jueves, 26 de junio de 2025

Saturnino Garcia. 90 años. Actor. Este hombre es pura poesía.

 Si disponen de un mínimo de tiempo, léanlo, creo que hay que leer a los verdaderos filósofos, y aunque este señor no disponga de titulación al caso, no deja de serlo, pues la suya es una licenciatura de Filosofía de la Vida.

De La Vanguardia


Saturnino García, actor, 90 años: “Nuestros problemas vienen de gobiernos mal preparados y ciudadanos mal formados; no me meto con ideas ni políticas, pero nos gobiernan mal porque están muy mal educados”


 Nunca he dejado de trabajar. Saturnino García (Bariones de la Vega, León, 1935.

¿Cómo fue su infancia?

Esa es una pregunta de profesora exigente. Porque hace tantos años que era niño… Y, sin embargo, la niñez es lo más grabado que tiene una persona. Tanto, que casi somos copia de lo que nos enseñaron de niños. La recuerdo muy bien. Más aún siendo de una aldea. Como suelo decir, mi primer oficio fue agricultor.

¿Cómo era ser niño entonces?

Los niños de aquella época... No es que tuvieran una vida más ingrata que los de ahora, ni mucho menos era distinta. Quizás más simple, pero no peor. Íbamos a la escuela. En mi aldea, que tendría unos cien habitantes, teníamos la suerte de tener un buen maestro. Llevaba no sé cuántos siglos allí, el hombre. Y allí murió, después de enseñar a tres generaciones. Alternábamos la escuela con las labores del campo. Todo se hacía a mano, claro, porque no había máquinas como ahora. Así que los niños también trabajábamos. Hacíamos tareas más livianas, pero necesarias.

¿Se está usted emocionando?

Sí, yo ese recuerdo lo tengo con emoción poética. Porque entonces había poesía en todo, cosa que hoy se ha perdido. Los niños de ahora no tienen esos valores, aunque tengan más estudios. Hoy el mundo es más sórdido, entonces era más poético. Hasta los burros sabían de poesía, porque enseñaban más que las máquinas.

¿Y qué le parece esta sociedad tan tecnológica en la que vivimos?

La tecnología me parece muy bien. Gracias a ella los médicos hoy pueden salvar vidas que antes no podían. ¿Cómo no la voy a valorar? Pero lo que me preocupa es que creamos que los valores humanos ya no importan. Que la poesía, la lectura, la conversación… Queden anuladas por la tecnología. Yo pienso que debemos estar siempre por encima de nuestros inventos, no sometidos a ellos. Los inventos al servicio del ser humano, no al revés.

¿Usted utiliza tecnología?

Claro, cuando voy al médico, por ejemplo. O en una operación. Gracias a eso uno sigue aquí. El problema es que hoy se cree que todo se resuelve solo tecnología eso. Que si tienes un coche y llegas en un rato a ver a tu novia —ojalá fueras tú, por cierto—, ya está todo hecho. Antes ibas en burro. Por eso en los pueblos, cuando había función de teatro, se decía “¡mucha mierda!”, para desear suerte. Porque si había mucha caca en la plaza era señal de que había venido mucha gente a caballo o en burro. De ahí la frase.

Usted empezó de peón metalúrgico…

Sí, emigré del pueblo con 17 años y empecé como obrero en una fábrica. Eran años más duros. Luego empecé a trabajar como representante. Me parecía que vendiendo podía ascender socialmente. Y así me fui metiendo en ambientes culturales. Había grupos de teatro por todas partes. Actuábamos incluso en Madrid, recibimos premios. Eran tiempos bonitos. Yo presentaba. No tenía técnica, ni sabía declamar, pero me gustaba.

Tiene una voz increíble.

Eso es de usarla. Yo no necesito micrófono. Si tienes buena proyección, se oye mejor sin él, llegas más al público.

Y emociona más.

Claro. Eso es lo que decían: ‘de dentro para afuera’. Hay muchas técnicas actorales, pero al final ninguna sirve del todo. El actor usa todo lo que es como persona. Solo hay que saber fingir… Y amar al personaje. Ahí está el oficio.

Le descubrimos con la película Justino, un asesino de la tercera edad en 1994. ¿Qué significó para usted ese personaje?

Justino me reveló. Por eso me dieron el Goya a actor revelación. Empecé a hacer cine con 50 años, y ese fue mi primer protagonista, con 60.

Arrasó. ¿Sintió el cariño?

Sí, en el aplauso. Fue unánime. Sentí que me votaron todos.

