Hace cinco décadas y media, la demostración de Scott fue sorprendente, a mí, la verdad, me costaba entenderlo.
Hoy, lo que cuesta entender son otras cosas.
Scott alcanzó cierta popularidad cuando reprodujo en la Luna el experimento de Galileo. A la vista de la cámara de televisión dejó caer un martillo y una pluma, demostrando que, en ausencia de aire, llegaban al suelo al mismo tiempo. El vídeo se ha utilizado infinitas veces en aulas a todos los niveles de enseñanza para ilustrar un efecto que siempre sorprende.
En su demostración, Scott utilizó dos plumas de halcón. Fueron cedidas, involuntariamente, por Baggin, una mascota de la academia de la Fuerza Aérea. ¿Por qué dos si solo necesitaba una? Más tarde confesaría que una era para ensayar fuera de cámara por si el experimento fallaba. Siempre cabía la posibilidad de que el guante se hubiese cargado de electricidad estática y la pluma se pegase a él en lugar de caer. No sucedió, por fortuna. Un alivio, porque un fallo en la prueba, a la vista de medio mundo, podría haber desencadenado una campaña de conspiracionistas exigiendo reescribir todos los libros de física.
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