponderEliminarMe vino a la memoria el otro día al pasar por allí y recordé lo del funicular.
Así he podido poner el nombre de las calles y hacer un pelín de recorrido.
Un abrazo
Salut
Res FRANCESC, res de res del que fem és inocent.
¡ Quina raó més gran ¡
Salut
Miquel, vivencias amargas de ilusión al principio y de remordimiento después. ¡Maldita moral, que siempre carga contra los más pobres!
ResponderEliminarMuy buen relato, te felicito. Pásalo a la recopilación.
Salud
Francesc Cornadó
Tu Historia cautiva.
ResponderEliminarSalut!
Miguel pues claro que esas luces se encendieron todo el recorrido has llegar a tu casa con el Botín robado a los ricos son esas cosas pequeñas las que nos hacen tener conciencia Social, del porque la brecha entre pobres y ricos debe romperse,yo también robe con esa edad 8 años algún juguete del Águila, estando cerrado con los juguetes en escaparate por encima de las cuatro escaleras de Madera,todo eso es un acto de sentirse niño como los demás ,como también me lleve alguna vez con mi inocencia los paquetes colgados de los arboles de navidad en los escaparates pensando que tenían regalos, y nunca los encontraba achacándolo a mi mala suerte, en esa época lo que mas me daba resultado eran dos cosas ayudar a subir hielo los pisos en la plaza Real y pedir un duro a la Sesta Flota Americana dentro de puterio de Sant Ramón Robador o tapias ,hay si me ponía la mano encima un tío las putas que eran de Raza y Madres se los depilaban a ostias nunca jamás me he sentido tan seguro de mi integridad que con ellas ,siempre he pensado que es posible que usted Miguel sea el niño que me quito las chuches jeje pues nuestras vidas a discurrido paralelas en los lugares y tiempo de todas formas esta perdonado si a si,salud
ResponderEliminarEra de justícia endur-se una espurna d'aquell esclat de llum. L'acció no va ser innocent, cert. Però la parafernàlia dels grans magatzems, tampoc.
ResponderEliminarCom sempre, Miquel, m'has emocionat.
Ahhh, la moral..de eso habremos de escribir..¿ verdad FRANCESC CORNADó ?...es que nos maltrata ¡
ResponderEliminarsalut
Acompaña a una copa de cava...PEREZ MASSÓ..jajajaja
salut
Deberías de escribir aquello, sino se olvidará y nadie sabrá lo que pasó..HAZME CASO, JesÚs Pececillo ¡¡¡
Pero hazlo ya, no lo dejes
Un abrazo
GRACIES...moltes gracies ENRIC H MARCH
salut
Miguel no tengo capacidad para hacerlo y además si lo hiciese revelaría públicamente algo de lo que salvo al resto de mi familia del franquismo por parte de padre pues mi abuelo fue abogado de Estado en la republica y tío ???? salud
ResponderEliminarOk..Jesús Pececillo. Nada a preguntar.
ResponderEliminarAbrazo grande
se extrañan las lecciones de aquellas madres -mujeres sabias- que a pesar de no recorrer el mundo (tan fácil hoy) tenían un mundo en su hogar y en su conciencia
ResponderEliminarabrazo
Uno de los artículos que mas me han gustado si señor .
ResponderEliminarSaludos ¡¡
Un abrazo OMAR
ResponderEliminarSalut
Gracias.
Salut SENTIR
Quants miquels escriptors tenim? Moltíssims però a mi m'agrada molt, moltíssim, aquest Miquel de les memòries frapants que ens deixen sense alè i d'una poesia indescriptible en un món gens poètic.
ResponderEliminar"Al igual que los utópicos, yo vivía el futuro en el presente." Sublim.
Esperem el llibre i si necessites res ja saps on som.
Corrija usted "hubieron".
ResponderEliminarHubo varias veces...
Ok GALDERICH
ResponderEliminarSalut
A corregir sin falta voy DYHEGO, razó me lleva
Salut y gracias por estar
Siempre que te leo cuando rememoras, imagino al niño listo que fuíste y cómo te impulsaba una fuerza interior para salir de una situación social penosa. Y en esa anécdota, eres el diablillo que hurta para sentir por un instante la emoción de poseer algo imposible de comprar.La escena es digna de los Cuatrocientos golpes de Truffau, alguién que tuvo una infancia también muy dura.
ResponderEliminarUn abrazo grande
Un abrazo....mi estimada AMALTEA
ResponderEliminarsalut
Hola Miquel, casi me pierdo tus retazos históricos, me alegra haber entrado a leer tu pequeño pero gran recuerdo que sin duda tienes de tu madre que por lo que cuentas no dudo de que era una gran mujer cargada de esa sabiduría que da la vida que le toco vivir. Sigo pensando en ese libro que tienes pendiente…
ResponderEliminarUn cordial saludo.
Un abrazo CANELA988
ResponderEliminarsalut