Nunca ha dejado de trabajar. ¿Pensaba que llegaría a los 90 así, tan activo y tan lúcido?

Nadie piensa eso. Pero aquí estamos. ¿Será el destino o que uno ejercita la memoria? Tengo pérdidas, como todos. No me acuerdo de un nombre recién dicho, pero luego recito textos de memoria durante días.

¿Cómo se vive el paso del tiempo cuando el cuerpo y la cara son la herramienta de trabajo?

Cuando la pandemia, se puso de moda una palabra que apenas conocíamos: resiliencia. Y me la tomé en serio. He aprendido a no cruzar el puente antes de llegar al río. Paciencia.

¿Cree que hay discriminación hacia los actores mayores?

No sé si discriminación, pero sí modas. Ahora, papeles para viejos hay pocos. Además, nos llaman ‘mayores’, que no tiene sentido. Mayor es un niño de diez respecto a uno de tres. Viejo soy yo, y no pasa nada. Hoy no se representan en las obras a las tres generaciones que forman la vida: abuelo, padre, hijo. Antes era impensable. Ahora, todo es joven y vanidoso. Y los viejos, mimados y subvencionados. Yo estoy en contra de eso. Que cada quien pague lo que consume. Justicia, no limosnas.

¿Cómo se cuida?

Camino una hora al día, hago algo de ejercicio, y como mal. Comer mal es lo más sano [risas]. Como poquito y sencillo. Nada de chuletones a diario.

¿Algún consejo para cuidarse?

Leer. Hacer ejercicio físico y mental. La lectura es un relax y además te informa. Voy a la biblioteca, y leo lo que me apetece. El Quijote, por ejemplo, nunca me cansa. Es el gran libro del mundo. La novela de las novelas. Y, sin embargo, los españoles casi no la leen. Como dijo Bismarck: “España es tan grande que los españoles no consiguen destruirla, por mucho que lo intenten”.

Por cierto, ¿cómo se cuida la piel? La tiene estupenda…

Me doy una crema de estas grasientas… Pero, ¿se puede decir aquí?

¡Claro!

Pues la primera vez que la compré fue hace unos 30 años, cuando Justino, más o menos. La compré en una farmacia al lado de donde vivía, por Plaza Castilla. Me dice el farmacéutico: ‘Esta crema se la lleva una famosa’. Por lo visto, se hizo conocida porque una millonaria de esas que ha tenido muchos maridos, Isabel Preysler, creo que la llamaban, la dejó olvidada en un aeropuerto. Y como alguien la encontró, se hizo famosa con su nombre. Tú dices la crema suya, y te la dan. [crema Xhekpon] Y me va bien. La pido por ese nombre y ya está.

¿Queda con sus amigos?

Tengo amigos, pero ya no hago vida de pandilla, de quedar. Cuando vas a un restaurante, me sobra la mitad del menú. Como no soy de desperdiciar comida, a veces vamos dos y pedimos un plato para compartir. Incluso ni botella de vino, solo una copa. No hago vida de restaurante, pero tengo una vida muy activa con mis vecinos, con buena comunicación diaria, que eso también es salud.

¿Y la familia?

Pues soy soltero. No tuve vocación para casarme. La vida me ha llevado de un lado a otro, muy ambulante. Pero como Dios no me ha dado hijos, el diablo me ha dado sobrinos. Tengo muchos, afortunadamente.

¿Tiene pensión, le alcanza con ella?

Sí, tengo pensión. Me cuidé de eso. Es una pensión pequeñita, pero me la busqué porque veía venir las cosas. Cuando ya andaba en los últimos años de trabajo, me ocupé de eso. Soy lo que se llama un mileurista. Me apaño humildemente, así que la considero muy bien.

¿Cuáles han sido los mayores aprendizajes de su vida?

Los de la niñez. Yo soy de una aldea rústica. Mi padre, analfabeto total, no fue a la escuela ni un solo día. Nació en Galicia y aterrizó en un pueblo de León, donde se casó con una mujer que sabía lo justo también. Mi verdadero maestro fue mi madre y, en la escuela del pueblo, un maestro que había enseñado a tres generaciones. Aquellas vivencias son muy poéticas... el campo, la vida de antes. A esta pregunta tuya, no te sé decir más que eso: que uno nunca sabe bien de dónde viene, pero con la edad entiendes que todo procede de tu niñez. 


15 comentarios:

  1. Es un filósofo, me ha encantado leer la entrevista y me ha sabido a poco.
    Gracias por traerla.

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  2. Lliçó de filosofia pràctica, d'un home savi. Una delícia que ens deixa unes quantes frases pel record:He aprendido a no cruzar el puente antes de llegar al río
    Salut.

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    1. Pensamos que una persona es filósofo porque tiene un título; sin embargo, ser filósofo está lejos de las titulaciones. La filosofía es una forma de vida y serlo requiere ser partícipe de esa vida y dejar ejemplo de ello. Todo lo demás es un título firmado por una Universidad.
      Salut

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  3. Hombre!, poesía en todo, no sé yo si es lo más deseable. No estoy en contra de la poesía, -pero «en todo»- creo que además de ser exagerado, también desvirtuaría el concepto de lo poético. A mí, para ese «en todo», creo que me bastaría con la lógica y la ética. Cosa de la que actualmente estamos bastante faltados.
    Dicho esto, efectivamente me parece una persona para escuchar. Lo de ir a ver a la novia en burro, jajajaja! me ha llegado al alma.

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    1. No lo cojas por lo peyorativo, Ricard, cógelo como sinónimo.
      Se puede decir que es una persona con una filosofía de vida equilibrada, nada común hoy en día, que sabe donde ha pisado y que tiene las ideas muy claras.
      A mi me ha gustado la frase "los viejos mimados y subvencionados", porque todos sabemos lo que son los votos cautivos, y él ha dado en el clavo: Que cada quien pague lo que consume. Justicia, no limosnas.
      Nadie está dispuesto a desprenderse de las prebendas, pero ve con claridad el problema de los jóvenes.
      En definitiva, una persona para escuchar en una clase magistral.
      Salut

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  4. Una forma de ver la vida y el mundo propia de otras generaciones más sabias, y qu4e se extingue con ellos. Esa rica infancia que vivió él -ayudando con su trabajo- no tiene nada que ver con la que viven los niños hoy en día. La vida ahora es mucho más pobre en estímulos para un niño ya que cuentan solo con las pantallitas y no ven el mundo que les rodea. Hemos querido tanto protegernos de cualquier peligro real o imaginario que hemos creado un mundo plano y aséptico, carente de poesía. Y sí es cierto, el mundo antes era mucho más poético. Yo lo viví en mi infancia en que habíamos de tener los ojos muy abiertos para captar la riqueza de la realidad que nos rodeaba. Hoy todo es de una elementalidad aterradora, planitud y pantallas. Eso es lo que ve un niño y no se puede hacer mucho para controlarlo. Vi la película y me gustó mucho. Es bonito llegar a esos años con su mente fresca y abierta. Abrazo, Miquel, muchas gracias por traernos estos testimonios.

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    1. Las gracias a tí, JOSELU,por tus aportaciones, por tu compañía, por tu saber...y por dejarnos tus palabras que son, no te quepa duda, de una reflexión que compartimos.
      Un abrazo
      Salut

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  5. Recuerdo cuando hace unos años le preguntaba un amigo que estaba jugando a golf con Clint Eastwood cómo es que con casi 90 años aún se viera con ánimo para dirigir otra película más. Él contestó: «Cada mañana cuando me levanto no dejo entrar al viejo en casa», o algo así. El amigo, que es cantante, le compuso una canción con ese motivo:

    https://youtu.be/zqq3Q0fIPBs?si=0yHLvFxndVFPUNQi

    Me sumo a los comentarios anteriores. Me ha gustado mucho todo lo que dice este señor en la entrevista. Le ayuda gozar de buena salud, algo que no siempre depende de la vida sana que uno lleve, porque cuando uno se encuentra mal y tiene enfermedades que le causen mucho dolor supongo que resulta más difícil ver las cosas de ese modo.
    Un abrazo

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    1. Personas así me refrescan y me hacen pisar tierra. Lo he leído dos veces y me deja asombrado.
      Me gusta mucho el enlace, gracias.
      Un abrazo, comparto contigo toda tu entrada.
      Salut

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  6. Me suena de
    verlo en El
    día de la
    bestia ,
    y Matias,
    juez de
    linea.

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    1. Confieso que no lo he visto nunca, pero me gusta su forma de pensar.
      Un abrazo

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  7. Muy buena entrevista, me gusta todo lo que dice el bueno de Saturnino. Yo creo que es una extraordinaria condensación de sentido común. Todo está en la cabeza: la poesía de la vida, del paisaje, del recuerdo de los maestros; el sentido del deber y de la responsabilidad y ser consciente de que debe comerse todo lo que hay en el plato, no es cuestión de desperdiciar nada, que esto lo hacen los maleducados y muchos inmorales.
    Abrazos.

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